viernes, 19 de diciembre de 2008

Comienza la Navidad

Es obvio que la mayoría de los blogs y de los blogófilos de esto que se llama la web dos punto cero ya habrán comentado -o estarán a punto de comentar- algo sobre la Navidad. Y yo no voy a ser diferente. Así que aquí va el que, seguramente, no será el primero relacionado con el asunto (bueno, el anterior también tuvo algo de ello).

Como todo en esta vida, cada uno establece cuándo comienza su Navidad. En mi caso no es cuando encienden las luces de la ciudad, que reconozco que este año parecen haberse demorado en ello. Tampoco cuando voy a tomar una copa de anís a primera hora de la mañana del 24, a casa de mi abuela, como manda la tradición familiar. En mi caso la Navidad comienza, o entra en mi casa, cuando empiezan a aparecer los elementos ornamentales o accesorios de estas fechas. Y, este año, ha comenzado con la llegada de la postal que me envió sulaco desde Holanda.


Al llegar a casa, hace dos noches, me la encontré bien dispuesta delante de mi amado iMac. Cosas de mi mujer, que se sorprendió de que yo fuera uno de los destinatarios.

La foto no le hace justicia. El resultado me ha sorprendido gratamente y es bastante mejor de lo que se aprecia en la imagen. Ha quedado muy bien y le agradezco el gesto.

Por otro lado, la Navidad no es nada si no hay productos típicos con los que celebrarla, así que la empresa en la que trabajo, en la que cada vez me encuentro más a gusto, tras año y medio ya en ella, y que parece dispuesta a ir contra corriente de la 'moda' que siguen el resto de empresas, nos ha obsequiado con un lote de productos nada despreciable.




Cierto que cada vez traen menos turrones y polvorones y sí más botellas y cosas que poco o nada tienen que ver con las fechas navideñas. ¿Pero qué quieren que les diga? A caballo regalado...

El fin de semana haremos el árbol y, espero, terminaremos las compras de reyes. El primer año que no tendré que tropezar con hordas de orcos sedientos por ablandar el plástico de sus tarjetas de crédito.

¡Ah! ¡Y tengo un iPhone! El de 16 Gb. Y no, no he pagado ni un duro. Pero eso es otra historia que ya contaré en otro momento.

Creo que este año la Navidad va a ser cojonuda. Tranquila, como a mí me gusta. Ya veremos cómo se va desarrollando.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Rompiendo el silencio, para un desahogo

Lo bueno de tener tu propia bitácora es que no tienes que dar explicaciones a nadie de cuándo escribes y cuándo dejas de hacerlo. En todo caso las darías de lo que escribes. Y eso, si quieres.

Dado el nivel de trabajo que he tenido durante las últimas semanas, no tenía intención de escribir, si volvía a hacerlo, hasta enero o así, pero lo cierto es que hoy he terminado un poco hasta los cojones de topar con una funcionaria, que debía tener un mal día, porque se lució conmigo, la muy...

Nos mudamos. Otra vez. Motivo que me ha tenido 'distraido' y ocupado. Y causa parcial de que no escriba. Organizar una mudanza no es sencillo. Más cuando dependes de un punto a punto de ONO y te vas a un edificio regentado o administrado por un organismo público, que para cualquier cosa tienes que echar una instancia a padre dios bendito y todo poderoso.

Por esas particularidades que tiene la zona portuaria, cada vez que quieres sacar mercancía de ella debes solicitar permiso por escrito a la autoridad competente, que en este caso es la aduana. Da igual si es tuya o si es para vender a los chinos, solicitud de permiso que te pego. Mucha gente no lo hace, claro, y luego les cascan una multa. Si les pillan. Es el juego de la ruleta rusa portuaria. Como en nuestro caso nos vamos para -supuestamente- no volver, he querido hacerlo completamente legal y, tras redactar la declaración jurada y buscar las facturas de todo nuestro mobiliario y equipos informáticos me he acercado a tramitar el permiso. Tal como me habían dicho dos días antes, fuera del horario de atención, debía llevar un pequeño documento explicando lo que iba a sacar, acercarme a registro y "hasta luego Lucas". Cosa de un par de minutos, me dijo el cachondo que me respondió por la tarde.

Con ese talente y esa intención, me he dado un salto hace un rato al edificio de Aduanas. Nada más acercarme al mostrador de registro de entrada, la tipa me miró de arriba a abajo (bueno, a medio pecho, porque soy bajito y el mostrador me queda a un poco más arriba del ombligo). Se quitó los auriculares que la tenían sumida en su más absoluta y miserable condición de ser, estar y padecer, y me dijo un "¿si?" cortante y seco, entre pregunta y exclamación, que bien podría haber sido un "¿a qué has venido a joderme mi partida al solitario, hijo de puta?" por el tono empleado. "Buenas, venía para solicitar permiso para una mudanza del mobiliario de...". No me dejó terminar. "¡Esto no es aquí!". "¿Cómo?". Sin darme palabra con la que explicar mis sanas intenciones, la señora creía que quería mandar a Madrid mis muebles. ¿A cuento de qué sacó esa conclusión, si ni siquiera había dicho nada de Madrid? Al final tuvo que recogerme el escrito y darle registro de entrada, aunque eso fue una hora después. Después de tenerme de un lado a otro, esperando a un fulano que me vació el poco seso que me queda y tener que volver a la oficina para imprimir una nueva versión de la solicitud con dos chorradas estúpidas que aportar. Y es que así es la burocracia, compañero. Lo 'gracioso' es que la tipa, cuando procedió a recogerme el escrito, seguía erre que erre convencida de que me dedicaba a exportar o importar mercancía, así que terminó con un "cada vez que vayas a sacar algo del muelle tienes que venir a que te emitamos un permiso". ¿Cómo que cada vez? Yo salgo una vez y no vuelvo. ¿Tanto le costaba entenderlo?

A todo esto, y claro que es imposible transmitir de forma escrita los tonos y los gestos, intentó hacerme sentir como un miserable gusano que tuviese que agradecerle a ella, madre diosa que ha parido el universo entero y cagado sus constelaciones, el simple hecho de que ese adefesio de mujer, más arrugada que una pasa fosilizada, interrumpiese su sesión de música y juegos solitarios, para dedicarme unos miserables momentos de su valiosísima existencia. Menos mal que a todas estas lo que me interesa es salir del muelle y paso de ese monstruo o engendro. Así que la mejor estrategia era olvidarse de ella y de sus entrañas. Mi máxima es que el tiempo coloca a cada uno en su sitio, y estoy convencido que este animal burocrático ya encontró el lugar donde tendrá que verse envejecer miserablemente (aún más) sin que nadie le haga ni puto caso, odiada y menospreciada a partes iguales por sus compañeros funcionarios.

Todo ello no evita, por cierto, que el viernes tenga que ir a recoger el permiso mencionado.

En fin, que como sugiere el amigo sulaco, este tipo de entradas siempre hay que acompañarlas de una imagen, aquí va la de ésta, que por cierto no tiene nada que ver con el tema en cuestión:

Vista desde el hotel del Paseo de la Castellana (diciembre 2008)

Tomada con el cutre móvil de empresa, que casi siempre llevo encima, desde la ventana del hotel. El día siguiente a la cena de Navidad de la empresa; o sea el pasado sábado día 13. En Madrid. A un grado bajo cero, decían que amanecimos. Me encanta pasear por las ciudades y Madrid tiene zonas que me fascinan. En particular la Gran Vía. Y da igual el frío que haga o hiciera. Me dediqué a pasear por allí y, eso sí, aproveché para sumergirme a hora temprana en la tremebunda cantidad de libros que hay en la 'Casa del Libro' de Gran Vía.

En fin, que vuelvo a mi reposo bloguero hasta que encuentre ánimo, ganas y tiempo de seguir con él. Así que, hasta nuevo aviso, les dejo con el regusto del vómito anti-funcionario. Buen día a todos y todas.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Cruzando el ecuador de una semana 'intensa'

Esta semana está siendo particularmente intensa. En el terreno laboral, hablo. Casi doce horas al día, sin contar las que empleo en transporte (público, público), son las que he dedicado a permanecer en el trabajo. Almuerzo dentro de la propia oficina. No me importa demasiado porque es -al menos debe ser- un esfuerzo puntual y me lo estoy pasando muy bien. Aunque resulte asombroso, sí, uno se lo puede pasar bien en el trabajo. Tampoco me importa mucho no escribir nada estos días en mi bitácora, por eso de 'sarna con gusto no pica'. Ya volverán los tiempos felices (los felices sin tanta dedicación).

De todas formas no ha lugar a abandonar este sitio así como así y no dar señales de vida. Supongo que alguno/a se preocupará. Sigo vivo y, como sugiere el amigo sulaco, este tipo de entradas hay que decorarlas con alguna imagen. Pues aquí va la que corresponde a éste.



Efectivamente, anoche hice un stop mental y acudí a ver el espectáculo que el fantástico y magistral quinteto argentino Les Luthiers está ofreciendo durante esta semana en el Auditorio Alfredo Kraus, en Las Palmas. Piezas viejas con piezas nuevas, o mejor dicho, piezas conocidas con piezas desconocidas, todas de mucha calidad y algunas para beberte las lágrimas de la risa. Brutalmente entretenido. Absolutamente recomendable.

En fin. Ya estamos a miércoles. Ecuador de la semana laboral. Hoy comienzo el día pensando en que queda menos para las fechas navideñas y ya empieza a notarse en el esfuerzo de los comercios por decorar. En que aún tengo diez días de vacaciones por disfrutar. Y que estos días, entre tarea y tarea, me entretengo elaborando ya la lista de deseos (busca a la derecha y déjate caer con alguna sorpresa). En definitiva, hoy se presenta un buen día. Intenso, como los anteriores, pero igual de bueno. Veremos si para mañana hay tiempo para escribir una pequeña entrada.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Tardes de sofá: 'Farscape', una serie con la que pasar unos cuantos buenos fines de semana

'Farscape' es una de esas series que a poco que seas ligeramente friki te va a encantar. Con cuatro temporadas, una miniserie de cuatro horas, filmada dos años después de la cancelación de la serie, y diez webisodios en camino, es una de las series de ciencia ficción más entretenidas que he visto en los últimos años, pero presenta una de las desigualdad de calidad más pronunciada que recuerdo durante el curso de sus capítulos. Ofrece capítulos rematadamente malos y sin sentido, seguidos de capítulos geniales con gags inolvidables y productores de lágrimas de pura risa, pero que en cualquier caso, y en conjunto, consiguen un producto de calidad que sobresale de la media y que deja un buen cuerpo después de un maratón de tres o cuatro capítulos seguidos.

A punto de cumplir una década, es una serie que no mucha gente parece conocer. Así que, si eres de los desafortunados que no la conocían, ya tienes la excusa perfecta para no dar ni palo al agua durante el fin de semana y dedicarte, un sábado y un domingo más, a escaquearte de las obligaciones domésticas. No ayudará en tu relación pero te hará feliz. Esta vez sí que merece la pena. Ten en cuenta que no para un único fin de semana. Con cuatro temporadas y una miniserie, suponiendo un consumo promedio de seis capítulos por fin de semana, vas a tener para quince semanas (algo más de tres meses). ¿Qué tolerancia tienes frente a la porquería acumulada en tu casa? ¿Qué tolerancia tiene tu pareja para verte apoltronado en el sofá jurgándote el ombligo?

La primera impresión que me llevé, nada más empezar a ver el primer capítulo, era que se trataba de una mezcolanza entre Star Trek, Star Wars y Firefly/Serenity. La impresión duró lo que duró toda la serie. Y sigue siendo así. Lo que cambió fue que en principio era un sentimiento negativo, casi despreciativo, y, al poco de empezar a seguir los capítulos, acabó transformándose en una buena la impresión. La serie consigue desligarse de las mencionadas y adquirir entidad propia.

Desde mi nada humilde punto de vista, la caracterización de los personajes pasa por ser un intento de burla a las encontradas en otras series/películas de ficción. ¿Soy el único que reconoce rápidamente un cruce entre wookie y klingon, con la misma mala leche? Porque para mí es claro que de un kiki entre Chewaka y una klingon saldría Ka D'argo (si es que tiene hasta nombre de risa). También hay una especie de Yoda, un bicho entre babosa y gusano, que ofrece el contrapunto cómico a la trama. Rygel, obra y milagro de la compañía Jim Henson, es todo lo opuesto al jedi pedante y sabiondo que ilumina al joven Skywalker. Con su particular, cobarde y egoísta forma de ver el universo, junto con sus cuescos que afinan las cuerdas vocales, no puedes más que echarte unas carcajadas en los momentos de tensión dramática. ¿Y qué decir de esa especie de Darth Vader a lo sado y cubierto todo de cuero?

En cuanto al resto de actores, los de carne y hueso... Pues los hay pasables y están los que nacieron para trabajar eternamente en cafeterías, ganando dinero con el que pagarse eternamente los cursos de interpretación. Por mucho que lo intenten nunca llegarán a ser actores.

En fin, que si eres un aficionado a la fantasía y la ciencia ficción, y no eres especialmente exigente en cuanto a las tramas y las dramatizaciones, es una serie que seguramente te hará sentir mejor contigo mismo y, lo importante, servirá de excusa para dejar de lado otras obligaciones. Eso sí, y como digo siempre, si lo que te va son los culebrones dominicanos y los programas del corazón, sospecho que es mejor que no pierdas el tiempo con ella. Hay una casa que limpiar.

Recuerda, una vez que caes en las mafias del p2p no hay marcha atrás. Apoya la economía. Sácanos de la crisis. Compra la serie en DVD. Es por el bien común.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Un documental que deberías ver: 'Money as debt'

Se está convirtiendo en algo muy habitual, últimamente hablar sobre economía en los 'ratos del café'. Más bien pseudo-economía, dados el nivel medio de conocimiento sobre la materia del común de los particupantes. Hace unas semanas alguien lanzó la gran pregunta, '¿quién fabrica el dinero?', y todos los presentes nos quedamos pensando durante momento. Suerte que, aunque licenciado en informática, tuve una asignatura de economía y recordaba someramente el mecanismo de creación del dinero que emplean los bancos. Así que, una vez más, pase a ser el pedante de la oficina. Me gusta.

Si tu caso es similar y quieres recordar cómo era, o directamente lo desconoces y quieres saber cómo es, un buen punto de partida es ver el documental 'Money as Debt' ('El dinero como deuda'). La copia que yo conseguí, gracias una vez más a la mezquindad de las mafias del p2p, estaba doblada al español por alguien que no se debe dedicar de forma profesional a ello. El doblaje es malísimo y decae en monótono muchas veces. Pero hay que agradecerle el interés y el esfuerzo, porque permite acercar un documental que creo debe ser de obligado visionado por todos para conocer a los catalizadores de este sumidero económico al que nos precipitamos velozmente. He dicho catalizadores, porque sigo creyendo que los verdaderos culpables somos nosotros, la gente de a pié, que se cree, cual borrego, todo lo que les digan los dominadores que manejan los medios.

Hecho íntegramente empleando animación (y dibujos muy malos), repasa la historia del cambio del dinero basado en oro al basado en 'oportunidad de cobro' y de cómo eso genera una falsa riqueza a partir de intereses que no se respaldan con nada. Un poco confusa es la propuesta de una economía autosostenida alternativa, pero en mi defensa diré que eso te lo cuentan al final y ya llegué algo cansado y con mi capacidad cognoscitiva más mermada de lo que es norma. No tanto porque el documental en sí sea muy aburrido, que hay momentos en los que resulta algo pesado, como porque me puse a verlo a la una de la madrugada.

En cualquier caso, y para concluir, si eres de los borregos que quieren seguir feliz en su ignorancia, entonces ni se te ocurra verlo. Para todos los demás, recomiendo verlo. Puede que alcances a entender por qué el banco te ha denegado el crédito, o porqué te vas a tener que comer los ladrillos de tu casa, de hipoteca hipermegainflada, para poder subsistir dentro de unos meses. Siempre es un consuelo conocer los errores propios. Aunque también puede servir para quedar como un tipo que sabe delante de los colegas de bar, porque al final ese será el último escondrijo que tendrás para ahogar tus penas cuando vengan a embargarte.

Por cierto, que si no te has amargado ya de forma suficiente conociendo las verdades del dinero-ficción que llevamos décadas manejando, disfruta de la entrevista que le hizo Buenafuente a Leopoldo Abadía. Si este 'gurú' tiene razón, y el vejete resulta tan entrañable que te anima a creerlo, ni vendiendo los órganos de tus hijos en el mercado negro vas a escaparte de la ola de 'porquería' que cubrirá el Mundo al completo. Es momento de permitirte sentir pánico. Y recuerda, el suicidio a veces es la solución.

martes, 4 de noviembre de 2008

Tesoros perdidos reencontrados (XVI): Los primeros diseños para 'Enjoy the Sound'

Estuve dudando en cómo clasificar esta entrada. Podría ser tanto un 'tesoro perdido', ya que los archivos originales habían 'desaparecido', como una entrada del 'anecdotario'. Al final ha pesado más el componente de 'tesoro', así que lo dejo por esta categoría, porque le doy más importancia al diseño que a la experiencia personal que acompaña al mismo. Al menos eso creo.

Hace dos semanas hablé de una chica con la que tuve una relación de cuatro años. Sí, hablo de esa que he dado en llamar Noemí para no dar a conocer su verdadera identidad. Entre que me dio la patada en el culo y lo sucedido en el CULP -y narrado hace dos semanas- pasaron unos cuantos meses. Muchos meses, en realidad. En los primeros meses de esa transición forzada de una relación mala a una soledad jodida andé buscando muchas formas de 'recuperar' su interés por mí. Retrospectivamente debo agradecerle que no lo hiciera. Dado cómo mejoró considerablemente mi vida después creo que hubiese sido inmensamente infeliz a su lado.

Como adicto a la música que soy -no vamos a entrar en si de calidad o no-, se me ocurrió grabarle una serie de discos recopilatorios en los que seleccionaba, con cuidado y cariño, la música que quería incluir. Además, aprovechando que me gustaba juguetear con el Corel Draw me curraba las portadas y los interiores de la caja (usaba cajas transparentes). En total grabé ocho recopilatorios, a uno por semana, que fue más o menos lo que me duró el estadio de la negociación, el que sucede a la ira y va antes de la depresión en el modelo Kübler-Ross, de la angustia existencial.

A la serie 'limitada' de ocho discos, de los cuales Noemí tan solo recibió siete, la llamé 'Enjoy the Sound', porque 'Enjoy the Music' no me gustaba. Aunque hubiese sido más acertada. Alejandro, un amigo que era como un hermano, recibió otra copia de cada disco.

Después de elegir las canciones que quería incluir en cada volumen y de recortar los comienzos y finales para que al terminar una, en muchos casos, continuase la siguiente sin pausa, me ponía a 'diseñar' la portada y contraportada, que imprimía en papel de calidad a todo color. A continuación algunos ejemplos de estos 'tesoros perdidos' que me tropecé el otro día en un CD viejo, pero viejo. ¿Alguien recuerdan los cd's dorados?




En el interior del 'libreto' que hacía de portada del cd, solía copiar citas y frases célebres que sacaba de unos libros enormes que tenía en casa. La mayoría hablando del amor, la amistad y ñoñerías similares.



Después de hacer los ocho discos, este diseño no terminaba de convencerme, así que me dediqué a hacer uno nuevo, más dedicado a mí, porque la colección tan ingratamente despreciada, trascendió su intención inicial y pasó a ser algo más personal. Personal para mí. Pero de ese hablaré en otro momento.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Empezamos noviembre, dejando atrás el mes de octubre, y mi opinión sobre Histats.com

Ya estamos en noviembre (obvio), dejando atrás el mes de octubre (más obvio, aún). Un mes que ha resultado particularmente extraño. No puedo enumerar cuestiones concretas, pero sí decir que es una sensación ambiental. Por ejemplo, algunos compañeros de empresa ya empezaban a dar rienda suelta a sus temores y miedos, y otros se contagiaban de sus palabras y temores. Se aproxima fin de año. Se aproxima cierre de ejercicio contable. Es momento en el que hacer valer y dar valor de los desvíos presupuestarios y a las previsiones de crecimiento. Crisis relativa y sin relación directa con el sector, pero algunos ya expresan de forma explícita sus temores a ser despedidos. ¿Infundados? No lo sé, pero hasta donde yo conozco no es momento de lamentaciones. De momento. Lo que sí sé es que octubre terminó, y noviembre se está dejando notar, con noches algo más frescas de lo que debiera -al menos para mi gusto- para lo que es un lugar de corte tropical como la isla en la que habito.

En octubre -y haciendo repaso- comenzó a dar resultado -acción y reacción, que le dicen- una queja elevada al estamento correspondiente y que me hizo plantearme dejar el trabajo por otro, aún suponiendo menores ganancias y peores condiciones. He empezado a recibir más y más 'encargos' y ahora estoy en la cima de la curva sinusoidal, en el opuesto del comienzo, con más trabajo del que quiero y deseo. Cosas que pasan, dicen. Cuando se tira con mucha fuerza de la cuerda, al final resulta que es complicado detener la 'bola de mierda' que viene contra uno mismo. Pero no me quejo. De momento. Lo prefiero a estar escribiendo sin parar en la bitácora y buscando justificación a mi ser, estar y padecer en la compañía. Ahora me siento mejor realizado.

Y sí, es cierto, que si la maltrecha calidad de este sitio ya era baja de por sí, en las últimas semanas ha decrecido considerablemente y de forma alarmante. Decidí hace un par de semanas no publicar nada los fines de semana, en los que apenas tengo tiempo/ganas de hacerlo, y dedicar un rato el resto de los días. Con ello he conseguido no respetar la hora normal de publicación y, sospecho, también he contribuido a empeorado los resultados generales de las estadísticas de visitas. Aunque no seguro y con ello en mente, he visitado las estadísticas que vengo usando en esta bitácora, las que me ofrecen gratis y sin compromiso los de histats.com. Vista que sirve para confirmar lo que ya sospechaba. Hacía mucho que no las revisaba, desde la crisis existencia que me empujó a cambiar de denominación el lugar, y la primera sorpresa que me he llevado es comprobar que aún supero veinte visitas al día, en algunas ocasiones. Aunque claramente se ha deteriorado en las últimas dos semanas, justo cuando decidí -o me vi obligado- a dedicar menos tiempo a escribir aquí.


No tenía una intención clara -y sigo sin tenerla- cuando enganché la bitácora a un contador. En las anteriores no lo había hecho, pero esta vez tuve curiosidad y buscando tropecé con histats. En realidad me parecían muy cutres, pero como era más curiosidad, las ofrecían gratis y no tenía experiencia previa y propia con la que contrastar, me dije que era más que suficiente. Han pasado tres meses desde entonces y hoy ha sido la primera vez que me he puesto a jugar para conocer lo que me pueden mostrar.

Ha resultado interesante observar que te ofrecen un desglose por navegador y sistema operativo y encontrar que Firefox es el navegador mayoritaria y ampliamente usado, dejando casi en anécdota el Internet Explorer. Lástima que el Opera quede tan atrás, porque es un gran navegador. ¿Pero teniendo Firefox quién quiere otro?


En cuanto al sistema operativo, XP sigue siendo el que 'rompe' (y que conste que nunca me ha parecido un mal sistema operativo), pero más me sorprende que Mac esté por encima de Vista. Cierto que nada concluyente podría sacar de esto, claro.

Un apartado que me resultó más curioso que útil, si es que el resto puede serlo, es el que te hace un desglose de las visitas de forma geográfica. Y revisando los resultados he flipado con que reciba tantas visitas desde Madrid, en particular, y de la Península en general. Muchísimas más de las que están asociadas al archipiélago. Desconozco la fiabilidad de estos datos, pero no deja de sorprender. Y que haya alguna transcontinental, incluso. Y yo que creía que esto era un lugar para familiares y amigos. No me suena tener familia en Argentina.





No deja de ser una curiosidad todo esto.

Después de este repaso al servicio ofrecido por Histats creo que es más que suficiente para lo que pudiera necesitar (que sigo sin tener muy claro) y para lo que la mayoría de la gente puede querer. Y, mientras siga siendo gratis, seguiré repasándolas de vez en cuando. Igual hasta encuentro algo útil que hacer con estos datos (que se pueden exportar a un soporte más cercano para su tratamiento). Tampoco puedo recomendarlo porque no sé qué otras ofertas hay, así que igual esto es lo más básico que te puedes tropezar por este universo de las estadísticas de visitas.

En fin, comenzamos un nuevo mes en el que entro con menos ganas y menos ánimo de mantener esta bitácora al día, pero en la que intentaré seguir vomitando de lunes a viernes, y respetando el horario original en la medida de las posibilidades, algunas de las cosas que se me ocurran y que me ocurran (o ocurrieron). Que tengan una buena semana y un buen mes. La Navidad está a la vuelta de la esquina y la van a multar por exceso de velocidad.

Las cosas deben resultar opacas...

... porque si todos entendemos claramente los motivos, puede haber levantamientos contra los opresores.



O dicho con más claridad: "como la felicidad del ignorante no hay nada".

Hay que reconocer que está conseguido...

... y que hay gente que no sabe en lo que invertir el tiempo (y se aburren mucho):

viernes, 31 de octubre de 2008

Tardes de sofá: Pártete la caja con la serie 'The Big Bang Theory

Por suerte de las malignas mafias del P2P, cuyos hijos engendrados en esos nichos de podredumbre espiritual debieran ir directamente al infierno a pagar eternamente el pecado de sus progenitores, cayó en mis manos, vía su variante de descarga directa -lo que resulta más obsceno y pecaminoso, si cabe- una serie que, por su nombre, en principio no me atrajo demasiado. Si en los gigabytes de mis discos duros se acumulasen polvo y telarañas, la primera tanda de capítulos de la serie 'The Big Bang Theory' habrían acumulado varios dedos de materia y pulularían arañas del tamaño de los melones de la Sabrina.

En un día de absoluta levedad existencial, en el que ni los arquetipos de sistemas dinámicos sigmoidales ni los patrones de diseño software estimulaban mi hipófisis me puse a registrar en el baúl de miseria existencial en que se ha convertido mi disco duro externo buscando algo con lo que dar por culo a esa sensación de agonía intelectual que se apodera de mi psique cuando se me ocurre exponerla a la basura que proyectan las cadenas generalistas de nuestra patria. Quiso padrediosbendito que tropezara con los capítulos escondidos en un olvidado rincón de mi carpeta de descargas y que no estuviesen tan deteriorados que no pudiese verlos. Y experimenté lo que dicen que experimentas con las papas de bote mierdosas esas: Cuando haces 'pop' ya no hay stop. Que lo experimentas con esas papas y cuando te comes cuatro platos seguidos de potaje bien cargaditos de lentejas. Pero en el último caso el 'pop' es en el baño, claro.

Volvamos al tópico de hoy.

Después de unos dos primeros capítulos algo tímidos, la serie mejora considerablemente. Hay capítulos y momentos especialmente memorables y de un ingenio tan exquisito cuyo entendimiento y comprensión quedan a años luz de la capacidad congnitiva de los devoradores de programas rosa amarillistas de los sábados por la noche. Momentos simple y llanamente geniales que provocan, a poco que tengas un par de neuronas, carcajadas de puro gozo intelectual. Es una serie con la que, por el simple hecho de verla, entenderla y entretenerte, ya sabes que estás más cerca de pertenecer a la raza humana (la misma que ve 'Cosmos' cada cierto tiempo).

Los personajes de la serie, una panda de montruos de la ciencia con serios problemas de inmadurez, están perfectamente interpretados (el hindú es el que peor lo hace, una pena), y resultan completamente convincentes. El mejor de todos ellos, el que se debería llevar un premio, es el cabrón que hace de genio sociópata al que se la pela absolutamente cualquier signo de vida intelectualmente inferior (que deben ser los 6.500.000.000 habitantes restantes del Planeta). La que no es muy buena actriz y no lo hace tan bien es la rubia tonta que tiene un apellido que más bien parece el nombre de un bicho de 'Barrio Sésamo'. Se podían haber buscado otra 'buscona' con más carisma.

Acabo de terminar de disfrutar la primera temporada y ya estoy contactando con las mafias de la mezquindad del P2P para que me suministren la siguiente dosis, en forma de los primeros capítulos de la segunda temporada. Esta vez en versión original. No puedo esperar a la versión doblada. Como yonki cualquiera me he quedado con ganas de más tan pronto terminó el último capítulo de la primera temporada.

En fin, que si estás más próximo al intelecto de un simio que al de Einstein, dudo que ésta sea una serie que aprecies completamente. No estarás a la altura de las circunstancias. Ahora bien, si siempre has tenido inquietud por lo científico (y no hablo de lo que hace Iker Jiménez, que eso no es ciencia) y quieres ver a los arquetipos burlescos de esos personajillos que son los científicos, entonces es una serie que querrás ver. Y me agradecerás que te lo haya dicho. Buenísima. De verdad. Corre a hacerte con tu copia. ¡Ya!

jueves, 30 de octubre de 2008

Dia completo, día agotador

Anoche tenía a medio escribir la gran aportación para hoy. Deberá esperar a mejor momento. Porque ni uno he tenido yo para completarla. Momento, digo. Un día completo. En el que no he tenido apenas tiempo para sentarme en el ordenador y terminar los dos o tres párrafos que quedaban. Como digo, para mejor momento. Pero me alegro. Algo cambia en el trabajo y de lo que antes me quejaba ya no es más que la sombra de la sombra de un recuerdo. Bien. Por el momento.

Eso sí. He llegado a casa -llevo quince horas fuera- y me he sentado a escribir esto, para que nadie me acuse de que falté un día a, cuando menos, dejar unas palabras por aquí.

Ojalá todos los días fueran tan completos. Me alegro por mí.

miércoles, 29 de octubre de 2008

"¡Agárrate a la liana!"

Como todos los niños, en particular los que tienen pito, entrando en fase adolescente, empecé a interesarme por ese extraño, al tiempo que atrayente, universo del sexo. Con esa edad, unos 13 o 14 años, la curiosidad es compartida con el resto del grupo y escuchas las historias que cuentan los otros proyectos de macho que tienen hermanos mayores de los que aprender. Aprendiendo tú a su vez de lo que oyes. Y de las revistas de contenido para adultos que los amigos de tu edad cogían 'prestadas' a sus hermanos mayores.

En cierta ocasión, uno de aquellos préstamos consistió en una cinta VHS que, una vez sustraída del escondite por uno de los compañeros con un hermano especialmente promiscuo, llevamos una tarde a casa de otro cuando los padres estaban fuera. Seríamos siete u ocho niños -la memoria ya no me aporta información tan confiable como antes- sentados, como podíamos, en una sala de estar más bien pequeña, mientras mirábamos alucinados la pantalla de televisión que proyectaba el contenido del vídeo. Se trataba de una recopilación de cortos de un festival porno.

Creo recordar que al poco de empezar a ver escenas de contenido sexual explícito ya estábamos aburridos. Acabas descubriendo muy pronto en qué consiste el cine de adultos: "Hola. Hola. ¿Follamos? Vale. Ah. Oh. Sí. Sí. Sigue. ¡Sigue! ¡Toma! Ooohhhhh. ¡Trágatelo todo!". Todo ello con primeros planos de genitales llenos de pelo (en aquella época no se estilaba el pubis afeitado). En unos 10 minutos ya estábamos abusando del avance rápido del mando y pensando, algunos, en irnos a jugar al fútbol. Al menos hasta llegar a uno de los cortos que impactó las ya nada inocentes mentes adolescentes.

La secuencia de escenas era más o menos así: Un greñúo y bigotúo, look años setenta, se acerca a una negra imponente con minifalta y pelo estilo micrófono rizado. Lo de 'imponente' no es porque estuviese buenísima. Es porque le sacaba dos cabezas al macho buscador de jembras. Era enorme. Y más bien fea, la jodía. Después de un intercambio rápido de gestos, palabras y un cigarrillo, los protagonistas se 'teletransportan' a una habitación pequeña y cutre con una especie de cómoda, un espejo y una silla. Como se trata de un corto hay que recortar metraje, así que el macho ya estaba entretenido chupando las 'tetonas', las que abandonó al tercer lamentón para seguir camino abajo. Al par de segundos le levanta la minifalda y le baja las bragas. En ese justo instante un chorizo de cuatro dedos de grosor y de color betún se desenrolla y cae por efecto de la gravedad ante la cara de asombro -mal actor- del bigotúo. En el mismo momento en que la tercera tercera pata hace acto de presencia se escucha una voz en off, con dicción y acento cubano, rezando un "¡agárrate a la liana, tarzán!". El asombro no le duró mucho al de las greñas, que acto seguido se puso a saborear el miembro viril del/de la negro/a. En menos de cinco segundo en lo que duró todo aquello, los asombrados pasamos a ser nosotros observando aquella escena de perversión absoluta.

"¿Qué es lo que ha dicho?", escuchamos decir a uno de nosotros. Todo había sucedido tan rápido y la escena era tan chocante que nuestros blandos cerebros aún no habían conseguido procesar la voz en off. Al menos la gran mayoría. El más espabilado sí que se había dado cuenta y quería volver a escucharlo. Rebobinamos. Volvimos a ver la escena de la trompa de elefante desenrollándose al tiempo que la voz caribeña repetía su aportación al gran universo de la dramatización.

"¿Agárrate a la liana, Tarzán?". "¿Agárrate a la liana?". "¡Agárrate a la liana!". Tuvimos risas y fiesta y rebobinados durante unos minutos. A la media hora ya estábamos en la calle jugando al fútbol y rumiando lo aprendido. Pero lo mejor es que aumentamos nuestro repertorio de expresiones con una expresión perfecta para acabar las discusiones de gallito. La usamos durante meses.

martes, 28 de octubre de 2008

770

Aquí estoy, peleando con un nokia 770... Desde luego, editar un blog con él puede ser tarea ardua.

Tesoros perdidos reencontrados (XV): 'Dragón', otro relato cutre

'Dragón' fue uno de los últimos relatos que escribí. Una vez más, releyéndo los primeros párrafos entiendo por qué dejé de hacerlo. Escribir, quiero decir. Si creyese que por publicar aquí mis cosas podría perder mi trabajo no lo publicaría, pero esto sirve de recordatorio de las cosas que no debo volver a intentar nunca más. En fin....

Éste no fue publicado en el fanzine de la escuela, pues para cuando lo escribí yo apenas pasaba por la facultad de informática y estaba muy desconectado de todo el ambiente 'in-cultural' del movimiento que había detrás de su publicación. Es más, sospecho que la mayoría de la gente que levantó y movilizó las conciencias durante los años 92-95, que fue en los de mayor participación de todos, ya había desaparecido de aquellos lares, dejando huérfana la revista y sin una mente con intención clara.

Pues nada, a mortificar otro rato a los accidentales lectores que pasen por aquí. A mamarla.

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Dragón

– Pobre hombre –se escuchó un ligero susurro dentro del ascensor–. Tanto tiempo trabajando para la empresa y ahora le dan la patada. La compañera miraba la espalda de aquel hombre al que hacían referencia las palabras de su amiga. Por su constitución y por el leve recuerdo de su cara al cruzarse en la entrada del ascensor, creía que debía rondar los sesenta o, de lo contrario, había envejecido prematuramente.
El ascensor desaceleró bruscamente segundos antes de pararse completamente en el bajo. Las puertas se abrieron y el individuo nombrado fue el único que abandonó el elevador; el resto se dirigía a los aparcamientos de los sótanos. Mientras las puertas permanecieron abiertas, lo contemplaron alejarse hacia la puerta principal del edificio. Llevaba los hombros caídos, símbolo de una derrota interior; de una batalla perdida hacía mucho tiempo ya.
Al atravesar las dobles puertas de cristal sintió el golpe del crudo invierno que estaba azotando la ciudad. No se inmutó, tan solo metió las manos en la vieja gabardina abierta. Se giró y echó una mirada al lo alto del gran edificio; volvió a mirar al suelo y comenzó a andar.
Aún no tenía muy claro hacia dónde iba a dirigirse ahora que acababan de despedirlo.


El primer whisky le supo a rayos. Para una persona que no probaba el alcohol nunca, un vaso repleto de whisky sin ningún diluyente auxiliar era pura gasolina. Pero al cabo de unos pocos dejó de percibir ningún gusto.
Lentamente recorrió el antro con la mirada. El efecto del alcohol y la penumbra reinante le impedían reconocer rápidamente los pocos elementos decorativos. Al fondo, en una esquina, se encontraba una muda y maltrecha caja de música, cuyos discos probablemente hacía mucho tiempo habían dejado de ser tocados por la aguja. Un poco más acá, unas mesas de maderas diferentes rodeadas de sillas dispares completamente vacías y sucias. Unos pocos cuadros comprados de ocasión ocultaban sendas manchas en las amarillentas y descascarilladas paredes.
Observó al borracho que se encontraba al fondo, al otro extremo de la barra. Se había derrumbado, desparramando sus brazos sobre la tabla, de forma grotesca. Babeaba entre ronquidos lastimeros.
Aparte del camarero, era el único ser humano consciente dentro de aquel antro de mala muerte al que había ido a parar. No le importaba lo más mínimo. Pero el camarero no pareció darle tan poca importancia. Tras llenarle por quinta vez el vaso no se alejó buscando algo que limpiar con su rancio trapo, sino que se quedó mirándolo intentando entablar una conversación. Posiblemente intentaba huir de lo monótona que debía ser su existencia durante aquellas lúgubres horas en las que no parecía entrar ni una mosca en el local.
– ¿Qué le trae por este lugar... buen... hombre?– Por un momento pareció dudar que el calificativo buen diera el sentido de cortesía que él quería darle. Desde luego no debían pasar muchos buenos hombres por aquel lugar.
Cerró los ojos un momento, concentrándose en encontrar el equilibrio que se acababa de esconder en algún recoveco de su consciencia. Parecía que iba a caerse sobre la barra como había hecho el borracho del fondo. Volvió a abrir los ojos y le costó enfocar la fea y curtida cara del camarero. Sonrió beodamente, levantó el vaso y diciendo a trompicones “me han despedido” se bebió el resto del contenido de un golpe. Se incorporó con torpeza y depositó un billete grande sobre el mostrador. El camarero miró aquel billete con deseo, hacía mucho tiempo que no veía tanto dinero impreso contenido en un solo trozo de papel.
– Quédese con la vuelta... buen... hombre... – sonrió nuevamente y puso rumbo a la salida. A punto estuvo de caerse en varias ocasiones, pero logró alcanzar el exterior.
El gris y frío mediodía pareció despejarlo un poco cuando penetró por los poros de la piel de su cara. Cada pocos pasos debía pararse y apoyarse en la pared para recuperar el equilibrio que intentaba arrebatarle el efecto del alcohol. Tan sólo se cayó una vez. Una gastada anciana que paseaba por aquel gastado barrio se alejó cuanto pudo del borracho a la velocidad que sus raídas piernas le permitían.
Logró localizar una entrada de metro y se aventuró hacia el interior del subsuelo. Compró un billete hacia su casa y se sentó en espera del metropolitano que debía pasar en veinte minutos.
El alcohol y el cansancio permitieron que durmiera antes que enfrentarse con lo que había estado esquivando toda la mañana. Con el hecho irrefutable de que había sido despedido y de que ya no tenía adónde ir. Evitaron que tuviera que enfrentarse consigo mismo.


Cuando despertó le dolía ferozmente la cabeza. Desconocía las horas que llevaba allí durmiendo. Cuando se dio cuenta, estaba tendido lejos del banco donde creía haberse dormido. Le habían robado los zapatos, la gabardina y todos los objetos de valor que tenía junto con el dinero que le quedaba de su finiquito.
Queriendo arrancarse el sopor, se restregó los ojos con los puños. Notó su cara pegajosa y percibió un olor rancio que provenía del lateral de su cabeza. Había dormido sobre sus propios vómitos.
Se incorporó a duras penas y buscó un reloj en la pared más cercana. Las nueve y media de la noche. El último metro ordinario estaba a punto de pasar; tendría que esperar hasta las once para coger el primero de los nocturnos.
Subió y buscó el primer asiento libre alejado del resto de los pasajeros. Los viajeros lo miraban al pasar con una mezcla entre repulsión y pena. Al sentarse contempló el reflejo de un rostro sobre el cristal. Se reconoció en aquel deteriorado rostro que lo hacía parecer un vagabundo. Pero a fin de cuentas, eso era lo que ese mismo día había pasado a ser: un inestable errante, un viejo desguace inservible. Por primera vez en el transcurso del día, una lágrima se le escapó al observar su devastado e inevitable futuro y se cubrió la cara con las manos para intentar conservar algo de la honra que hoy le habían arrebatado y evitar humillarse aún más ante todos esos compañeros de trayectos que no eran más que caras desconocidas adheridas a cuerpos extraños.
Todos aquellos desconocidos, compañeros fortuitos de vagón, se fueron bajando poco a poco. Tan sólo quedaban una anciana y una pareja cuando se subieron tres jóvenes con el talante y colores de gallos de pelea. Los otros pasajeros bajaron la mirada, como si proceder así pudiera evitar que se fijaran en ellos; la táctica del avestruz. Pero en breve se cebaron con todos; sus burlas se dejaban oír sin ningún tipo de vergüenza: agresivas, provocativas, desafiantes. Eran pollos vestidos con la misma indumentaria que llevaban todos los valentones que se creen ajenos a la sociedad en la que viven y lo quieren demostrar con vestimentas propias de su tribu. Allí estaban, con sus ropajes de colores bélicos y disonantes que los identificaban desde lejos y lanzaban la disuasoria advertencia, como si cascabel de serpiente se tratara, al osado que les dirigiese la mirada.
Al verlos, comenzó a recordar. Su mente buscó en los surcos de la memoria que años atrás abandonó a la vorágine del olvido. Y al velo de unos ojos alcoholizados, fueron apareciendo con nitidez inimaginable. Se remontó muchos años atrás, cuando aún no había alcanzado la quincena.

Allí estaba su hermano mayor, desangrándose por un navajazo de los tarántulas. Él lloraba arrodillado viendo cómo la vida de su hermano se le escapaba pegajosa, rojiza, entre los dedos que intentaban tapar sin conseguirlo aquella herida producto de una emboscada. Respiraba con mucha dificultad. Cada inhalación se distanciaba más de la otra; cada exhalación era menos profunda. En un último esfuerzo, le pidió a su hermano pequeño, que escuchaba tras una cortina de lágrimas de dolor y odio, que cuidara de los viejos. Ahora era todo cuanto les quedaba. Le hizo prometer, con visible esfuerzo, que no haría como él, que realmente cuidaría de sus padres. Las palabras “te lo prometo” alcanzaron unos ojos velados y unos oídos sordos por la muerte.
Pero las palabras pronunciadas con dolor no podían apagar otra escrita con el fuego del odio en su corazón: venganza. Y una promesa hecha a un muerto no salvaría a los causantes de su muerte. Sí, cuidaría de los viejos, pero antes debía cobrar una deuda.
Dos semanas más tarde, tenía ante sus ojos a quien asestó la mortal puñalada. Temblaba por el miedo y por los golpes, sujeto por ambos brazos, derrumbado de rodillas, por los componentes de la banda de su hermano asesinado. Su cara llena de magulladuras y moretones no le ablandó. Le sujetó por el mentón y le levantó la cabeza hasta enfrentar sus ojos. Los suyos, ahítos de rabia, los del otro, cargados de dolor. Lo estudió detenidamente durante breves segundos. Le escupió a la cara y sin pestañear le rajó la garganta. Así fue como a los catorce años y poco mató sin compasión a una persona que para él ya no era persona; era uno de los cerdos que acorralaron y mataron a su hermano. Y la sensación le agradó.
Aquella muerte no logró calmar su rabia, pero lo inició como el miembro más joven de los dragones y así lo acreditaba el tatuaje que llevaba en su pecho a la altura de su corazón, ganado con la sangre de una tarántula.
Había acabado con el verdugo, pero no con los compinches que lo acorralaron y lo apalearon para ponérselo en bandeja; igual que habían hecho ellos posteriormente con el mismo verdugo. Quedaban los demás y no descansaría hasta verlos a todos muertos. Así fue cómo empezó su cruzada personal. Para cuando cumplió los quince ya llevaba doce cicatrices, dos de ellas en la cara, y había provocado treintenas a sus enemigos. Era el que con más arrojo se lanzaba a la batalla, el que más enemigos reducía con sus golpes, el que más sangre rival esparcía. Con tanto coraje luchaba que pronto sus propios compañeros de batallas lo elogiaron. Hasta tal punto se convirtió en punta de lanza, siendo el que siempre corría primero contra los otros, que dejaron de llamarlo por su nombre y lo rebautizaron como Dragón. Aun siendo el menor de todos ellos, esperaban hasta que él lanzaba, con su voz inmadura de niño prematuramente crecido, el grito de guerra: “¡Dragones, muerte a los tarántulas!”.
Se ganó una merecida reputación con sudor y sangre, suyos y ajenos. Y tras sobrevivir, peleando ferozmente con músculos precozmente forjados de acero, a varias emboscadas de sus enemigos, comenzaron a rehuirle. Sin pretenderlo, todos hablaban de él. Muchas chicas lo miraban con la adoración que se le brinda al héroe victorioso y se le entregaban gratuitamente. Otras lo odiaban: eran las hermanas y novias de aquellos tarántulas caídos, tullidos y minusválidos que había ido dejando en su carrera a un éxito construido sobre una montaña de sufrimiento ajeno.
Era un luchador, un guerrero. Era alguien. Alguien admirado y temido.
Pero sus padres no lo querían así. Aquellos a los que había prometido, ante la muerte, proteger y cuidar, lo rechazaban abiertamente. Y los odiaba por ello. Y se odiaba a sí mismo por odiarlos. Porque antaño, no hacía tanto tiempo, los había querido y amado, cuando se mantenía al margen de aquellas guerras, sin sentido ni motivo decía su padre, que se desarrollaban abajo en las calles de su empobrecido barrio. Sin embargo, ahora, tras lo que le parecían siglos, él participaba de aquellas incongruentes luchas; y ante los ojos de niño educados por su padre, no dejaba de verse como un hombre fracasado forzando su propia muerte. Los rehuía porque le recordaban una promesa por la que no estaba dispuesto a renunciar a un universo de violencia que lo habían convertido en un ídolo.
Pocas veces volvía ya a su casa, huyendo de la insostenible mirada de sus padres. Dormía fugazmente en la cama de alguna niña que se le entregaba con veneración o en la calle, como un perro, siempre alerta a un posible ataque. Cuando regresaba, una vez cada diez o quince días a lo sumo, lo hacía porque ya no soportaba tanta adrenalina, tensión y sobresalto en sus momentos de descanso a la intemperie, y se entregaba a dormir descargando la vigilia sobre los hombros de sus padres. Allí podía recuperarse de esas horas de insomnio forzado, sabiéndose a salvo ante la triste mirada de sus progenitores. Regresaba cuando estaban dormidos, de madrugada, y dormía todo el día hasta la noche siguiente, momento en el que comprobando que volvían a dormir, abandonaba su cuarto y se adentraba nuevamente en sus territorios.
La noche en que todo comenzó a cambiar empezó esquivando el vengativo cuchillo que una falsa adoradora entregada lanzó contra su pecho cuando lo recogió en su cama. Era el arma lanzado por una chiquilla, no mucho mayor que él, novia de algún tarántula que había caído bajo su propia navaja. Cuchillo que no le costó arrebatar con un rápido golpe fruto del hábito. Luego la humilló poseyéndola ferozmente en su lecho, arrebatándole a la fuerza su virginidad. Aquello le dejó mal sabor de boca, por lo que a media noche salió a cazar ratas, encontrando a dos que machacó a golpes hasta la inconsciencia, hasta calmar su amarga conciencia.
Cansado, decidió aliviarse en la tranquilidad de su dormitorio. Cuando llegó encontró a sus padres aún levantados. Estaban sentados juntos en la mesa de la cocina. Su padre, sin camisa, tenía un vendaje casero alrededor del torso, con una ligera mancha rojiza en el lado izquierdo, que su madre terminaba de ajustar. Preguntó. Su padre había evitado que un pobre e infeliz borracho fuera apaleado y robado por unos dragones. A cambio, los amigos de su hijo le habían rajado un costado. Su madre lloraba porque si no podía trabajar por aquel corte, le despedirían y los echarían de su casa, sin dinero para vivir. Resultaba que aquel infeliz, que le había costado un navajazo a su padre, un disgusto a su madre y que ahora dormía su borrachera en la cama de su desaparecido hermano, llevaba en la cartera mucho más dinero del que el honrado sueldo de trabajador en la fábrica de su padre les permitiría reunir durante todo un año. Su padre lo había traído a su casa, desconociendo la cantidad de dinero que portaba consigo, porque desangrándose no podría llevarlo a un hospital. Les dijo que se quedaran con el dinero, que vivirían holgadamente durante mucho tiempo mientras su padre se recuperaba; en cuanto al borracho, lo bajaría ahora mismo a la calle, para que la durmiera en el asfalto; dudando que a la mañana siguiente se acordara siquiera de cómo había ido a para allí, ni de que había estado bajo su techo. Su padre le gritó que él no había criado a una rata insensible, que no era mejor que los tarántulas a los que tanto odiaba y que de seguir pensando así era mejor que abandonara su techo donde siempre había recibido y vivido gente honrada y trabajadora que no habían hecho jamás mal a nadie. Sin mediar más palabras, dio media vuelta y se marchó por donde había entrado.
Pasó más de un mes antes de que volviera a refugiarse nuevamente bajo el techo familiar. Esta vez porque sus hazañas estaban comenzando a molestar al cuerpo de policía, que normalmente no prestaba mucha atención ni ayuda a los habitantes de aquella zona, pero que en su búsqueda de nuevos territorios por conquistar estaba alcanzando a otros barrios, enfrentándose a bandas diferentes y sembrando algo de su reino de terror en otros lugares, de gentes socialmente diferentes a las de su localidad.
Sin embargo, aquella mañana, su padre no respetó su sueño de vampiro y lo despertó. Apunto estuvo de costarle la vida el sobresalto que le causó ser arrancado de su tranquilo sueño, encontrándose soñando con la tranquilidad de su cama cuando aún era inconsciente del mundo al que se había lanzado para saciar su sed de venganza. Le preguntó a su padre por qué no estaba trabajando esa mañana como todas las otras mañanas que él recordaba. Pero luego se fijó en que ocultaba la mano dentro del bolsillo de su raída chaqueta y le preguntó el motivo. “El dolor”, contestó sosegadamente, y le mostró una mano de dedos crispados, hasta el punto que clavaban las uñas en la palma. “¿Qué pasa, viejo?”. “Simple. Me estoy muriendo, hijo”. Esta última afirmación lo cogió desprevenido, por sorpresa, y fue incapaz de articular respuesta alguna.
Ante el silencio, el padre comenzó a contarle su historia. El hombre al que había salvado la vida aquella noche, resultó ser una persona importante, propietario de una empresa, que se perdió, habiendo bebido más de la cuenta, por las calles del barrio y cuyo coche se averió cerca de donde lo atacaron. Como agradecimiento le ofreció pagarle los gastos médicos y compensarle con una retribución económica. Era un buen hombre, padre de familia como él mismo había sido una vez. Su padre aceptó el médico pero por otro motivo. Hacía ya tiempo que sentía bruscos y repentinos mareos que le sobrevenían a cualquier momento. Aprovechando la ocasión consultó a un especialista que de otra forma no habría podido pagar. Lo que sospechaba se ratificó: algo se le había jodido en la azotea; cáncer, un tumor se lo estaba comiendo vivo por dentro. Entonces aquel hombre se ofreció a dejarle una suma a su mujer para cuando él muriese. Pero él prefirió pedirle otro favor. Le habló de un hijo descarriado al que siempre había querido; le confesó su creencia de que tarde o temprano volvería al buen camino y que si lo colocaba en algún puesto de su empresa, podría ayudar a su madre hasta el final de los días de ésta. El hombre aceptó y lo esperaba para cuando quisiera incorporarse. “Hijo, debes cuidar de tu madre”, concluyó.
Esas últimas palabras de su padre despertaron el eco de otras que había oído en labios de su moribundo hermano y que él, por odio y sed vengativa de sangre, había relegado al olvido. Había renunciado a pensar que sus padres pudieran necesitar de su ayuda y, ahora, la voz fantasmal de su hermano le reventaba los tímpanos mientras sus ojos le mostraban con desmedida crudeza la realidad de un padre moribundo. “Cuida de los viejos”, se repitió para sí en voz baja y se odió por todo cuanto había hecho para no cumplir su promesa; por lo egoísta que había sido. Había matado y maltratado por sí mismo y por su hermano muerto, pero nunca había hecho nada por sus propios padres y, contemplando los ojos sin esperanza de su padre, volvió a ver los de su hermano muriéndose y rompió a llorar. Pero esta vez ya no eran lágrimas de amargo odio, eran las lágrimas de un niño que llora de tristeza y que se abraza a su padre buscando un consuelo que no encontró nunca en la venganza.
A los pocos días se presentó en la oficina y al lunes siguiente comenzó a trabajar de mozo en uno de los almacenes.
En dos meses su padre murió y su madre lo siguió tres años después. Pero él ya había cambiado. Desterró al admirado y temido Dragón y se entregó a su nueva vida cargada de monotonía. Exudaba soledad por los poros y continuó siempre solo, sin desear ni soportar a nadie a su lado. Iba de casa al trabajo y de éste de regreso a casa para dormir hasta el día siguiente. Huraño y poco hablador con los compañeros del trabajo y con cualquier persona que intentara introducirse en su vida.
Tras la muerte de su madre, con todo su escaso sueldo para sí mismo, decidió mudarse a otra vivienda, en otro lugar lejos de aquel barrio lleno de dolor, odio y rencor. Si no hubiera dejado aquella vida, reflexionó, era cuestión de tiempo que hubieran acabado con él.
Durante casi cuarenta años, realizó su trabajo impecablemente. Le ofrecieron el puesto de jefe de almacén en varias ocasiones y él lo rechazó siempre porque no quería volver a sentirse importante. Tan sólo quería seguir adelante, sin más. En otras ocasiones, las caídas del mercado obligaban a realizar recortes de personal, pero a él nunca se le despidió. Sus compañeros de trabajo lo odiaban por su independencia y porque estaba protegido por el mandamás. Sus jefes lo odiaban porque no podían, en su caso, tomar decisiones sin verse humillados por contraórdenes del mandamás. Nadie lo quería por su condición de protegido; todos lo odiaban porque ellos eran vulnerables, mientras que a él nunca se le podría echar. Ni tan siquiera les dejaba el placer de ser ellos quienes le dieran la espalda; él había pasado de ellos desde el principio.
Hasta aquel día en que recibió la noticia de que el dueño había fallecido junto con el requerimiento de presentarse en las oficinas centrales al siguiente lunes. Así lo hizo, llevaba su mejor traje, chaqueta y zapatos. Tan sólo los había usado una vez antes, en el entierro de su madre. La gabardina también estaba poco usada. Acudió, nervioso, para que le explicaran “que la nueva directiva había decidido cambiar varias cosas en su afán por romper con viejas concepciones y políticas desfasadas, defendidas fervientemente por el anterior presidente y dueño, que estancaban a la empresa dentro de un mercado cada vez más competitivo y daban una imagen de debilidad ante los accionistas frente a la competencia. Que para lograr sus nuevas metas y abordar el nuevo rumbo fijado, habían decidido colocar a personal altamente cualificado y eficiente en cada uno de los puestos de la renovada empresa, desde el más importante hasta el más insignificante. Que si era tan amable de pasar por contabilidad –planta quinta–, podría recoger el sueldo hasta la fecha y su finiquito y que, atendiendo a la consideración especial que le había dirigido el anterior presidente y dueño de la empresa le darían una considerable gratificación”. Sin más lo despidieron.
Con la considerable gratificación cargada en sus bolsillos abandonó el edificio, sede central de la empresa para la que había estado trabajando durante cuarenta años, adentrándose en la fría mañana de invierno.

Poco a poco fue regresando al presente. Un presente que le mostraba a escasos metros tres niños insolentes que lo miraban burlescamente y se mofaban de él. Uno de ellos hizo el gesto de sacarse un moco y de lanzárselo, lo que despertó al instante carcajadas en los otros dos. Se reían de todos sin importarles nada.
Y el dragón que creía muerto ya, y que simplemente estaba dormido, comenzó a despertar. La sangre comenzó a hervirle, sus músculos empezaron a tensarse y su cabeza se inclinó ligeramente hacia delante, para contemplarlos con la mirada de un cazador; de un león dispuesto a saltar sobre ellos. Se levantó lentamente. Tenía la mano derecha sobre el pecho bajo la camisa semiabierta, posada sobre el deslucido y desgastado tatuaje de un dragón. Lo embargó el placentero recuerdo de la victoria y del miedo y la admiración que causaba.
Aquellos que tenía allí no eran diferentes a los tarántulas que tantas veces pateó. Eran escoria. Y no era imposible que fueran también tarántulas con otros hábitos. Debían morir para que él recuperase su propia estima. Y lo iba a realizar con sus manos desnudas, como hiciera antes con otras cucarachas.
El ruido del metro quedó escondido bajo un ensordecedor alarido que sobresaltó a todos.

– Teniente, los chicos mantienen su versión de que el viejo los atacó enloquecido. Que ellos tan sólo se estaban riendo de él por haberse vomitado encima; pero que en ningún momento lo provocaron –. El policía revisaba unas notas–. Sin embargo, la vieja, la señora... como se llame... dice que era un valiente; que esos niñatos estaban molestando a todos y que él fue el único hombre con cojones -literalmente lo dijo así- para enfrentarse a ellos.
– ¿Qué dicen los otros?
– ¿La pareja? Parecen ratificar lo que cuentan los críos. Dicen que el hombre se levantó y se abalanzó sobre ellos gritando algo así como “dragón”. Aunque desconocen si hubo provocación, porque miraban hacia otra parte.
– ¿Dragón? Qué raro. ¿Se sabe algo de la identidad de ese hombre? ¿Podría ser un demente escapado del psiquiátrico?
– Negativo a lo primero. Iba indocumentado, pero sinceramente creo que le robaron, porque la camisa y el pantalón no parecen los de un vagabundo normal; y tampoco creo que un demente escapado vistiera así. De todas formas lo encontramos inconsciente y está de camino al hospital. Los de la ambulancia dijeron que tiene un derrame en el ojo izquierdo y que no descartan una posible hemorragia encefo... ¡Como coño se diga! Bueno, si logra despertar ya nos lo contará él mismo.
El detective chupó profundamente el cigarro y mantuvo, pensativo, el humo durante un largo período para exhalarlo por las fosas nasales al terminar. Tras un minuto, el policía impaciente preguntó:
– ¿Qué hacemos con los testigos? ¿Y con los chicos?
– Nada. Deje irse a esas personas a sus casas, pero antes tome sus datos. En cuanto a los chicos... Creo que algo de culpa tienen en todo este drama. Vamos a darles una pequeña lección. Llévelos a comisaría y déjelos esta noche entre rejas. Mañana ya se encargarán sus padres de darles unas cuantas tollinas. Ande, vayámonos. Ya no hay nada más que ver aquí.

Poco a poco los sentidos le fueron comunicando dónde se encontraba. Estaba sujeto sobre una mesa o, como posteriormente descubrió, una camilla. El techo, blanco, estaba a muy corta distancia. Sentía movimientos bruscos a izquierda y derecha; así como acelerones y frenadas. Escuchaba una sirena a una distancia fija, muy próxima a él; ni se alejaba ni se acercaba. Sin lugar a dudas se encontraba en el interior de una ambulancia que lo transportaba a él. Le dolía mucho la cabeza y no podía abrir el ojo izquierdo; pero con el derecho hizo un barrido moviendo ligeramente la cabeza; única parte de su cuerpo que no estaba inmovilizada por agarres. Encontró a un hombre vestido con un uniforme de camisa azul celeste y pantalones negros que manipulaba unos tubitos que tenía conectados al antebrazo. No había lugar a dudas, estaba en el interior de una ambulancia que lo llevaba a alguna parte.
¿Pero cómo había ido a parar allí? Intentó recordar los últimos acontecimientos. Lentamente fueron apareciendo imágenes y se vio a sí mismo lanzándose hacia unos chiquillos. Cómo uno de estos, el más cercano, lo esquivaba y le daba un golpe en la espalda y, como resultado de un tropiezo, era lanzado contra una ventana que se rompía. Entonces todo era negrura hasta que había despertado hacía unos minutos dentro de la ambulancia.
Una sensación de vacío infinito se apoderó de él. Se sentía nada; como si fuera un viejo que ya no importaba a nadie. Tampoco tenía a nadie a quien pudiera importarle. Y comenzó a llorar. Era nadie que se desplazaba en una ambulancia hacia lo desconocido; nadie para el que ya no había un hueco en este Mundo. Era un ser inútil sin futuro que se arrastraría como una sombra de lo que antaño fue; hasta que la muerte simplemente formalizara el trámite.
El Dragón había muerto.

Las Palmas de Gran Canaria
3/febrero - 26/abril/1998

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lunes, 27 de octubre de 2008

Tardes de sofá: Terry Pratchett en la caja tonta

¿Qué tal el fin de semana? ¿Escaqueándote de limpiar el cemento después de la obra de reforma? ¿Ignorando los comentarios relativos a pintar de nuevo porque las paredes están echas un asco? ¿Pasando, en general, de lo que son tus obligaciones domésticas y para con tu pareja? Bueno, si es así, eres un mal tipo. Pero como sea que mi finalidad es conseguir un puesto de rango alto en el infierno tentando a los débiles de espíritu, hoy seguimos debilitando la de ya por sí raquitica fuerza de voluntad que te queda.

Para que vayas preparando las excusas del próximo fin de semana, que se avecina complicado en cuanto a elasticidad de la tolerancia que muestra tu pareja sobre tu ataque crónico de vago, te recomendaría que meditases la opción de hacerte con tu copia legal, por alguna de las vías que aún se contemplan en la ley para conseguir una copia de uso privado sin ánimo de lucro, de la mini serie de dos capítulos 'El color de la magia', adaptación para la pequeña -en mi caso ya no tan pequeña- pantalla de los dos primeros libros de la serie 'Mundodisco' del prolífico Terry Pratchett. Libros que te recomendaba hace unas semanas, por cierto.

Gracias al abaratamiento del precio de los efectos especiales por ordenador, ya no hay producción para la televisión que se precie que no los use, lo que permite, a veces para nuestra desgracia, la producción masiva de productos cutres y salchicheros. La mini serie de la que hablo hoy, sin ser un referente de los efectos digitales, tampoco se puede decir que sean tan rematadamente malos que te hagan desear arrancarte los ojos de las órbitas. No pasa lo mismo con los subtítulos en español que puedes conseguir, claro, porque de momento la serie tan solo la he encontrado en su versión original. Hubo momentos que sentí que me sangraban. ¿Pero de qué me voy a quejar yo, que soy de ciencias y no de letras?

Como es lógico (porque dicen por ahí que debe serlo), en las adaptaciones de libros se deben sacrificar momentos y/o personajes, llegando a reestructuras, en ciertos casos, el flujo de acontecimientos. Esta no va a ser una excepción, y se han comido algunos buenos momentos de los dos libros, aunque han respetado la esencia de la historia. Lástima que se hayan comido muchos de los momentos geniales del 'equipaje'. Esto y otras cosas por el estilo, según yo lo veo, para disfrutar esta adaptación -o resumen- en particular debieras haber leído los libros -hay demasiados elementos que solo los entiendes si lo has hecho- y, como seguramente los habrás leído (con tal de no hacer nada en casa eres capaz de hacerme caso), echarás en falta muchas cosas al tiempo que 'los buenos momentos' ya te los conocerás, por lo que no pasará de ser una adaptación simpática de lo que ya conoces. Salvo que haga mucho tiempo que los has leído, por lo que te puede servir de refresco y volver a disfrutar plenamente de la historia.

En cualquier caso ahí está, al alcance de unos pocos clics de ratón, y sumergida hasta el gaznate en el pútrido fango del universo de las mafias p2p, tu copia legal -que no legítima- de este producto que conseguirá, al menos, hacerte pasar un rato entretenido (nada menos que tres horas). ¿Necesitas otra excusa para seguir acumulando calzoncillos -o bragas- sucios en el rincón de tu habitación un fin de semana más? ¡Celebra que es el primer fin de semana de noviembre! Ya pondrás la lavadora el siguiente, muchacho/a, que no le van a salir patas y huir en busca de un propietario que le de mejor uso... salvo que esté hecha de peral sabio, claro, como 'el equipaje' de Dosflores. Que la disfrutes.

viernes, 24 de octubre de 2008

Tardes de sofá: John Doe, tal vez sí, tal vez no

La serie de televisión John Doe cayó en mis manos hace bastante tiempo (¿un par de años, tal vez?) y me enganchó desde el primer capítulo. Hoy te invito a que te plantees seriamente, de cara a un fin de semana más, a olvidarte de pasar la mopa por tu casa y dedicarte al hedonismo más puro y absoluto. Tus arterias te odiarán un poco más por cargar con tanta obstrucción por grasas saturadas.

Con unos años ya de antigüedad, y una única temporada producida y emitida, como todas las series, tiene altibajos más o menos pronunciados, ofreciendo capítulos interesantísimos junto con algunos que preferirías olvidar haber visto.

Con un personaje que lo sabe todo de todo (al menos lo cognoscible), pero que de fumar tanta maría ha dejado de ver las cosas en colores y ha olvidado hasta las juergas con los colegas en el bar, la serie discurre entre el existencialismo patatero y la investigación de casos de homicidio, mayoritariamente, sin demasiada conexión aparente entre ellos. Todo ello dibujando de fondo conspiraciones y contra-conspiraciones de perversos grupos de interés (seguramente patrocinados por banqueros) que no terminas de entender muy bien para qué están y que te podrían hacer pensar que es mejor dedicar tu tiempo a otra cosa. Pero la combinación consigue su finalidad: entretener. Que es de lo que se trata siempre. ¿O no?

En cuanto a los actores, pues como siempre. Los hay que consiguen hacer creíble sus papeles y otros que te hacen llorar, como cuando pelas cebolla, de lo malos que son. Estos últimos suelen morir en cualquier momento de la serie. Preferiblemente enterrados vivos. Lástima que sea una ficción, que se merecen eso y más por ser tan malos.

Una lástima que no llegasen a cerrar la historia y se cancelase después de emitir la primera temporada. En Internet podrás encontrar, sin embargo, la explicación para los superpoderes del daltónico héroe protagonista. Otra cosa es que quieras creértelo.

En fin, que si te van las historias policiacas, en este caso aderezadas con un enterao de los cojones, y con una trama de fondo tipo expedediente X existencialista ('¿de dónde venimos?', '¿a dónde vamos?', '¿por qué no puedo dejar de ver porno?', '¿por qué envidias al amigo por la novia tan buena que tiene?', y cosas semejantes), y le das un poco de cancha a los momentos 'culebrón' que nos meten en todas las series, entonces ésta será una serie que te hará pasar un buen rato. Al menos conseguirás olvidarte de lo mal que lo vas a pasar cuando no puedas pagar la hipoteca.

jueves, 23 de octubre de 2008

El odio también genera belleza

La rivalidad llevada al extremo.

Un documental que sí deberías ver: 'Secretos del universo', por Stephen Hawking

Si hace dos semanas recomendaba todo un clásico de la divulgación científica como es la serie 'Cosmos', hoy toca recomendarte otra que te hará, una vez más, mejor ser humano (entiendo que ya has adquirido la condición de humano porque me habrás hecho caso y la habrás visto). Se trata de la magistral y estupenda serie documental de casi seis horas de duración que protagonizó Stephen Hawking y que lleva el nombre de 'Los secretos del universo' o comunmente conocida como 'El universo de/según Stephen Hawking'. ¿Cómo no?

La serie documental es de las que, si eres una persona de bien y se interesa por estas cosas, sabrá disfrutar y querrá repetir en un futuro no demasiado lejano. Siempre se aprenden cosas nuevas. Te lo digo yo y te debería bastar. Lo que sí que no va a suceder es que se te pegue algo -al menos algo bueno- del genio Hawking por el simple hecho de verlo. Tal vez podemos encargar una silla de ruedas similiar a ver qué tal te sienta, pero me parece que lo tu 'limitación' es intelectual y no motriz.

Recalco lo que comentaba al principio del párrafo anterior: 'si eres una persona de bien'. Estoy absolutamente convencido que solo las verdaderas personas de bien, las que llevan el cambio a mejor en sus mentes, se interesan por estas cosas. El resto no es más que una masa poseída y controlada por el gen egoísta y que no dejará una huella profunda en el devenir del Tiempo. Eres y serás carne de gusano. Asúmelo.

El trabajo de Hawking debería ser, junto con el de Sagan, de obligado estudio en las escuelas y promovido por los padres. Propondría que a aquellos padres que no obligasen a sus hijos a ver la serie documental sean apaleados en plaza la plaza mayor para escarnio público.

Sobre el documental, que ya tiene más de una década, poco puedo decir que no vayas a descubrir tú solito viéndolo. Si es que el nombre ya no te es suficiente para hacerte una idea, claro. Te aviso: No busques extraterrestres, que esto va de cosas más interesantes. Si lo que te van son los 'hombrecitos verdes' espera a los próximos carnavales o dedícate a Íker Jiménez.

Como tengo la absoluta certeza que no vas a hacer el menor esfuerzo económico para comprate la serie (y conste que yo soy uno de los afortunados poseedores), y más interesado en que aprendas cosas importantes sobre el universo que te rodea antes que defender a las mafi... a los grupos que protegen los derechos de autor y atacan, con su dudoso deseo nada lucrativo, a las verdaderas mafias que promueven el intercambio lícito y verdaderamente sin ánimo de lucro usando las redes P2P, te paso tres enlaces que puso un chaval de generoso corazón para que te tragues las seis horas en tres partes (y a poder sin respirar): parte 1, parte 2 y parte 3. Ahí te quedas. Si sobrevives al esfuerzo intelectual hablamos.

martes, 21 de octubre de 2008

No consigo concentrarme

Llevo unos cuantos días que me resulta imposible concentrarme en el trabajo. Creo que sufro de transtorno por déficit de atención y que he tardado demasiado tiempo en darme cuenta...

Tesoros perdidos reencontrados (XIV): Algunos diseños

Al poco de llegar el primer PC a casa, por el año 90, mi padre, deseoso de incorporar las nuevas tecnologías a su repertorio técnico, me obligó a conseguirle, contra viento y marea, e incluso jugándome el plato de lentejas si no lo traía pronto, un programa del que le habían hablado maravillas y que se llamaba -y llama- Corel Draw. Al final se llevó un pequeño chasco, porque aunque lo usaba con frecuencia, no era la herramienta que esperaba. El eterno problema de la gestión de expectativas. De las películas que nos montamos nosotros mismos, claro. La gestión de clientes es otra cosa.

Al final, el que le acabó cogiendo el gusto al Corel Draw fui yo. Aunque no le alcanzo la suela del zapato a mi padre en cuanto a capacidad pictórica y artística, siempre me ha llamado mucho la atención el diseño gráfico. Me gusta y, de no haber sido siempre tan dejado y abandonado (mi madre sugiere el término 'ganso' para decir lo mismo), le hubiese dedicado más tiempo a intentar aprender más sobre la materia. No le he dedicado mucho tiempo al asunto, pero sí que me gustaba 'hacer mis pinitos' con el programa de diseño. Al menos lo básico.

Sin tener puñetera idea de tipografías, de gamas cromáticas y Pantone, de equilibrios en composición, ni de las mil polladas elitistas que manejas los diseñadores de renombre, sí aprendí lo justo y necesario para resolver mis cosas con cierto toque artístico, si se le puede llamar de alguna forma a lo que me salía. Así no era extraño que me montase cada mes una hoja con el calendario para ir apuntando las cosas que tenía que entregar (y que no entregaba, claro).





O que de vez en cuando le echase una mano a un conocido preparándole un pequeño cartel en el que publicitar su actuación...




Incluso que hiciese algún diseño para papelería corporativa de una empresa. En particular el siguiente diseño es el que hice, a mediados del 98, cuando, aún trabajando como autónomo, estuve a punto de montar mi segunda 'gran' empresa con un compañero. Tan ambiciosos éramos que ya lo llamábamos 'grupo' desde el principio. En realidad no éramos más que dos muertos de hambre con pretensiones empresariales que seguíamos dependiendo de nuestros progenitores para tener el dinero suficiente con el que coger la guagua.



Hice otros diseños, la mayoría bastante malos (valga para confirmarlo la muestra que dejo), pero el tiempo y el descuido hacen que encontrarlos y recuperarlos resulte en una práctica cercana a la ciencia ficción. Tal vez cuando siga removiendo los cientos de megas que recopilé la última vez que estuve buscando entre los cd's viejos, vaya apareciendo algún otro dibujo que merezca la pena presentar.

Por cierto, como hace tanto tiempo de esto, las fuentes de texto que empleé originalmente ya no están disponibles en el nuevo ordenador, así que se han sustituido automáticamente por las que el programa consideró mejores candidatas. La verdad es que tampoco importa mucho.

lunes, 20 de octubre de 2008

¿e-libros?

He encontrado un sitio que me resulta sumamente interesante: aquí.

Estoy pensando en cambiar de cámara

Estoy pensando en vender todo mi equipo fotográfico Nikon (D50, D200, 10-20, etc., etc.) y pillarme esta. Para el uso habitual que yo le doy a la cámara, sospecho que una 'prosumer' me dará iguales resultados. Y es más barata.

La peña se te sube a las barbas

Hay que ver cómo es la gente. Si no les pones límite se aprovechan de ti. No sirve el buen rollito y el suponerles que son responsables y honrados. En cuanto pueden te la meten doblada. Si les llamas la atención se mosquean.

Sólo entre semanas

Bueno, he decidido que publicaré una entrada al día en el blog 'oficial' sólo de lunes a viernes. Los fines de semana me resulta harto complicado dedicarle un rato (y no tengo ganas). Para esas pequeñas cosas, tengo éste.

El sábado estuve de bajón y he dedicado el fin de semana, en la medida de mis posibilidades, a sobar lo que pude. Hubiese querido dormir muchas más horas, pero no pudo ser. Alguna vez me planteo ir a algún centro de esos que te dejan durmiendo durante todo un mes hasta que recuperas tus ciclos normales y el equilibrio de serotonina en el cerebro.

En fin, que el tratamiento para este fin de semana ha sido meterme un atracón de series:

  • Varios capítulos de 'The big bang theory' (buenísima)
  • Otro de la serie 'Chuck' (creo que la voy a dejar)
  • El primero de 'Galáctica', el remake (me gusta y estoy esperando que se descargue el resto)
  • Los cinco primeros de la segunda temporada de 'Las crónicas de Sarah Connors' (casi vomito con el dedicado a los sentimientos del ciborg, el resto entretenidos)
  • Cuatro más de la segunda temporada de 'Torchwood' (cutre, pero me encanta por la candidez)

Y algo de lectura, también.

Otro fin de semana así y me corto las venas.

Otro juego que no debes comprar: Devil May Cry 4

Ya he comentado que los juegos de tipo mata-mata-mata, preferiblemente con espada, de acción en tercera persona, son los que más me relajan. Devil May Cry 4 es de ese tipo. Siendo la cuarta entrega de esta franquicia, es el primero que veo de la saga. Hasta tropezar con él no sabía ni que existía. Lo conocí jugando la demo en casa de un amigo, antes de yo tener la PS3 y me encantó. Tanto que, cuando al final decidí ser propietario de mi propia consola de última generación, fui al videoclub y lo alquilé.

Un fin de semana largo, con un puente, lo saqué por poco menos de 4€ y, ya puestos, lo acabé. En total creo que dediqué unas 11 o 12 horas, como mucho (ofreciendo un coste de hora de ocio de 0,36 €, lo que es bastante poco para como está el mercado y la situación económica).

El juego tiende a aburrir y ser repetitivo hasta la saciedad. Los monstruos de final de fase son relativamente sencillos de pasar, lo que siempre se agradece. Me toca mucho el escroto llegar al final de la fase y pasar dos horas intentando acabar con el malo malísimo de la muerte. Es desproporcionado. Tengo la absoluta certeza que la violencia de los juegos no es lo pernicioso para la mente infantil. Lo pernicioso es la frustración que genera en las pequeñas mentes el no poder progresar y acabar un juego. Es la frustración el origen de los peores actos bélicos y violentos. Los que organizan tanto ruido por la violencia de los juegos deberían organizar una plataforma exigiendo juegos que puedan ser completados por cualquiera, en lugar de hacerse tanta paja ideológica.

Ya estoy derivando...

El juego es uno de tantos en el que te lo pasarás pipa matando matando y matando a todo bicho que se te ponga por delante, y permitiendo con ello desahogar esas pulsiones de muerte que te poseen de lunes a viernes cuando conduces el coche camino del trabajo (si eres de los afortunados que tiene los fines de semana para descansar). Con una componente casi nula de plataforma (y lo que se podría calificar de puzzle en tres dimensiones), y como decía antes, se acaba convirtiendo en bastante aburrido. Vas mejorando destrezas a medida que matas y con esas nuevos combos vas aniquilando a enemigos cada vez más duros de pelar. Pero, como pasa con todos los juegos, al rato ya conoces la dinámica y queda disfrutar de los escenarios y los gráficos, que pese a que son buenos, tampoco quitan el sentío.

En fin, que te recomiendo que, si realmente lo deseas, esperes a que lo bajen bastante de precio. En caso contrario, si simplemente lo que quieres es pasar un rato, alquílalo y termínalo. Así en plan pañuelo de papel: usar y tirar. Ya que no puedes hacerlo con el sexo opuesto (o el que te atraiga), hazlo con los videojuegos.