sábado, 24 de diciembre de 2011

Feliz Navidad y Próspero 2012

Tal día como hoy, ahora hace ocho meses justos, llegaba a Madrid para comenzar a trabajar en una nueva empresa. Habían sido unos meses inciertos buscando trabajo «cerca de casa» que no habían terminado en nada. Tuvo que ser la oferta de un amigo la que me arrancara del calor de mi hogar para venirme a una ciudad grande como Madrid. Dejé la incertidumbre de la búsqueda infructuosa de trabajo en Las Palmas por la incertidumbre del día a día en Madrid. No han sido ocho meses fáciles. No sabría si habría un 2012 en Madrid o si acabaría mi trabajo cerca de estas fecha y tendría que volverme. Finalmente ha sido lo contrario. Todo apunta a que estaré al menos otro año más en la empresa y, si los mayas no erraron, el fin del mundo me pillará en la capital del reino.

Pero no es momento de pensar en finales violentos. Quedémonos con el hecho de que estamos en fechas propicias a pasarlas con aquellos con los que más nos apetezca pasar. Porque ahí está el verdadero secreto de la felicidad general y, en particular, de pasar una felices fiestas. Huyan de las cenas con aquellos familiares a los que no soportan o a los que ven de higos a brevas. No dejan de ser situaciones tóxicas que no merece la pena aguantar y que, tengo la experiencia acumulada de muchos conocidos, tan solo se sobrepasan a base de alcoholizarse. En mi caso pasaré la Noche Buena y el día de Navidad en Madrid. Estaremos solos mi mujer —venida para la ocasión— y yo, acurrucados del frío y disfrutando de la mutua compañía. Y aunque me gustaría poder tener a mi hermana y mis padres aquí, difícilmente se me ocurre compañía y combinación mejor para esta noche. Tranquilidad, frío navideño, cena de lujo preparada por una buena cocinera y compañía de una de las personas más importantes de mi vida.


En fin, muchas gracias a todos los que en algún momento han leído este blog, y les deseo a todos, indistintamente me lean o no,


¡¡ FELIZ NAVIDAD

Y

PRÓSPERO AÑO 2012 !!

lunes, 19 de diciembre de 2011

Cadena de consecuencias claras y probables tras malas decisiones

De forma general, no somos muy conscientes de las consecuencias de un acto simple y sencillo. Pese a nuestra inconsciencia, muchas veces las acciones originales siguen proyectando su sombra en el transcurrir del tiempo e, incluso, inducen a otras acciones. Sin embargo, también hay ocasiones en que la cadena de sucesos tiene un claro origen y resulta fácil determinar la causalidad de lo acontecido. Ayer, sin ir más lejos, me dejé imponer por mi mujer y llamé a Movistar para liberar mi iPhone, como primer paso para buscar una tarifa más económica (algo que ya adelanté aquí). Lo había ido posponiendo, pero lo de Movistar resulta sangrante, así que a la cosa había que ponerle remedio.

Tras la «liberación» el paso imprescindible es restaurar el terminal desde iTunes. Esto lo hacía en Las Palmas y —qué pronto se acostumbra uno a lo bueno— había olvidado que allí tengo «tan sólo» un megabit de velocidad en mi ADSL. La restauración tardó dos horas. Decidí empezar con esto tres horas antes de coger el vuelo de vuelta, así que la restauración se quedó a medias y ya tuve que esperar a llegar a Parla a recuperar la última copia de seguridad desde iCloud —suerte que hacía unas semanas había activado esta funcionalidad—, en lugar de hacerlo directamente desde iTunes. Esto dejó exhausta la batería durante la noche. Esta mañana salí del piso con la batería completamente descargada, con prisas, pero con la esperanza de que hubiese terminado. En la estación de RENFE me entero, por machacona megafonía, que hay problemas graves con los trenes y, lo que a diario es un paseo de una hora en tren directo desde Parla a Tres Cantos, se debía transformar en varios transbordos en estaciones al aire libre donde había que esperar veinte minutos al siguiente tren exhalando humo como un dragón. Sin móvil no he podido avisar que llegaría tarde. Tanto como tres horas y media más tarde de lo que esperaba llegar. Y ya había dejado trabajo «pendiente» el viernes antes de marcharme. Así que ha sido llegar y ponerme al tajo con ahínco desmedido. Algo que siempre se lleva mejor escuchando alguno de los cientos de discos, o miles de canciones, que tengo en mi biblioteca iTunes. De hecho, casi me resulta imposible «trabajar bien» sin mis cascos para aislarme del mundo y concentrarme en la tarea. Soy «adicto» a esos momentos, y «dependiente» de este mecanismo de abstracción.

Además del problema derivado de la liberación del terminal, el sábado me lancé a suscribir el servicio iTunes Match, por el que llevaba esperando muchísimo tiempo. Y no se me ocurrió otra cosa que, antes de terminar la restauración de la copia de seguridad de iCloud, indicar que a partir de ahora mi terminal se bajase la música directamente. He llegado a la oficina, he puesto a recargar el iPhone, lo he encendido cuando ha considerado él mismo que ya puede estar operativo, y he descubierto que aún no había terminado la restauración. Estaba intentando restaurar todas las aplicaciones usando la conexión 3G. Y he descubierto que, además, no tenía ninguna cochina canción precargada porque, al elegir la opción de iTunes Match en el iPhone, la biblioteca de canciones se elimina y espera que vayas eligiendo lo que quieres sincronizar desde la nube. Algo que no hice anoche porque, obviamente, estaba en plena restauración. Recuperar una copia de seguridad y descargar canciones usando 3G es algo que no está definido como posible en el universo conocido. Es de esos fenómenos que pueden producir bosones de Higgs que llevarían a una singularidad y a la destrucción de toda forma de vida conocida. Ante la imposibilidad de hacer algo útil al final he optado por apagar el móvil y esperar a volver al piso, bajo el amparo de la wifi, para terminar el proceso.

Pero aún hay más. Cuando el terminal resucitó tras la restauración, le dije a mi mujer que salía corriendo ya para el aeropuerto. Justísimo de tiempo, llegué a tiempo aún para el embarque. No pude disfrutar de nada de música en el vuelo, algo que me jodió mucho. Ni en el tren hasta Parla, algo que me jodió también. Pero lo realmente jodido fue dejarme atrás los retenedores de los dientes. Con las prisas, los olvidé sobre el lavamanos. Y hace apenas dos meses y medio que me quitaron la ortodoncia y la sustituyeron por unos retenedores de plástico que debo llevar, al menos durante los tres primeros meses, todo el santo día. Es algo pesado, pero te acabas acostumbrado y resulta imprescindible para que los dientes, después de dos años forzándolos a llegar a un lugar, no retrocedan hacia el punto de origen. Hasta el viernes no voy a recuperar los retenedores.

Así que, resumiendo, veamos qué ha pasado. Contrato iTunes Match y solicito a Movistar que me libere el teléfono móvil. Ello implica que casi pierdo el avión y que el teléfono se quedó a mitad de la restauración. Pero también que me dejé los retenedores atrás por las prisas. La recuperación de la copia de seguridad dejó frita la batería del móvil, así que esta mañana estaba desamparado sin posibilidad de comunicar a nadie que estaba bien, pero que llegaría tarde, ni de poder relajarme durante las sucesivas esperas escuchando buena música. Peor aún, cuando llego descubro que no hay posibilidades de escuchar nada de música y que el terminal aún no está operativo, por lo que sigo totalmente desconectado. Pero tengo que recuperar las tres horas y media de retraso y me pongo a trabajar frenéticamente, algo que sin música me resulta imposible y comienzo con el síndrome de abstinencia, que me lleva a apretar los dientes más de lo recomendable. Sin retenedores, que me dejé atrás porque se me hizo tarde porque estaba estresado por la restauración del iPhone contrarreloj, apretar los dientes más de lo recomendable puede derivar, de hecho, en que los dientes retrocedan a un estado previo a ponerme la ortodoncia. Esto significaría que, habría tirado por la borda tres mil euros de tratamiento.

Resumiendo lo resumido, por ahorrarme pasta con Movistar, igual al final voy a tener que gastarla en recuperar la posición en los dientes.

Si lo llego a saber, me quedo en Madrid este fin de semana.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Mejoras por accidente

Como decía en la entrada anterior, me he pasado el fin de semana «tocado». Sin muchas ganas de salir, he repartido el tiempo entre dormir, ver películas y probar cosas. La limpieza general de la casa, por otro lado altamente necesaria a día de hoy, me parece que lo dejaré para el martes o el jueves, festivos nacionales (qué grande es España por sus festivos, por mucho que le joda a la Merkel). Entre las cosas que quería probar estaba instalar el CMS Umbraco en el hosting que tengo contratado. Como resultado, desastroso por cierto, machaqué el directorio donde tenía la prueba de concepto de SilverSprite. Para colmo no tenía en el portátil (que reinstalé hace poco porque el Lion sobre el Snow Leopard iba realmente de pena). Así que, visto lo visto, y dado que cada vez le paso a más gente el enlace en cuestión, opté por mejorar el aspecto y, de paso, probar algunas cosillas en JavaScript (básico).



El resultado no me ha quedado demasiado mal. Tengo que corregir algunos problemillas (por ejemplo, el arrastrar el iPhone no termina de funcionar bien). Tampoco lo he probado en todos los navegadores, solamente en Chrome. Sin embargo, es bastante mejor a lo que tenía antes.

Al que le pueda interesar, el fondo elegido se corresponde con el artículo sobre el juego aparecido en aquella legendaria revista de nombre MicroHobby.

Alquilando películas en la red

Como he estado todo el fin de semana un pelín «tocado», decidí, que si al final no me llamaban para salir, me quedaba en casa descansando. Es lo que he hecho. Eso y ver películas. Tengo por aquí unos cuantos Blu-Ray que ver, pero tenía ganas de ver algo ligeramente «más moderno». Aprovechando que tenía aún montón de saldo en la PlayStation Store de cuando compré 'The Last Guy', me lancé a revisar la oferta para alquiler. Más bien una mierda es lo que tienen, pero bueno, decidí alquilar 'Soy el número cuatro'. Floja, bastante floja. Pero revisando lo que había tropecé con 'Sneakers', la de Robert Redford. Es una de esas películas por las que siento una especial debilidad.



En fin, que al final disfruté más de una película de 1999 que de una película de 2011. Por cierto, entre los comentarios sobre 'Soy el número cuatro' que hay en FilmAffinity, me quedo con

Tuneo para consumidores masculinos onda geek del neorromance teen acuñado por Stephenie Meyer: un 'Crepúsculo' para quienes llegaron tarde a 'Expediente X' (...) el clímax final tiene, por lo menos, nervio y energía

y con

Una película muy idiota

En cuanto al servicio de Play Station, pues no ofrece mucho donde elegir. Encima, para mi gusto, bastante caro. Oscilan los precios, pero te piden una pasta por algo que tan sólo puedes reproducir durante 48 horas desde el momento en que comiences a verlo. Al principio la descarga iba de vértigo —lógico con 30 Mb—, pero se detuvo durante un rato y, al final, es mejor esperar hasta que se haya descargado por lo menos el 40-45% antes de empezar a disfrutarla, no te vayas a quedar a medias en una escena de acción, como me pasó a mí.

Aún me queda dinero, así que supongo que ya alquilaré algo cuando mejoren el catálogo un poco.

Manual para el frío

El proceso es siempre el mismo. Empieza doliéndome la garganta. Sequedad intensa. Beber agua es sentir papel de lija bajándote por la garganta y la tráquea. Luego, dificultad para respirar. Mocos. Obstrucción nasal. Respirar por la boca, y más sequedad. Al par de días noto que baja a los pulmones. Tos. Más tos. Dolor punzante y ocasional. Dolor de cabeza. Mucho. Dificultad para dormir. Amanezco como un walking dead más. Y así durante unos días. A veces un par de semanas.

A raíz de la suspensión del servicio de Tranvía en Parla me las tuve que ingeniar para volver al piso, sito en Parla Este. En mi ilusión, creía que se tardaba menos —y es harto probable que se tarde menos, sí— pero sin conocer bien las calles, opté por seguir la línea del tranvía fantasma, que culebrean en exceso. Cuarenta minutos caminando, con una temperatura de entre cinco y siete grados, con un viento gélido que me perforaba el oído (manía de darme de lado, leñe) y, lo que tiene más delito, con una chaqueta que es más de entre tiempo que de invierno y a pecho descubierto únicamente protegido por una camiseta de Decathlon de algodón, cómoda y calentita, pero para el interior de casa, consiguieron despedazar mis defensas.

A los canarios nos deberían dar un manual de instrucciones cuando nos sueltan en el inverno madrileño. A seguir tosiendo hasta que se me pase.