domingo, 26 de abril de 2009

Ni te molestes con 'Afro Samurai'

El día que alquilé 'Ninja Blade', víspera de jueves santo, tenían en la tienda la oferta dos por uno. Así que aproveché que también estaban preparando en ese momento la carátula de alquiler de 'Afro Samurai', el juego, y me lo traje a casa conmigo. Recalco 'el juego'. Se trata de una adaptación de una serie anime, que produce y aporta voz Samuel L. Jackson. Quien también produce el juego y una película sobre el mismo personaje: 'Afro Samurai Resurrection'. Vamos, que sólo le queda hacer condones camisas con la cara del personaje para cerrar el círculo mercantilista. Bueno. Eso y dos o tres continuaciones de la historia. El dinero es el dinero, oiga usted.

Sin haber visto la serie, ni la pelicula, ni el manga, ni la baraja -si es que hay de estos últimos- de cuyas existencias me enteré después de jugar un par de horas al juego, no tengo más que creer lo que dicen por ahí y pensar que es una buena adaptación de las animaciones y de la trama histórica. Lo cierto es que el juego mantiene, en su apartado gráfico, un estilo muy similar a los dibujos animados, que no sé si a esos o a otros, pero de aspecto parecido al ya presentado por 'Príncipe de Persia', con líneas negras gruesas remarcando los límites de los personajes y que resulta muy agradable de ver en pantalla. A poder ser grande. Nada, por otra parte, que no se pueda esperar de las consolas de última generación.

Contrario a la opinión del pre análisis de GameTv, el juego es malo. Aburrido, más bien. Cierto que entra dentro del género mata-mata que tanto me apasiona, pero la dinámica de la cámara, la repetición nauseabunda de los escenarios y de los combates, y una no demasiado fina respuesta al control, acaban aburriendo hasta el punto de no dar sorpresas en ningún momento. Al menos no me las proporcionó durante las dos horas que le dediqué. Al cabo de las cuales decidí que ya iba siendo hora de acercarme a devolverlo y no pensar más en él. Salvo para escribir esta entrada, claro. Y, después de esto, no creo que vuelva a recordarlo. Lo mismo te sugiero. Se trata de un juego por el que no pagaría más de 6 €, de entregármelo precintado y junto a una hamburguesa. Eso, si lo miras bien, da para alquilarlo dos fines de semana. Si sientes curiosidad, eso es lo más que te sugiero que te gastes.

Por destacar algo del juego, diría que tiene detalles muy curiosos en las animaciones. Todas ellas muy cuidadas, en general. No en vano deviene de una serie de animación. Supongo y dicho por decir. También en algunos personajes (los que alcancé a conocer en el tiempo que jugué) y, sobretodo, en los tajos que mete el chavalote a los enemigos (que pareces estar metido en la guerra de los clones, que son todos iguales). Principalmente cuando los corta de un único golpe, ayudado por una especie de tiempo bala para apuntar mejor, y ves al enemigo cayendo en trocitos. Justo por el lugar donde le metiste la espada hasta el fondo. ¿Recuerdas aquello de un plano puede intersectar con infinitos planos? Pues hay infinitas formas de cortar a una figura tridimensional y, según eso, caen los trozos. Mucha sangre. Muchísima. Y eso, a estas edades, gusta.

No. La música o banda sonora del juego no entra dentro de las cosas que yo destacaría. Prueba llamando a otra puerta.

Resumiendo, no pierdas el tiempo con él. Prueba mejor, por decirte algo, con la serie anime. Igual sí merece la pena. El juego no. Es un juego que no pasará a la historia -a mí historia personal- de juegos a recordar. ¿Cómo decía que se llamaba? Si aún así insistes, asegúrate el día que lo alquilas -porque no me vendrás ahora con que te lo vas a comprar- de llevarte otro con el que pasar mejor el fin de semana. Cuando descubras, una vez más, que nunca miento.

jueves, 23 de abril de 2009

'Armas de seducción', documental muy interesante que deberías ver

Doy por hecho que es fruto de la mejora por evolución la incapacidad inherente del ser (sub)humano en general, y de ti en particular, de preocuparse, cuando no maravillarse, de lo inimaginablemente magnífico y prolíficamente variado que es la Madre Naturaleza. Digo que debe ser algo de la evolución, y por tanto algo bueno, porque de lo contrario nos daríamos cuenta que no somos más que una cagarruta en la sinfonía de la naturaleza y la terrible depresión post descubrimiento podría ser devastadora para la esperanza de vida de nuestros egoistas genes. Suerte que hay varios miles de millones de personas que en lo único que piensan es en mojar el churro (machos) o que le den un buen viaje (hembras) y que, con ello, conseguirán una nueva generación de humanos y poner en salvaguarda la herencia genética. De momento no hay peligro que nos extingamos mientras en lo único que piense (la mayor parte de) nuestra especie sea en sexo.

Lo siento pero estos días estoy disfrutando nuevamente de la magnífica y maravillosa serie Cosmos, lo que siempre provoca en mí estos sentimientos de microbio industrializado que ve al resto de la indolente humanidad como sopa probiótica primordial...

Pero volviendo al tema del sexo, en el documental 'Armas de seducción', de nombre original -y muy acertado- 'What Females Want... and Males will do', uno no deja de sorprenderse, especie tras especie que van presentando, de lo elaborado que resulta el cortejo y la estrategia sexual en la Naturaleza. Todavía habrá quien se siga creyendo el rey del mambo de la disco pese a ver esto, pero desde luego, no hay color (ni sonido) comparado con lo que podemos encontrar. Es que hay que ver lo que han tenido que evolucionar los ritos de cortejo para conseguir atraer a las hembras de algunas especies. Nada que ver con lo de invitar a cenar y enseñar la VISA oro.

Resulta complicado decir qué especie, o mejor qué rito, me sorprendió más. Nada más empezar ya te quedas con la boca abierta escuchando los sonidos que es capaz de imitar un ave lira soberbia. Mira el vídeo y dime si lo que suena no es un obturador de cámara. Sencillamente genial. Ahora ya sé qué tipo de pajarraco era el negro de los ruidos de 'Loca academia de policía'. Otro cortejo que me sorprendió fue el tablao flamento y canto de la araña saltadora. Si después de ver esto aún piensas que eres como Elvis Presley moviendo la cadera en la pista de baile, desde luego no tienes abuela. ¿Para acabar, cómo podemos olvidar el simpático baile del ave fusil?

Lo inferido de este documental es que toda esta variedad y pluralidad de formas y métodos de cortejo deviene de lo eternamente exigentes que son las hembras, da igual la especie, a la hora de aceptar un macho que las monte. Selección sexual, dicen. Y gracias. Si se fueran con cualquiera no habríamos evolucionado más allá de la baba primigenia.

Aviso que una de las cosas malas que tiene ver este tipo de documentales es que, al final, si tienes al menos una neurona plenamente funcional, con algo de inquieta y/o curiosa, no dejas de sufrir el inmenso complejo de ignorante soberano que produce un desconocimiento tan descomunal del Mundo que nos rodea. Y esto no es más que un atisbo fugaz a miles de millones de años de concienzuda e implacable selección natural (o de ingenioso diseño inteligente, que ahora no tengo ganas de discutir; pero si realmente hubiese sido inteligente el diseñador, hubiese dejado a las amebas como especie dominante). ¿Se podría llegar a medida tanta ignorancia? En cualquier caso es un complejo que se pasará rápidamente visitando los habituales portales de vídeos guarros, todo sea dicho de paso, que sueles frecuentar. Para aliviar las tensiones que ocasiona el complejo de insignificante, claro.

Un documental harto recomendable que no deberías perder la oportunidad de ver. Ya sabes: antros regentados por las mafias del P2P los hay a patadas en los rincones de Internet. Seguro que no te costará mucho encontrar el tuyo. Puede que, con una probabilidad de uno entre un billón de cientos de miles de billones, consigas engancharte al conocimiento y a la ciencia. Aunque es más probable que uses estas curiosidades aprendidas para enganchar a la chati -o al maromo- que te pone cada día en la oficina.

domingo, 19 de abril de 2009

Diez horas entretenidas con 'Ninja Blade'

Dudo ser uno de los taraos que cae dentro del grupo del 72%. Sigo prefiriendo la alternativa de la encuesta a estrenar juego. Sin embargo, tras las dos equivocaciones cometidas hace poco, la primera al querer el juego 'Príncipe de Persia' recién salido y la segunda con 'Metal Gear Solid 4', que no me atreví a comprarlo por desconocimiento y resultó ser una obra de arte, decidí que no tenía que privarme de jugar a las novedades, pero tampoco lanzarme a comprar a precio de droga exótica. Así que, mientras la franquicia Game/CentroMail ofrezcan juegos en alquiler a 3 € por 48 horas, siempre podré darle un primer tiento y, en base a la experiencia, decidir a qué precio hay que esperar para comprar. Si es que compro.

El primero con el que he empezado esta estrategia es 'Ninja Blade', juego mata-mata de los que a mí me encantan. Había leído por ahí que pretendía ser una especie de 'God of War' para la plataforma de Microsoft y, ciertamente, hay momentos en los que recuerda a uno de los mejores juegos de PlayStation 2. De lejos. Es normal que los juegos vayan copiando cosas de otros juegos y éste no iba a ser menos. También encontré cosas del 'Príncipe de Persia' y sus carreras antigravedad por las paredes. O del 'Devil May Cry', ya puestos.

Ni los QTE son algo original, ya que hoy en día es raro encontrar un juego que no los tenga. Aunque es cierto que hay juegos en los que su inclusión resulta más acertada o, dejémoslo así, menos molesta. En el caso de 'Ninja Blade' se puede considerar que son del todo oportunas y no rompen con la dinámica veloz y trepidante que es normal en el juego, enriqueciendo más que entorpeciendo. Cuando fallas, el efecto de rebobinado hasta el punto inicial de la cadena de eventos es divertido. A partir de ahí, reintantar tantas veces como sea necesario para concluir correctamente.

Volviendo a los QTE, lo que sí que me sorprendió fue que en todo momento te mostraba el estado actualizado del personaje. Durante el juego puedes conseguir cosas como trajes diferentes que puedes usar o ir evolucionando las armas, que cambiarán de forma y color. En función de todo ello, en las escenas cinematográficas siempre verás lo que el personaje lleve en ese momento. Yo opté por un traje de colores chillones que le daba un toque festivo a la partida. No deja de ser simpático ver un ninja vestido de payaso dando mandobles a un caracol mutante.

Aprovechando la Semana Santa lo alquilé y lo concluí en unos pocos días. Por 3 euros no se puede pedir más. En total, y según el indicador al finalizar el juego, empleé diez horas, cero minutos y treinta y siete segundos para terminarlo. Habrá quien lo acabe en menos y quien, por supuesto, requiera de más tiempo. Lo que significa que no creo que lo llegue a comprar nunca.

En resumen, un buen juego que merece la pena, pero por el que no pagaría más de 36 € -a todo meter 39 €-, dado principalmente lo poco que dura. En su momento escuché en el vídeo de avance de GamePro TV que prevén sacar contenidos descargables de forma periódica en Xbox Live. Ya veremos si lo vuelvo a alquilar entonces. Tampoco descarto volver a alquilarlo dentro de unos meses para repetir nuevamente todas las misiones. Es, como decía, un buen juego que merece la pena ser jugado. Por cierto, en ese mismo vídeo, o en el más reciente con el análisis -le dan un 8,5-, podrás ver secuencias con lo más destacable del juego. Sí, a veces se les va completamente la olla con lo que es capaz de hacer un simple ninja, pero no olvidemos que es un juego. Nada más. Disfruta los dos vídeos, que igual te animas a alquilarlo, única opción que recomiendo ahora mismo.

miércoles, 15 de abril de 2009

Ego malo, ego malo...

Pues aquí estamos un miércoles más. Seré breve, que ando liado tras reincorporarme de las vacaciones de Semana Santa. Sí, soy de los que han aprovechado estos días y han intentado no dar palo a agua. En mi caso a cuenta de los días que aún me quedaban de 2008. La crisis ha permitido que me reincorpore, sin sorpresas, ayer martes.

A diferencia de lo que hice en la semana de febrero, esta Semana Santa la he empleado principalmente al fortalecimiento de mi red de relaciones sociales, no pasando un día en que no viese a algún amigo o familiar, en lugar de salir todos los días con la cámara. Me hacía mucha falta reencontrarme con gente con la que no tengo apenas contacto desde hace tiempo. Y con los que sí también, que a todo el mundo hay que tratarlo con cariño. No digo que no haya cogido la cámara, que de hecho lo he hecho, valga la redundancia. Simplemente la fotografía no ha sido el centro orbital de mis últimas vacaciones. Ha sido, simplemente, algo accesorio.

Como estoy algo liado con mi reentrada en el trabajo, estaba por no escribir nada en el día de las anécdotas, opiniones y asuntos personales, pero la semana pasada llegó la revista en que aparece mi fotografía y no podía renunciar a pavonearme ante mis pocos-pero-excelentes lectores. Los de Jardinería profesional han cumplido: publicaron la fotografía con mi nombre y me enviaron un ejemplar impreso. Escaneo al canto a modo de prueba A de la defensa.




No es gran cosa, lo reconozco, pero el ego lleva unos días muy contento. Para los muy gansos que no quieran ir a la cuenta Flickr para ver la foto original la pongo (la vuelvo a poner) a continuación:

Macro en el Jardín Canario


¿A que es bonita?

lunes, 13 de abril de 2009

Odiosa primera comparativa: 18-200 VR vs 80-200

Varias veces me he quejado de que mi 18-200 VR me ha decepcionado o, para ser algo más justos, no me ha respondido como yo esperaba (dichosas expectativas). Igual es un problema con mi unidad en concreto. Esto lo digo porque a veces veo imágenes tomadas por otra gente con el mismo objetivo y me sorprenden sus los resultados. No lo sé, pero lo cierto es que en más de una ocasión he repetido que, en cuanto pueda, lo sustituyo por dos objetivos, un 24-70 2.8 y un 70-200 2.8. El rango 18-24 lo tengo parcialmente cubierto por el Sigma 10-20. Más equipo, más peso, pero mejores imágenes. Eso espero. Y en fotografía, aunque sea aficionado, lo que se desea es obtener las mejores imágenes posibles... ¿O no?

Esta Semana Santa pasada quedé con el amigo Luis para visitar el Jardín Canario. Es la segunda vez que voy en este año (suele pasar mucho más entre dos visitas consecutivas), pero es un sitio que me gusta e invita a la fotografía macro, que es una de mis muchas asignaturas pendientes. Así que es posible que vuelva más veces este año. Luis es defensor del 18-200 VR, del que dice estar encantado. Sin embargo también posee un Nikkor 80-200 ED desde hace 18 años que se conserva como si lo hubiese comprado ayer. No lo usa mucho, dice, porque pesa demasiado como para llevarlo siempre consigo. Así que pasa la mayor parte en su funda original. Pero conocedor de mi insomnio dándole vueltas a si renuncio a la universidad de mis hijos y hundir más en la ruina a mi familia pillándome un 70-200 f:2.8, hizo el favor de cargar con él para enseñármelo y por si yo quería hacer alguna fotografía y probarlo, de paso. El día no invitaba a casi nada. Nublado y ligeramente lluvioso, nos pasamos una buena parte del tiempo hablando con otro fotógrafo aficionado que nos tropezamos, mientras nos resguardábamos de las gotas de agua que caían. No encontramos libélulas y no vi ocasión de hacer ninguna foto seria con él. Ya cuando nos íbamos le pedí que me lo dejase un momento para hacer un prueba rápida, de esas que no tienen maldito rigor por las prisas y que no cayese en saco roto la oferta. En casa intentaría apreciar si había realmente diferencias.

Para que se hagan una idea de cómo fue la prueba y el nulo rigor que podría tener, describo lo realizado. Cerca de una de las estatuas que hay en el jardín, fijé el ajuste a prioridad a la apertura, Elegí una apertura de 5,6 y un ISO de 200, ya que las condiciones de luz no eran demasiado buenas. La longitud focal estuvo en torno a las 110 o 120 mm. En el caso del 18-200 activé la reducción de vibraciones (había que darle todas las ventajas posibles) y usé, en los dos casos, el enfoque automático. Era una prueba rápida, ya dije. Saqué dos fotos con cada uno de los objetivos y fin. Ya podíamos volver a casa. Desde luego, como experimento, adolece de todos los errores que se pueden cometer frente al método científico.

A continuación están las dos imágenes capturadas. El único posproceso realizado fue convertirlas directamente a JPG con el 100% de calidad desde las imágenes NEF (RAW) obtenidas por la cámara. No se ha ajustado, en ninguno de los casos, la nitidez de la imagen, que Lightroom fija por defecto en un valor de 25. Primero aparece la imagen tomada con el 18-200 VR, seguida por la imagen tomada con el objetivo de Luis. Disculpen los problemas de encuadre, pero las prisas y el peso del 80-200 hicieron que no dedicase mucho tiempo a sacar una mejor imagen. No usé trípode.

18-200 - exp: 1/125 a f/5,6 -
120 mm - ISO 200 - VR ON


80-200 - exp: 1/100 a f/5,6 -
110 mm - ISO 200

Al tamaño que acompaña el artículo, de 214 píxeles de ancho por 320 de alto, no se aprecia una gran diferencia. A continuación unos recortes al 100%. Como antes, primero pongo el recorte de la imagen tomada con el Nikkor 18-200. A continuación el recorte de la imagen tomada con el 80-200. En total hay tres recortes.

18-200 VR

80-200

18-200 VR

80-200

18-200 VR

80-200

¿No resulta sorprendente? Al menos a mí me lo pareció. Cuando abrí ambas imágenes en mi equipo me quedé con la boca abierta. Me sorprendió, negativamente, que la imagen tomada con el 18-200, aún con el modo de reducción de vibraciones activado, pareciera adolecer y dar la sensación de sufrir de un mayor y pronunciado efecto de la trepidación. Eso que, en comparación con la tomada con el 80-200, la relación entre velocidad de obturación y longitud focal, fue mayor: 1/125 con el 18-200 frente a 1/100 con el 80-200. Y eso además de tener, como decía al principio de este párrafo, activo el modo de reducción de vibraciones. ¿Entonces, es trepidación o el desenfoque normal, producto de la deficiente calidad óptica, que se puede esperar de éste objetivo? ¿Se debe a un defecto en mi unidad y su VR o a un problema del que adolecen todos los 18-200? Tendré que quedar con Luis otro día para probar su unidad y compararla con la mía. ¿Has leído, Luis?

Conclusiones

¿Qué conclusiones se pueden sacar de un experimento de dos minutos hecho a toda prisa y sin definir ni controlar ninguna variable? Porque, sinceramente, quiero creer que la imagen tomada con mi 18-200 salió tan mal porque yo me equivoqué en algo. Me resulta difícil creer que haya una diferencia tan significativa en la calidad de ambas lentes. He llegado a pensar que se puede deber al filtro HAMA ultravioleta que le tengo siempre puesto a modo de protección. Tendré que comprobarlo. En cualquier caso fue un error hacer la prueba sin definir mejor la forma de la misma. Error porque llevo unos días luchando contra unas irrefrenables ganas de salir corriendo a comprar un 70-200 f/2,8...

En cuanto al peso, si bien es cierto que es algo más pesado que el 18-200, no supone un incremento considerable en cuanto al peso de mi ya sobrecargado conjunto. Al menos, en el poco tiempo que lo tuve en la mano, a mí no me pareció excesivamente pesado. Vamos, que podría cargar perfectamente todo el tiempo con él.

En fin... ¿Luis, cuándo quedamos para que me dejes probarlo de nuevo y salir definitivamente de dudas?

domingo, 12 de abril de 2009

Echar unas partidas a 'The Last Guy'

Si buscamos en el diccionario de la Real Academia Española el significado de jugar, y más allá del hecho de tener tantas acepciones, hay algo con lo que la mayor parte de la gente estaría completamente de acuerdo. Para la gran mayoría, jugar implica divertirse y entretenerse. Y el resto es accesorio.

Sin embargo, da la sensación que a medida que evolucionan las consolas y los ordenadores, su potencia gráfica, divertimento viene vinculado y únicamente justificado, si está acompañado de gráficos fotorrealistas. Bueno, la Wii combate esa tendencia buscando la diversión, principalmente, con personajes cabezudos y deformes que supuestamente son un representación de tu yo-jugón en su particular universo de los saltos en tu salón de estar.

Pero no me entiendan mal. No estoy criticando, en su esencia, que con el avance de las generaciones de consolas (y consoladores), se busque incrementar la potencia gráfica y, con ello, el realismo de los escenarios representados. Todos agradecemos el esfuerzo. Pero eso no lo es todo (y tampoco digo nada nuevo con ello). Desde que poseo las consolas de última generación, en particular la Playstation 3, únicamente con un juego he exclamado "¡La madre que lo parió! ¡Qué bueno!". Ha sido con 'Metal Gear Solid 4'. Con el resto, simplemente, he dicho "pero mira qué bonito" y poco más. Ya sea con el emulador de Spectrum, con la Playstation 3 o con el futurible Resonator 300o-coma-14 del próximo siglo XXIII, de lo que se tratará siempre es de pasarlo bien, entretenerse y divertirse; independientemente de si para ello tienes que introducirte un conector a modo de sonda por vía rectal hasta el bulbo raquídeo para que la experiencia sea más realista y/o intensa (esto último casi seguro si has de autoviolentarte para jugar).

Es el caso de 'The Last Guy', juego que solo se puede adquirir en línea en la tienda de PlayStation, y que sin ser una obra que pasará a la historia de los videojuegos en su apartado gráfico, ni en cualquier otro, sí ha sabido aprovechar el espíritu de la moda de la Web 2.0 e incorporar, a modo de laberintos, fotografías satélite de diferentes ciudades en las que pondremos a prueba nuestras habilidades para resolver puzzles contrarreloj. Si haces una búsqueda en Internet, y así ahorrarme tener que entrar en detalles sobre la trama, sabrás que los puzzles consisten en recorrer las calles de la ciudad que toque sorteando todo tipo de bichos rarísimos y recuperando a los supervivientes de un ataque zombi que se irán sumando a una larga cola hasta que los dejes a salvo en las zonas oportunas para ser rescatados por una aeronave futurista. Es el tipo de juego que, sin ínfulas de superproducción del sector, engancha y que sirve para matar esos cinco o diez minutos en los que esperas a que tu pareja se ponga decente para salir a cenar con los amigos. Por lo que cuesta, es muy recomendable. Aunque también advierto que en ciertas ocasiones puede resultar frustrante no conseguir la cantidad de supervivientes exigida antes de que la cuenta atrás llegue a término.

The Last Guy™ Everywhere

Buscando reviews antes de decidirme a pagar los 8 € que cuesta el juego, tropecé con una versión cachonda del mismo que, tomando como base cualquier URL, ofrece una idea de qué trata la historia permitiendo jugar directamente en el navegador. O eso les gustaría creer a los desarrolladores. Tan sencillo como rellenar el campo que ofrecen para ello -el 'http://' que aparece debería ser una pista fiable-, darle al botón (o directamente a intro) y esperar a que el flash cargue, procese y digiera el contenido de la URL para hacer un mapa para la partida.

Probé con varios de las bitácoras que recomiendo en la parte derecha y, para mi desgracia, e incremento del ya excesivamente satisfecho ego del amigo adastra, la única URL que daba resultados aceptables era la suya. Lo sé. Se pondrá insoportable con eso de que está mejor estructurado el HTML de su blog y tal. ¡Qué más hubiese querido poder probarlo con el mío! Sin embargo se ve que los alojados en Blogger no los termina de tragar demasiado bien. De hecho aparece un texto en japonés que no sé si es el típico mensaje de 'error en el servidor' o una amenaza de muerte en el idioma del sol naciente.

Ahora bien, si no te apetece estar perdiendo el tiempo con chuminadas como la anterior, siempre puedes ver el siguiente vídeo para entender la mecánica del juego. La musiquilla que acompaña la partida mola y es pegadiza. ¿Qué son 8 € en un Mundo que se va por el retrete directamente? Al menos lo harás correteando las calles de sitios que probablemente nunca visitarás al son de una marchosa composición musical de corte technobacalao. Eso sí, solo para PS3.

El Último Apunte™

Completamente rascao por no poder usar mi propia bitácora para ejemplificar la chorrada del everywhere se me ocurrió volver a intentarlo, pero esta vez con mi cuenta Flickr. El resultado es mucho mejor que usar la bitácora del amigo adastra, pero tengo demasiado interiorizada la vaguedad como para apreciar el incalculable valor que tiene el trabajo ya hecho. Así que, pese a estar tentado de no darle el placer de hincharle el ego, he optado por conservar lo ya hecho y añadir esta última aclaración antes de darle, ahora sí, al botón de publicar.

viernes, 10 de abril de 2009

Tardes de sofá: 'Eli Stone', para pasar el rato

Un viernes más, y por eso de no caer en la desvergüenza de ser culto por comentar libros, me arrojo, e intento arrastrarte conmigo, en las formas de subcultura televisiva para evadirme y evitarme los deberes domésticos contractuales adquiridos en bienes gananciales con mi esposa. Espero que tu pareja sea al menos la mitad de comprensiva y permisiva que mi mujer en estos delicados asuntos.

Aprovechando la temática de abogados de la comentada hace un par de semanas, 'Boston Legal', continúo con otra serie del género, 'Eli Stone', que sin ser ninguna maravilla, y padecer de una fuerte componente de culebrón folletinesco -ya he comentado alguna vez que no me van los rollos lacrimosos-, que acabará abocándola al aburrimiento, sí que ha conseguido llegar a casi completar su segunda temporada y provee de una amena colección de buenos momentos con los que pasar el rato.

Para destripar el argumento de las series ya hay muchos sitios por ahí, así que no me voy a detener demasiado en su historia. Simplemente decir que ha resultado un enfoque fresco, al menos en sus orígenes, del género de abogados, aunque no le llega a la suela del zapato, en frescura, digo, a la mencionada en una entrada pasada y al principio del párrafo anterior: 'Boston Legal'.

Y aunque si las dos únicas opciones que me planteases fuesen volver a ver por quinta vez 'Boston Legal' o disfrutar por primera vez con 'Eli Stone', dudaría seriamente la respuesta, lo cierto es que si lo tomas como es, pasar el rato, la serie del abogado tocado por la mano de dios puede resultar una opción más que apetecible para las tardes de sofá y ganduleo a las que estás acostumbrando tu cuerpo y cerebro.

A día de escribir esto, en España se está emitiendo la segunda temporada, aunque no se sabe muy bien si concluirá, dejando cuatro episodios, de momento, en el aire y con peligro de no ser emitidos, valga la incongruencia, al aire. Es lo que les debe suele pasar a las series que se dirigen, cual Titanic del medio televisivo, hacia el iceberg del folletín. En los últimos capítulos de la segunda temporada daba la sensación que habían puesto a trabajar a todo trapo la maquinaria para desacelerar y reducir la inercia buscando evitar la prematura colisión. Aunque no es descartable que la factura de la serie adoleciera de los mismos errores estructurales del buque más dramáticamente famoso y que la inundación de los compartimentos inferiores acabe por sumergirla en las profundidades del olvido.

En el apartado de las actuaciones, en general los actores dan la talla, aunque siempre hay alguno -y no es porque sea negro, adelanto- no lo consigue. Y es que el compañero de color del protagonista, y socio por honores propios del bufete, no convence lo más mínimo. Con gestos de pandillero, no solo no convence, sobra.

El otro punto débil de la serie, en su versión emitida por cadenas nacionales, son algunos de sus doblajes. Realmente desconozco que voz tendrá en el Mundo Real™ la actriz Julie Gonzalo, pero para aparecer referida como pop singer en la Wikipedia de escritura inglesa, la voz que le han puesto en la versión doblada es tan horrible que le resta absolutamente toda la fuerza dramática y credibilidad a su personaje. La distribuidora pensaría que le daba un toque más cómico, patoso y superficial, que de hecho ese era el aspecto que ofrecía en las primeras apariciones. Algo que no cuela con la evolución del hilo argumental.

Concluyendo, una serie que puedes descargar -no te recomiendo tirar el dinero- mientras no acabemos convirtiéndonos en un estado policial y definitivamente prohíban la copia legal de carácter privado. Mi sugerencia para la misma es que la veas, aunque no esperes que resulte en una aportación significativa y trascendental a tu existencia. Siendo, por otro lado, completamente franco: ¿con el estilo de vida que llevas, me vas a venir ahora con exigencias espirituales? Visiónala y pasa el rato. Punto.

jueves, 9 de abril de 2009

Un capítulo curioso de una serie documental curiosa: 'Ciudades bajo tierra: Nueva York'

Más bien por curiosidad, y haciendo uso de las inmorales redes de pares, me hice con una copia del documental 'Ciudades bajo tierra: Nueva York'. Cuando lo pillé, me lo tropecé solo y, como cazador que aprovecha la soledad de la presa, no dudé en dar buena cuenta de él en dos clic de ratón. Una vez superado el reglamentario tiempo de descarga, visionándolo cómodamente echado en mi sofá, me percaté que debía formar parte de una serie o conjunto de documentales cuya temática consistiese en hurgar la Historia bajo las faldas de ciudades conocidas. Una rápida búsqueda en Internet confirmó la sospecha. Que yo sepa ya superan la treintena de capítulos, repartidos en tres temporadas.

De momento no he seguido exprimiendo el cutre ancho de banda de mi conexión ADSL para continuar comportándome de forma despreciable e ilícita, pero la tengo en mi lista de posibles. Todo se andará.

Sin resultar -al menos para mi persona- un documental especialmente apasionante, el referido a la ciudad de Nueva York, y sin ser especial seguidor de este tipo de documentales o su temática, sí que es cierto que me intrigó el enfoque y el tema. Lo suficiente, al menos, como para apuntar en mi to-do list el recordarle a mi progenitor que se encargue de grabar alguno del Canal Historia, donde lo emiten -o emitían- y me ahorre el tener que localizar y descargar nuevos capítulos. Mi padre sí es de los que se gastan dinero manteniendo la plataforma satélite en España. Yo, como buen hijo de esta generación, lo parasito. Al menos que me ahorre unas cuantas descargas.

Volviendo al tema y concretando, el capítulo de Nueva York, y como el nombre de la serie sugiere, se adentra, pese a adolecer en varias ocasiones de un tono y enfoque sensacionalista, en varios lugares de interés histórico que se conservan en la ciudad de Nueva York y que tiene la característica de estar enterrados a unos cuantos metros bajo tierra. Una forma diferente de visitar la ciudad estandarte de nuestra sociedad.

Recalco lo del tono sensacionalista porque este tipo de documentales parece requerir de la fórmula del nunca visto antes o del no te lo vas a creer para resultar más interesantes a la audiencia. Cosas del tipo "emplearon una técnica revolucionaria para la época" seguido de un "que ya habían usado los romanos veinte siglos atrás", no suele ser algo que me guste en exceso. ¿Cómo demonios una técnica con dos milenios es revolucionaria para la época? En fin...

En cualquier caso, y salvando el pequeño error de forma, el contenido del episodio es más que aceptable y curioso, por lo que si no eres de los que sufren de urticaria cuando les hablas de Historia, este documental, y posiblemente la serie completa, puedan resultarte lo suficientemente interesantes como para dedicar ratos a visionarlos. No se sabe de nadie que haya muerto por exposición al conocimiento, al menos en forma de documental televisado. Aunque siempre existe el temor de que cualquier intento de incrementar tu saber devenga en alguna forma de ictus epiléptico (algo así como un buffer overflow cerebral); o que violes tu juramento hipocrático del consumista y acabes cayendo en las -de momento solo ilícitas, que no ilegales- redes del intercambio de ficheros. ¿Riesgos que merece la pena correr? No lo descartaría en este caso. Suerte.

martes, 7 de abril de 2009

Tesoros perdidos reencontrados (XIX): La práctica de Ingeniería del Conocimiento

Cuando recuperé, rebuscando entre bolsas de CD viejos, la cantidad de archivos que había dado por perdidos, también recuperé buena parte de las prácticas que hice durante los años de la carrera. Sin embargo decidí no publicarlas dentro de este marco de artículos porque me parecían más bien parte de anécdotas que productos por sí mismas. Aunque es cierto que tesoros anteriores se han solapado con el universo del anecdotario personal y no dejan de ser, de alguna forma, producto de las mismas.

En cualquier caso, y como decía, pese a no tener más fundamento que mi propio apetito y criterio, las prácticas habían quedado desestimadas completamente como parte de esta serie. ¿Y por qué nos das la brasa entonces con una, preguntarán? Pues porque la práctica de Ingeniería del Conocimiento me la he tropezado en Internet.

Tengo el raro hábito de buscarme a mi mismo en Google de vez en cuando. No es algo que tenga programado ni de lo que tenga una necesidad perentoria por realizar. Simplemente, en un momento cualquiera y de repente, me voy a la entrada de búsqueda en la esquina superior derecha del navegador, escribo mi nombre y apellidos, y compruebo qué aparece. En general es casi siempre lo mismo: La orden de caza y captura para devolver el dinero de una subvención, algunas fotos que han usado otros, una consulta que hice hace eones en un foro, algún comentario hecho en algún blog, etc., etc. Pero esta vez me he tropezado con un documento Word escrito a principios de 2000, conteniendo la susodicha práctica. Y me ha resultado curioso. Curioso porque es una de las prácticas que sí estuve a punto de poner en esta serie y saltarme con ello la decisión inicial.

No se puede decir que fuera un estudiante modelo. Lo de apoyar codos no era precisamente lo mío. Yo siempre fui de los que con asistir a una de cada tres clases y con estudiar la tarde anterior, aprobaba. A veces con notas generosas. Eso era en cuanto a la teoría, porque para las prácticas era otro gesta diferente que cantar. Les dedicaba horas, horas y horas sin importarme lo más mínimo. Siempre fui bastante perfeccionista para los detalles y las prácticas de Ingeniería del Conocimiento fueron de las que más me curré. Aunque no las que más. Gracias a eso, nuestro grupo de prácticas obtuvo matrícula de honor.

Y ahí está la parte de anecdotario de esta entrada. Ingeniería del Conocimiento fue una de las últimas asignaturas que cursé en la carrera. Después de algunos años trabajando había decidido retomar y finalizar la Facultad de Informática, antes de que se transformase definitivamente en ingeniería, por lo que me alié con Roberto para repartirnos las prácticas de las asignaturas. Él se curraba a fondo las suyas y yo las mías. Divide y vencerás. Mientras nos íbamos contando los detalles importantes de cara a las defensas. Eso fue algo que no entendió Daniel, el tercero en discordia. Nos vimos forzado a aceptarlo porque a) Roberto era demasiado buen tipo para negarse y b) los grupos tenían que ser de tres, mínimo. Daniel resultó ser un tocacojones de cuidado. No entendía que yo hubiese acordado eso con Roberto. Sólo participaba con nosotros en esta asignatura, así que mi trato con Roberto era algo fuera de su area de interés. En sencia se quejaba de que no hacía nada y no traía preparado nada para las reuniones de grupo. De hecho Daniel tampoco hacía gran cosa y, las aportaciones que hacía no eran demasiado adecuadas para mi enfoque del trabajo. Le repetía una y otra vez que dejase el asunto de Roberto y que confiase en lo que estaba haciendo, que no se arrepentiría. Pero no lo dejó estar y se quejó al profesor, contando que a) que no le dejábamos participar y b) que Roberto no hacía nada. Tras explicarle al profesor por activa y por pasiva que no era exactamente así, la cosa se resolvió y todos tuvimos un diez en la asignatura. Después de publicadas las actas con las notas, no tuvo ni un gesto de agradecimiento. Como dicen por ahí, hay gente pa'tó.

La práctica trataba del diseño de un sistema experto para la concesión de préstamos y créditos por parte de una entidad financiera. En aquella época yo trabajaba en una empresa que daba servicios para una caja de ahorros, de forma que tuve acceso a gente que me explicó, por encima, cómo funcionaba el asunto. El resto, los huecos que no pude consultar, simplemente me los inventé. Así funcionan las cosas.

Si has llegado hasta aquí en la lectura de la entrada del día, aprovecho para comentar que las ilustraciones con las que he ido decorando el artículo fueron todas realizadas con Corel Draw, del que ya he hablado en varias ocasiones. Aunque ahora, revisándola con un poco más de detalle, me da que más bien usé Visio. Eso también lo solía hacer: usar Visio para los diagramas de clases y luego pasarlo todo a Corel Draw para finiquitarlo. Da igual.

En fin, que si tienes ganas de meterte entre pecho y espalda un poco de mi prosa dedicada a las prácticas de Informática, ahí cuentas con la posibilidad de hacerlo con la genial práctica de Ingeniería del Conocimiento. El profesor era un buen tipo y se enrolló con la nota final. Nos la merecíamos (sé que las comparaciones son odiosas, pero el resto de grupos no hizo una práctica tan buena ni de lejos), pero no dejó de ser generoso con la nota final. Más si tenemos en cuenta el numerito del amigo.

sábado, 4 de abril de 2009

MacPorts y Postgresql 8.3

Al preparar la entrada sobre Talend me quedé un poco apenado por no disponer de ningún ejemplo de la herramienta trabajando sobre una base de datos. En realidad debido a que, simple y llanamente, a estas alturas aún no había instalado ningún motor de gestión de bases de datos en mi equipo de uso personal. Cierto que hacía muchísimo tiempo que no usaba mi ordenador doméstico para cosas profesionales. Algo que, sin embargo, parece estar cambiando estas últimas semanas, en las que me entretengo con cosillas nuevas; o revisitando algunas viejas con enfoques distintos.

Las herramientas/aplicativos que he venido usando durante mi experiencia profesional han estado siempre muy ligados a la empresa en la que he trabajado. Como le habrá pasado a todo cristo viviente en esta profesión. La presumible diferencia es que yo cambio de empresa, de promedio, cada dos años. Aunque creo haber encontrado la definitiva, aclaro. Aclaro para los posibles compañeros de empresa que sepan que ya se acerca la fecha de mi segundo aniversario en ella. De momento me quedo.

En el apartado de bases de datos, durante casi tres años hice uso, casi en exclusiva, de PostgreSQL. Hasta su versión 7.1, si no recuerdo mal. Desde mediados de 2002 hasta mediados de 2007 trabajé en exclusiva con SQL Server y apenas me he mantenido al día en los avances implantados o realizados en el primero. Quitando pequeñas cosas realizadas con otros SGBD, como Interbase, Oracle, MySQL, etc., en los que más cómo puedo llegar a sentirme son en los dos mencionados antes. Especialmente en el de Microsoft, dado que es el que mas tiempo -y recientemente- he usado. Pero como es de pago y, para colmo, sólo existe en su encarnación para el sistema operativo de las ventanas, queda descartado.

MacPorts

Desde el sitio de PostgreSQL puedes descargarte un instalador para Mac. Es por todos conocido lo maravilloso que resulta el sistema operativo de la manzana cuando se trata de instalar y desinstalar software. Ahora bien, aquellos que hayan tenido roces, especialmente de índole íntima, con Linux, sabrán lo cojonudo que es disponer de un repositorio de paquetes al que recurrir y evitarte, de esta forma, estar andando con tropecientos instaladores, o desinstalando la versión anterior cuando sale una nueva del software, etc., etc.

Buscando algo por ese estilo para Mac, encontré 'The MacPorts Project' (también en la Wikipedia). Y confieso que me ha entusiasmado. No es Linux, claro está, pero a estas alturas hay unos cuantos (más de cinco mil) ports disponibles. Y tiene una cantidad considerable de opciones. Habrá que profundizar un poco más en él.

La instalación es muy sencilla. Aunque no tan sencilla como las aplicaciones que simplemente funcionan con un arrastrar y soltar. El proceso requiere de un instalador. Si estás acostumbrado a Mac verás que sigue el mismo esquema de varios pasos de todos los instaladores.

Una vez concluye la instalación, el siguiente paso es entrar en una sesión de terminal. En mi caso uso mucho el Spotlight para estas cosas. Con apenas un par de pulsaciones tengo una ventana de terminal abierta (seguro que habrá un camino más rápido para hacerlo). A partir de ahí, port help y a ver qué nos depara el futuro.

Instalando PostgreSQL...

Ya en la ventana de terminal, lo primero es buscar lo que se quiere. En mi caso, como lo que quiero es el gestor de bases de datos PostgreSQL, con un port list postgresql* obtuve la lista de todos los paquetes que empiezan con ese texto.

Dado que no tengo software en producción que deba mantener, y que soy un verdadero kamikaze en lo referente a las versiones, opté por instalar la última versión, que en el momento de escribir esto es la 8.3.7. Así, con dos eggs y sin importarme lo más mínimo cuánto ha cambiado desde la versión 7.x.

Para instalar paquetes es conveniente -y necesario- hacerlo usando el programa sudo, anteponiéndolo en la línea de comando, antes de invocar la aplicación port.

Yo instalé los tres paquetes que hay para la versión 8.3:

sudo port install postgresql83
sudo port install postgresql83-server

sudo port install postgresql83-doc


Cada uno de ellos descarga, además del paquete solicitado, los paquetes de los que depende. MacPorts se a Gentoo Linux en su filosofía, donde por defecto te descargas la versión en código fuente del paquete que se compilará para tu máquina en particular. Lo que puede suponer achicharrar, sea dicho de paso, la CPU de tu carísimo Mac. Por muy doble-núcleo-dos-a-tropecientos-gigaherzios que sea ésta.

Al finalizar la instalación de paquete postgresql83-server tenemos la posibilidad de seguir las instrucciones que vuelca en la consola y establecer que el servicio arranque automáticamente cuando inicie el sistema operativo. Para ello, y tal como aparece en la captura anterior, debemos escribir la línea de comando: sudo launchctl load -w /Library/LaunchDaemons/org.macports.postgresql83.plist.

Una vez se ha indicado que quieres que cargue en el proceso de arranque, queda crear la primera instancia de PostgreSQL. Para ello se debe seguir los pasos indicados en la captura anterior, volcados en la consola por el mismo proceso de instalación del paquete servidor. Tras ello podrás arrancar el demonio desde línea de comando, tal como te indica al final de proceso de inicialización (ver siguiente captura).


Crear un usuario administrador y crear una base de datos


Por defecto el único usuario que puede acceder a las bases de datos creadas tras la inicialización es el usuario 'postgres', el mismo con el que se lanza el servicio del sistema y el único que existe asociado a las bases de datos. Si en este momento se intentara usar el comando psql83, que es el programa que te permite administrar las bases de datos, con el usuario autenticado, arrojaría un error.

Lo primero, por tanto, es crear un usuario con capacidades administrativas y una base de datos asociada a él. Lo segundo sería completamente opcional, ya que es administrador, pero es muy recomendable. En mi caso di de alta un usuario con el mismo nombre que tengo en el sistema y con poder absoluto. Primero haremos una suplantación y entramos con el usuario 'postgres' usando el comando sudo su postgres y, luego, entrando en la aplicación psql83. Dentro de la misma haremos uso de la sentencia CREATE USER. Para obtener la ayuda usaremos el comando \h seguido de aquello sobre lo que queremos informarnos, en este caso CREATE USER.

Ya podemos volver a nuestro usuario (para salir de la sesión de psql hay que usar \q). Pero si intentásemos entrar ahora, obtendríamos que no hay una base de datos con el nombre del usuario, que es la que, por defecto, intenta abrir si solo ponemos psql83. Con el parámetro -l (menos ele) podremos conocer las bases de datos existentes en todo momento.

Para poder crear nuestra primera base de datos deberemos conectarnos a alguna de las ya existentes. Aunque es recomendable no andar toqueteándolas. Para ello usaremos el parámetro -d seguido del nombre de la base de datos que queremos usar. Una vez dentro crearemos nuestra base de datos con la sentencia CREATE DATABASE, tal como se puede ver en la siguiente captura. Saliendo y usando el parámetro -l nuevamente, podrás apreciar que aparece una nueva base de datos en la que el propietario es el usuario que hayas indicado.

A partir de aquí ya queda que se definan las tablas que se deseen. De momento vamos a dejar el asunto aquí. En Internet hay muchos tutoriales SQL que te pueden instruir tanto en el uso del lenguaje de definición de datos (DDL), el de manipulación de datos (DML) como en del de control de datos (DCL).

Mirando al futuro...

Aunque dudo que esta entrada sea realmente de utilidad para alguien, lo cierto es que me he divertido escribiéndola; que al final de eso se trata. Hacía tanto tiempo que no jugueteaba con PostgreSQL que había olvidado la mitad de las cosas y al escribirlas también me aseguro que me servirán de apuntes en el futuro. La senilidad hace estragos en mi memoria a una velocidad vertiginosa.

Por otro lado, si PostgreSQL no es lo tuyo y prefieres algo del estilo de MySQL, solo tienes que hacer port list mysql* y a disfrutar. Y si quieres probar otras cosas, como Mono, siempre puedes intentarlo con sudo port install mono.

Igual dentro de un tiempo escribo algo sobre mis batacazos experiencias con Mono 2.4, o el que toque, en Mac. O, tal vez, me meta con MySQL, ya que se usa tanto y en tantos sitios. O, simplemente, me dedique a otra cosa. El que escribió mi futuro debió traspapelar algunas de las hojas.

viernes, 3 de abril de 2009

Tardes de sofá: la tercera novela de Mundodisco, 'Ritos iguales'

¿Qué? ¿Preparándote para escaquearte otro fin de semana más? Bueno, no te preocupes, que en este espacio te propongo, un viernes más, la forma ideal de pasar, sin pena ni gloria, otro sábado y otro domingo sin dar ni golpe ni mover un músculo con las labores domésticos que tanto tiempo llevas esquivando. Eso sí, nunca le hables a tu pareja de quién te da estas ideas. Ya hay mucha gente odiándome sobre la Tierra.

En esta ocasión vamos a posponer las series de televisión y vamos a intentar reavivar tu materia gris. La poca que te debe quedar a estas alturas. Ver tantas series y eludir con tanto ahínco las tareas domésticas embrutece. Mucho. Te lo digo yo, que lo sé de primera mano. Así que no está de más, un fin de semana de cada cuatro, cinco, seis o los que sean, que te arriesgues a sufrir un derrame cerebral esforzando tus neuronas con la lectura de un libro. El efecto debe ser similar al que se sufre cuando uno está estreñido pero quiere deshacerse, a toda costa y a riesgo de reventar las venas de la frente, de tan molesta y maloliente carga, por la vía del sobre esfuerzo esfinterrectal.

Hace ya unos cuantos meses comenzaba con la serie de libros de Mundodisco, narrativa hilarante y espléndida por obra y gracia de Terry Pratchett, comentando las dos primeras novelas de esta peculiar y extravagante mezcla de fantasía atípica con crítica satírica y mordaz. Así que, por eso de seguir el orden cronológico de publicaciones, que no necesariamente el orden de lectura, toca hablar de 'Ritos iguales', tercera novela de este particular universo y primera de la saga o trama argumental de las brujas. En realidad en singular, porque la única bruja que aparece en la novela es 'Yaya' Ceravieja, personaje imponente y autoritario que, de tratarse de una película, llenaría la pantalla con su sola presencia cada vez que apareciese. La más entrañable 'Tata' Ogg aparecerá en novelas posteriores.

Desgraciadamente habrá que esperar hasta que se forme el aquelarre completo para que las novelas de las brujas ganen en genialidad, pues esta novela es algo más floja que las dos primeras de la serie. Pese a que el comienzo es muy bueno, con las típicas meteduras de patas y equívocos característicos de esta serie, que crean el caldo de cultivo de los buenos momentos, decae rápidamente y, salvo por momentos puntuales que te obligan a reír a mandíbula batiente, la mayor parte del texto pasa sin pena ni gloria por delante de las retinas. Eso sí, no llega a resultar aburrido en (casi) ningún momento y, aún no siendo la mejor de las novelas de Mundodisco, sí que no está de más pasar unas horitas leyendo literatura ligera y entretenida. Reconozco que me lo pasé bien en que hace un guiño a la mecánica cuántica y a cómo la entiendes pero no sabrías explicarla.

En cualquier caso, y dado que la alternativa es ponerte a pasar la mopa por toda la casa, o tender los calzoncillos, que por otro lado buena falta hace ya, no desestimes la ocasión de volver a excusarte y tírate en el sillón a leer. Tu mente te lo agradecerá y tu pareja te odiará un poco más.

Recomendable por el simple hecho de formar parte de la serie Mundodisco. Y poco más.

Nota: He prestado mi ejemplar, así que he tenido que recurrir a la intesné para conseguir una reproducción aceptable. La encontré aquí.

Nota (19/sep/2010): Como suscriptor de la edición que sacó Altaya, recibí tres láminas con dibujos «extendidos» de sendas portadas de libros de la serie. Una de ellas se corresponde con 'Ritos iguales'. Dado que me desharé de ellas consideré oportuno dejarla aquí escaneada para la posteridad. Aunque el dichoso escáner está empeñado por dentro.

miércoles, 1 de abril de 2009

El 'garbage collector'

En más de una ocasión he dicho que me gusta usar el transporte publico. Soy usuario y defensor del mismo. Por varios motivos, de los cuales ninguno viene al caso. Sea como fuere, desde que la empresa se mudara a Tafira, en diciembre, vengo compartiendo guagua con los niños y niñas que estudian en el campus. Lejos de sentirme avergonzado, me hace gracia ser el abuelo de la clase. Rara vez comparto el habitáculo automotriz con otro carcamal. Rara vez, digo, pero no significa que no aparezca de vez en cuando otro vejestorio.

Hace unas semanas coincidí con un conocido-desconocido -luego lo explico- de mis tiempos de carrera: el 'garbage collector'. Digo conocido porque coincidimos en el tiempo durante los (mis) últimos años de carrera; desconocido porque, sinceramente, era un tipo harto raro con el que nunca intercambié una palabra.

Entre los estudiantes de otras carreras, los que estudiamos informática, antes contemplada como ciencia, luego como ingeniería, y ahora como menos que nada, tenemos fama de ser unos bichos raros. Y lo cierto es que, en cierta medida, de forma muy general, y salvando las prudentes distancias (cósmicas), autoridad no le falta a esa creencia. Pero si tanto en el infierno como en el clero hay niveles, escalas y estamentos, entre los bichos informáticos no deja de haber grados de rareza.

El bicho más raro con que me tropecé en los años de carrera en la Facultad de Informática, fue un chico de rasgos algo simiescos, sobrado en kilos, talante introvertido, de aspecto desaliñado y, aparentemente, falto en brillantez intelectual. Aquel chaval dejaba a la altura del betún a cualquier aspirante al título ‘Rarito del Año’. De sobrenombre ‘garbage collector’ tenía la extraña afición de repasar minuciosamente el contenido de las papeleras que había en la sala de estudios, en busca de apuntes y garabatos que otros estudiantes hubiesen tirado en ellas. Parecía adicto a los resúmenes que otros estudiantes, después de hacerlos y estudiarlos, desechaban para su reciclaje.

El garbage collector tenía un procedimiento reiterativo: Se acercaba a una de las papeleras, introducía las manos y escogía unos cuantos papeles. Los revisaba por encima, de pie en mitad de la sala, y se los llevaba a su mesa de estudios. Luego volvía, tiraba los anteriores y escogía otros nuevos. Una especie de “do-while-true” o bucle infinito.

Lo más extraño, a la par que asombroso, que le vimos hacer, fue recoger unas hojas, quitar con los dedos un chicle que las mantenía pegadas, y llevárselas a su mesa-guarida. El chicle, por supuesto, estaba masticado y remasticado por otra persona que había tenido a bien usarlo como pegamento para sellar sus notas.

No había nada más desestresante en los días de duro estudio, que descansar una rato las retinas de tanto apunte, y espiar, transformarnos en voyeurs, escondidos tras las cristaleras de las peceras, los movimientos de aquel extravagante individuo. No es que me sienta, a estas alturas, especialmente orgulloso de ello, pero es lo que había. Algo así como un extraño rito de si no te burlas es que eres igual de rarito y practicabas algún oscuro arte similar al de aquel pobre espécimen. Eso y que, en el fondo, parece un alivio que haya alguien más raro que tú del que poder burlarte. Además, y poniéndome en plan house, es casi un imperativo biológico discriminar, de una u otra forma, a los que se comportan de manera diferente y evitar con ello poner, de forma manifiesta, en peligro la herencia genética que se podría traspasar a la siguiente generación. Y aquí viene las preguntas que nunca me había hecho y sí me hice cuando lo vi entrar en la guagua hace unas semanas: ¿qué sentirían sus padres? ¿Cómo será tener un hijo así de... complejo? Y, mas importante, ¿es consciente de que es, a ojos de todos, un bicho rarísimo? ¿Y si lo es, qué pasará por su mente? ¿Drásticas y sangrientas formas de ajustar las cuentas?

El aspecto que llevaba era el de alguien que sigue estudiando, con su bolso y sus apuntes. ¿Llevaría en su bolso apuntes ajenos recolectados de las papeleras? ¿Mantendría viva esta extraña filia? ¿Qué haría con ellos cuando llegase a su casa? Más kilos y más viejo, pero transmitiendo el mismo talante y aspecto que transmitía hace diez años. Era el mismo, sin lugar a dudas, y aunque mi memoria no es lo que era. El garbage collector en persona.

Aunque también cabe la posibilidad, claro, que fuese un estudiante ejemplar en aquellos años, que ahora sea profesor y que esa sensación de ser un bicho raro entonces, y seguir igual ahora, no sea más que un prejuicio por mi parte. ¿O estoy en lo cierto y pasará a ser un referente de bicho raro en las próximas generaciones de informáticos? Para la mía lo fue, y es un personaje recurrente que reaparece en las conversaciones cada cierto tiempo. Confieso que tengo curiosidad, así que igual, la próxima vez que me lo cruce, le pregunto.

¿Mientras quede con vida un informático que haya estudiado en estas décadas, seguirá existiendo el recuerdo del 'garbage collector'?