martes, 8 de noviembre de 2011

Tiembla Arguiñano, ¡Tiembla! (2)

Esta mañana abrí los ojos como platos tomando dura y plena conciencia de que no había sacado la comida del congelador el día anterior y que, por inducción deductiva, no tendría qué almorzar hoy en el trabajo. Soy pobre, como el banco insiste en recordarme, así que eso de comer fuera lo dejo para los jueves, salvo que la imperiosa necesidad se imponga, ya que el jueves viene a ser el día madrileño del colegueo restaurantil. El menú cuesta ocho euros. No es mucho, la verdad, y es algo más bien raro en Madrid, donde lo mínimo son diez, pero con eso puedo comer hasta tres días, según lo sibarita que me ponga.

Así que ni corto ni perezo, casi sin restregarme las legañas de los ojos, me metí en la cocina e improvisé unos macarrones con tomate. Mientras se guisaban los macarrones en la fussion —sí, sí, soy un fussionita más—, sofreía unos pocos trocitos de cebolla dulce en una sartén, que una vez ligeramente dorados —alguno salió aún peor parado que eso—, fueron acompañados por unos champiñones en laminas de lata y que, todo ello junto, una vez caliente, fue acompañado de un tetrabrick de tomate frito, ligeramente azucarado para restarle la acidez del fabricante, y que concluyó, una vez caliente todo, con un poco de atún de lata. Todo ello echado sobre los macarrones guisados seis minutos y enfriados bajo agua para que se quedaran al dente y ligeramente espolvoreado con albahaca. La operación no llevó más de diez minutos. Lo que ya no tengo tan claro es si ese mejunje improvisado será comestible o si, al final, tendré que acercarme al restaurante a por el menú de ocho euros.

Lo que me queda claro es que, a este paso, monto mi propia cadena de restaurantes en un par de años. A Arguiñano ya lo tengo superado. Ahora voy a por el Jaime Oliver ese. Se va a cagar.

Y…

Actualización de las 15:55: Después de almorzar puedo confirmar, y confirmo, que el mejunje no quedó tan malo, después de todo. La pasta, de esa económica, por no decir directamente que «barata», del Carrefour, le restó impacto gustativo al experimento estreso-mañanero. Repetiré, seguro. Esta vez espero que con más tranquilidad.

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