sábado, 28 de agosto de 2010

'El restaurante del fin del Mundo'

Es un hecho casi irrefutable y plenamente constatado y contrastado que en el 99,99999% de los 10100 universos alternativos de Hugh Everett se cumple la creencia que reza «segundas partes nunca fueron buenas». En un número aún superior también se cumplen «excepciones que confirman la regla». Como 'El imperio contraataca' o 'El caballero oscuro'. Esos son buenos ejemplo de que siempre hay esperanza de que las segundas partes sean mejoras que las precursoras. Al menos las dos mencionadas han sido mejores películas que las primeras partes en el 100% de los universos desconocidos. Sin embargo, no es el caso de 'El restaurante del fin del Mundo'.

Es un hecho igualmente irrefutable y plenamente constatado y contrastado que mi yo en el 99,99999% de los 10100 universos alternativos de Hugh Everett sufre de un desorden obsesivo compulsivo de corte consumista que le empuja a, una vez leído un libro que le ha gustado, lanzarse a comprar inconscientemente otros libros del autor. A veces, de cuatro en cuatro. Aunque, en la mayoría de las ocasiones, en un algo más comedido de dos en dos.

También es un hecho casi irrefutable y plenamente constatado y contrastado que en el 99,99999% de los 10100 universos alternativos de Hugh Everett, mi yo suele llevarse un chasco al leer el siguiente de esos libros.

Uniendo esos tres hechos casi irrefutables y plenamente constatados y contrastados, podemos concluir que en el 99,99997% de los 10100 universos alternativos de Hugh Everett yo he comprado compulsivamente el segundo volumen de la trilogía en cinco partes de 'Guía del autoestopista galáctico' [reseña]. Que en todos esos 99,99997% casos se cumple que no es buena y que, consecuentemente, yo me he llevado un chasco soberano leyéndola.

Tras tanto análisis estadístico y cuántico, aclarar que el libro no es malo, ni mucho menos. Simplemente que no es bueno. Más bien tiende a lo mediocre. Lo que, siendo el anterior destacable, es casi lo mismo que decir que este es malo. Aunque eso no sea, estrictamente hablando, cierto. 'El restaurante del fin del Mundo' es un libro que se deja leer y que produce una emoción vagamente parecida a la del entretenimiento. Algo que digo de muchos libros cuya prosa es sencilla y funcional. Se pasa relativamente rápida su lectura, pero que no consigue levantar entusiasmo a medida que uno va pasando los párrafos. Habrá quien se atreva a proclamar que es más de lo mismo, que se trata de una extensión de las situaciones cargadas de originalidad que presentaba el primer libro. No le faltaría mucha razón al enunciar tal afirmación. Sería tal vez rendir tributo a san obvio, aunque tampoco estaría del todo en lo cierto. No, esta segunda parte de la obra de Douglas Adams no mantiene el mismo equilibrio que tenía 'Guía del autoestopista galáctico'. Para mi gusto aquella sí equilibraba la originalidad y lo genuino de las situaciones con la prosa payasa sustentada en un uso barroca en exceso decorado con sustantivos de origen intergaláctico y/o interdimensional. En esta segunda parte, se pone mucha carne en el asador de las descripciones generosas en términos intergalácticos descuidando, al menos para mi gusto, las situaciones. El libro no carece de buenos momentos en los que su lectura resulta en particular entretenida, pero uno —al menos yo— recorre sus páginas ávidamente esperanzado en que el siguiente pasar de página traiga una de esas tan anheladas situaciones. Que escasean. Para la desgracia del lector, entusiasmado por la inercia de la lectura de la primera parte, la mayoría de las susodichas aventuras y desventuras del grupo protagonista no pasa de nada más que aceptable o suficiente. Lo justo para no preguntarte por qué motivo no dejas el libro y te vas a hacer otra cosa. Ayuda, eso sí, que sea muy corto y que la esperanza de terminarlo antes de la cena empuje a seguir buscando.

    Resumamos: es un hecho bien conocido que las personas que más deseos tienen de gobernar a la gente son, ipso facto, las menos adecuadas para ello. Abreviemos el resumen: a cualquiera que sea capaz de nombrarse Presidente a sí mismo, no debería permitírsele en modo alguno realizar dicha tarea. Abreviemos el resumen del resumen: la gente es un problema.

Recalcar, una vez más, que el libro malo no es. Sin embargo, el que aquí escribe, había depositado muchas esperanzas e ilusiones en pasar unas buenas horas de diversión, tal como hiciera con su hermano mayor. Esperanzas e ilusiones que se vieron desatendidas a lo largo de su lectura y que, al cerrar el libro en su última página, sabía que, como se dice vulgarmente, me había quedado con las ganas. En cualquier caso, si la intención de continuar con la siguiente novela de esta trilogía en cinco partes permanece —tal es mi caso—, ha de convertirse en un texto de tránsito con carácter obligatorio entre las aventuras de la primera entrega y las de la tercera. A fin de cuentas se trata de los mismos protagonistas que descubrimos en el primer libro y, es de suponer, serán los que sigan en el próximo. Esperemos que en la tercera novela la cosa se enderece algo más.

En cualquier caso, siempre me quedará el consuelo de que, al menos en 3 x 1093 universos alternativos de Hugh Everett, o las segundas partes son siempre buenas, o yo no me he lanzado a comprarla compulsivamente o, en el mejor de los casos, me lo he pasado bien leyéndola. Y 3 x 1093 universos son muchísimos universos. Dedico esta entrada a la salud de todos esos yoes que han tenido mejor suerte con el libro. Con el sano deseo de que un bogón no les haya recitado poesía justo después de terminar con él. Algo que sucede con una probabilidad del 42% en todos los universos desconocidos.

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