sábado, 26 de abril de 2014

Cosmos, 2014

Cuando empecé esta bitácora, a mediados de 2008, tercera o cuarta reencarnación de mi deseo de trascender por la vía del exhibicionismo ciberespacial valiéndome del simplón mecanismo de ventilar las nimiedades que me acontecen o en las que participo, andaba también revisitando la mejor de las series divulgativas rodadas hasta la fecha, la mejor por su carácter y enfoque holístico: Cosmos. Algo de lo que dejé constancia unos meses más tarde —con mi particular forma de decir y escribir las cosas— en su correspondiente entrada [aquí].

Hace bastante tiempo, tal vez un par de años, tuve conocimiento del rumor que hablaba de una reencarnación o modernización de la serie, esta vez sin presencia de Carl Sagan por pasar éste a un plano existencial distinto al tangible nuestro tiempo atrás. No le di mayor importancia porque era un rumor o un proyecto, que como otros tantos podía quedar en aguas de borrajas. Y el tiempo pasó. Hace unos meses se anunciaba, con menos bombo y platillo del que se merece un evento como éste, su próximo estreno en las cadenas de nuestro país, y simultáneamente en las de otros muchos. Esta vez le di mucha más importancia a la noticia. Supongo que en forma similar a como los fans de una serie clausurada tiempo ha acogen la noticia del estreno de la película creada para satisfacer a tan selecto grupo. Pero fue el día que cayó en mis manos el primer capítulo, obtenido por esa vía de la que uno no se siente especialmente orgulloso de conseguir la cosas en el capitalismo cimentado sobre un consumismo exacerbado en el que vivimos, cuando me puse realmente nervioso. ¿Haría siquiera honor la nueva serie a la protagonizada por —y que tan bién condujo— Carl Sagan? ¿Sería un intento de sacarnos los cuartos a los nostálgicos? ¿Sería otro intento Freemaniano de convencernos de que hay fantasmas ahí afuera? Con sentimientos encontrados busqué hueco para ver el primer capítulo, convencido de que nadie conseguiría imprimir ese aura carismático que tenía Sagan en sus exposiciones y de que lo que me esperaba durante los próximos 50 minutos sería una cagada de proporciones cósmicas e infumable de principio a fin que no haría otra cosa que mancillar el admirado recuerdo del protagonista original y estropear con adornos innecesarios lo que es una obra magnífica de por sí.

Lo que tiene el sesgo de confirmación es precisamente eso, que nuestros prejuicios nos dominan y consiguen hacernos ver lo que estamos esperando ver. Dicho en plata: Neil deGrasse Tyson presenta mucho peor la serie que Carl Sagan. Esa fue la errónea conclusión que saqué en el primer capítulo, olvidando que realmente lo importante era el tema que contaban, no quién lo contaba. A lo largo de las últimas semanas desde su estreno, replanteándome la forma en que empecé a ver la serie, he pasado de esa sensación nostálgica de pérdida del original que provoca reforzada el sucedáneo, a disfrutar con la forma y estilos de un divulgador con nombre propio, el mentado Neil Tyson, quien no tiene nada que demostrarnos y que ha conseguido que me enganche a esta reencarnación de la que fuera mi serie divulgativa favorita de las últimas décadas. En resumen, Neil deGrasse Tyson está sobradamente cualificado para hacernos disfrutar de esta nueva andadura cósmica. Y la producción, en su conjunto, es simplemente magnífica.

A día de hoy Cosmos 2014 es la única serie de televisión que sigo fielmente semana tras semana y que hace que bucee cada fin de semana en las redes del P2P para descargar el último capítulo. Pero han de permanecer tranquilos los empresarios, productores y subespecies alimentadas por el ánimo de lucro de este tipo de producciones, porque es mi intención resarcirlos —y siempre lo hago con lo que disfruto— comprándola en BluRay cuando tengan a bien publicarla en nuestro país.

Imagino que temiendo que muchos sentirían lo mismo que yo al ver al nuevo conductor acaparando los créditos de la serie, o porque es lo que es, un tributo a Carl Sagan, se lo suele mencionar en los capítulos; dejando claro que no intentan hacer borrón y cuenta nueva —como esos reboots a los que nos tienen acostumbrados en la industria del celuloide—, sino que es una merecida continuación. Es un puente a los nostálgicos y siempre se agradece. Pero también sirve, al menos a mí me sirve, para contemplar este nuevo Cosmos no como una serie distinta, sino como una segunda temporada de la misma serie. Tal es así que ya no hay competencia posible, ni con ello ganador ni perdedor. En mi fuero interno Cosmos pasa de tener 13 capítulos en su edición original a tener 26 en su nueva edición, consiguiendo entonces el seguir siendo la mejor serie de divulgación producida hasta la fecha por la Humanidad. Con este talante nostálgico, y la certidumbre de que pronto volveré a ver la primera temporada, rompo mi promesa original por enésima vez y anclo aquí un vídeo con los primeros minutos del primer capítulo donde Sagan nos promete lo que será un viaje inolvidable para toda una generación (o al menos la parte interesante de ella):


Por no desmerecer a la nueva, que no es mi intención, pero ya que me prostituyo hacerlo a lo grande, pongo el trailer promocional del nuevo Cosmos:


Aunque más moderado en las formas a cuando escribí la entrada sobre la serie original, no porque no piense lo que ya pensaba entonces sino porque he entendido que a nadie le importa lo que piense al respecto, sigo creyendo que el visionado de este tipo de productos, y en especial del que hablo hoy, nos abre la puerta a ser mejores personas y seres humanos más conscientes del lugar que nos toca ocupar. El partído político que tenga en su programa sustituir religión en los colegios por el visionado de series divulgativas serias como Cosmos tiene casi asegurado mi voto.