Antes de ir al psiquiatra yo era una persona feliz. Ahora soy disléxico, obsesivo, depresivo y tengo diemo a la muerte, o sea, miedo. En el psiquiatra he aprendido que la palabra felicidad es una convención que carece de sentido. He aprendido que el hecho de volver a ser feliz algún día no sólo es imposible, sino completamente imposible. Ahora me pregunto más cosas de las que me gustaría: sobre la muerte y sobre la vida.
'Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos' es una novela que sería a la psicología y a la psiquiatría lo que una road movie es para la ingeniería mecánica de los automóviles: poco menos que nada. El autor, Rodrigo Muñoz Avia, se aprovecha de los arquetipos, de las leyendas urbanas y de la bufonización de la profesión, para enmarcar e inducir las angustias y ansiedades del protagonista que, para mayor infortunio, tuvo un desliz lingüístico delante de uno de esos engendros al que, en el calor de su salón, abrazaba como cuñado. Desliz que lo lanza a un retrete y unas cloacas —como estoy hoy con las analogías— repletas de personajes pintorescos que, teoría va, teoría viene, intentan aportar su granito de arena en la cura del protagonista principal. El psicólogo argentino que no falte. Y poco más añade en cuanto a la profesión y a la materia se refiere. El que espere encontrar algo serio sobre la ciencia de los loqueros se ha equivocado de libro. Igualmente podría haber puesto a mecánicos a darle consejos sobre salud mental. Es un texto que, en cierta medida, critica la charlatanería de la profesión que tan poco bien le hace. De hecho, si en lugar de psicólogos y psiquiatras construyésemos esta historia con libros de autoayuda, sería perfectamente factible que el protagonista se fuese volviendo cada vez más loco. Sería una especie de Quijote devorador de libros escritos por los hurgadores de mentes y las sectas de los bucays. Acábaseme de ocurrir los personajes y el título para alguna historia: «Las aventuras y desventuras del ilustre don Freudijote y su fiel escudero Pancho Panza». Aunque ese podría haber sido el subtítulo de esta novela.
El libro se deja leer fácilmente. Yo me lo leí en un día —320 páginas—, aprovechando un fin de semana en unos bungalows. Aunque la prosa no es para tirar cohetes, cumple su función y, con el buen sentido del humor con el que está escrito, te hace pasar muy buenos ratos. Tuve que ocultar el ataque de risa varias veces detrás del libro porque los alemanes y los jinameros de los alrededores de la piscina me miraban como si estuviera tarado por reírme solo. El gran inconveniente de leer en público. Seguramente los alemanes, más cultos ellos, lo viesen hasta normal. Pero los de jinamar-mordor serían incapaces de entender que un libro pueda producir un ataque de risa difícil de contener. Además de saber leer —cuestionable por sus orígenes— hay que tener cierta capacidad de inmersión en la historia.
La verdad que el libro 'Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos' reúne lo justo para ser destacable, pero a mí me hizo pasar unos muy buenos ratos en algunas de las ocasiones. Además de contar con unos personajes secundarios muy entretenidos y curiosos. Como al final, en esta triste y patética vida, de la que ya sabemos cómo terminará, de lo que se trata es de pasarlo lo mejor posible, el autor consigue que durante unas pocas horas uno se divierta a costa de las penurias del protagonista. Precisamente por eso lo dejo como recomendado.
2 comentarios:
Lo leí hace unos cuantos años y me parecio muy divertido.
;-D
Y lo es.
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