lunes, 11 de abril de 2011

Santiago de Compostela

Anoche llegué tarde a casa tras pasar tres días —sin contar el jueves, que llegamos por la noche al destino— en Santiago de Compostela. Sin desmerecer los viajes más largos, pero que por experiencia suponen un riesgo mayor al tratarse —repito que por experiencia propia— casi de un «todo o nada» [1], los microviajes, «escapadas» o pequeños viajes de corta duración cuyo destino sea algún punto de la geografía nacional, van ganando presencia e importancia en las opciones que vamos prefiriendo en los últimos meses. Pueden ser tanto o más agotadores que otro tipo de viajes, pero permiten concentrarnos en un elemento concreto, que suele ser aquel que motiva o articula el propio viaje y establece los parámetros de la experiencia vivida. En esta ocasión la excusa la puso una «quedada bloguera» de gente aficionada a la cocina. Mi mujer me comentó hace unas semanas que se organizaba una en Santiago de Compostela, ciudad que yo visité con dieciocho años pero que ella aún no conocía, miré opciones y con Ryanair fuimos y volvimos por apenas [2] sesenta euros cada uno; una ganga. Alguna ventaja sigue teniendo ser residente canario y el descuento que se nos aplica por esta condición en los viajes nacionales.

Catedral de Santiago de Compostela


Decidimos coger tres días para dedicar dos a visitar la ciudad con calma y dedicar el tercero, en este caso en medio, al evento ludicofestivo que usamos como excusa. Con dos hubiese bastado, porque el viernes ya habíamos recorrido la ciudad, la parte antigua que es la que realmente resulta interesante, varias veces. Es posible que sea necio asegurarlo, pero yo tengo serias dudas de que nos quedase una sola calle del casco antiguo por la que no hubiésemos pasado al menos dos veces en ese día. Vamos, que con dos días era más que suficiente para hartarse a ciudad y marisco y, en consecuencia, gastronomía típica. Pero menos mal que optamos por la solución de tres días, porque ayer domingo amanecimos gástricamente destrozados por la susodicha gastronomía y decidimos languidecer en la habitación del hostal a la espera de la hora de salir para el aeropuerto y coger el avión. Aquí toca agradecerle al dueño del Lar de Compostela que nos dejase salir a la hora que mejor nos viniese dado nuestro lamentable estado sin cobrarnos «salida tarde».

La quedada bloguera resultó ser muy divertida. Mira que llevo años reencarnándome, blog tras blog, en esto de ser un exhibicionista, pero nunca me había dado por apuntarme a una. Y resulta que me animo de compañero para una quedada de blogs de cocina. Me junté con otros acompañantes, en este caso que venían de Lisboa, y nos lo pasamos genial durante horas. Una forma genuina de conocer gente y socializar fuera de las redes sociales como Facebook. Pero como yo iba en condición de hombre florero, ya se encargarán los blogs del sector de dar la debida y merecida cuenta del evento, como la crónica del mismo narrada por su promotor.

Por el Mercado de Abasto de Santiago de Compostela


Si no hubiese sido por la quedada, seguramente Santiago no hubiese estado dentro de nuestros planes inmediatos. Tal vez como visita puntual de un viaje por Galicia que llevamos tiempo queriendo hacer. De hecho se volvió a dar ese fenómeno de cargar con la cámara y apenas sacarla de la mochila porque, sinceramente, ya ando un poco harto de «piedras»; sin querer desmerecer o dar lugar a creer que siento desprecio alguno con estas palabras a la merecida importancia histórica, artística y/o arquitectónica de las mismas. Pero es lo que tiene la construcción sacra. Si uno no es especial fanático de la Historia del Arte, de la arquitectura o, en general, del corpus de conocimiento que derive en un aprecio especial de los matices arquitectónicos y artísticos, después de haber visitado otras tantas ciudades donde su atractivo principal pasa por la arquitectura y el arte dedicado y destinado a alabar al Señor, la Catedral de Santiago, con toda su imponente y magistral presencia, que sí que reconozco que la tiene, acaba pareciendo «una más». Al resto de segundonas que pueblan el resto de las calles ya es que ni les prestas atención. Aunque sí que confieso que el Mercado de Abastos me llamó la atención. Ese me gustó y recomiendo visitar en un día de especial movimiento (en nuestro caso el sábado) a primera hora.

La gastronomía, tan alabada y recomendada por aquellos conocidos que se enteraron que íbamos, no corrió mejor suerte que la arquitectura y el arte. Es posible que tuviésemos mala suerte eligiendo los sitios, pero viviendo en un lugar rodeado por el mismo mar Atlántico que baña las costas gallegas, no encontré especialmente memorable aquellos platos que decidimos elegir. Acabamos de pulpo a la feira hasta las narices, y la mariscada… En cuanto al lacón con grelos, no es una carne que me hiciese sentir como un quinceañero que acaba de conocer a la chica de sus sueños. En fin, que no sentí que comiese especialmente bien, y que tal vez siendo gastronómicamente más modestos, yo sigo prefiriendo las fritadas o parrilladas de pescado que a veces tengo el placer de comer en muchos restaurantes de las costas isleñas, con ese gofio escaldado que tan rico queda de compañía. Por cierto, dentro del anecdotario personal, me ha pasado con el pan gallego algo parecido a lo que con la cocina china. Un día descubrí que la verdadera cocina china tradicional no tiene nada que ver con la que uno lleva años comiendo tan bien condimentada con el glutamato monosódico. La verdadera comida china es infinitamente mejor. Con el pan gallego me pasó al revés. Acostumbrado a la versión exquisita del pan gallego que uno encuentra cuando la compra en los hipermercados, no hubo trozo de pan que te pusieran con la comida que, en lugar de corteza, no tuviese una espesa cáscara que partir con los dientes. Viene a ser como el marisco de los panes, con su concha casi inmasticable.

Pero más allá de las malas experiencias de este viaje, lo realmente genial, lo que ha merecido la pena y por lo que merecería la pena repetir si se presentara la ocasión, y eso sí que no se lo puedo negar ni quitar, fue la compañía de los blogueros aficionados a la cocina y de sus acompañantes.


[1] No quiero volver a hablar del viaje a Florida.
[2] Lo curiosísimo de Ryanair es que si bien aún sigue siendo barato, te cobran absolutamente por todo. En principio no me parece mal que te exijan cuidado con el peso que eliges llevar, pero que te cobren 32 € adicionales en concepto de gastos administrativos por la gestión de cobro cuando pagas con la VISA me parece UNA ABSOLUTA BARBARIDAD. Estamos hablando de que el 25% de lo que costaron los pasajes se fueron en esos 32 € de impuesto revolucionario por ser víctima de los tiempos que corren y usar el pago con tarjeta de crédito.

domingo, 3 de abril de 2011

'Guerra de regalos'

Más o menos empecé el año 2010 con la intención de releer toda la saga de Ender de forma más o menos seguida. Estando en Madrid compré en el dispensador de libros de Príncipe Pío la primera novela porque había desaparecido el ejemplar que tenía desde hacía veinte años y poco después me puse a leerla en la cama, escondido de las frías noches madrileñas. Tras ello descubrí que el autor había publicado dos novelas cronológicamente situadas en el inmenso hueco temporal que había entre la infancia de 'El juego de Ender' [mi reseña], quizás una de las mejores novelas de ciencia ficción que se han escrito, y la edad del profeta de profetas de 'La voz de los muertos'. Pospuse la lectura de la que originalmente era la segunda novela de la saga hasta haber leído las dos nuevas entregas.

Cuando leí 'Ender en el exilio' [mi reseña] me llevé un doble chasco. El primero porque considero que la novela no está a la altura de toda la saga. El desarrollo es algo lento y el final me parece excesivamente acelerado; celeridad que le restaría fuerza al desenlace si éste, ya de por sí, no fuera bastante malo articulándose como un diálogo digno de cualquier culebrón sudamericano. El segundo desencanto lo produjo el enterarme que no le correspondía el segundo puesto ordinal, sino que realmente vendría a ser la tercera en la nueva épica. Maldita sea; finalmente no conseguiría leer la saga completa en el orden que le corresponde a los acontecimientos.

Sin embargo aún quedaba el siguiente —o mejor dicho, anterior—, 'Guerra de regalos', por el que pagué el módico precio de 12 €. Tras leerlo casi he cambiado de opinión: 'Ender en el exilio' es un buen libro, comparado con 'Guerra de regalos'. Y durante un par de días me acompañó la sensación de que habían sido los peores 12 € que había invertido nunca. Si no fuese porque conscientemente sé, de forma categórica, que hay muchas cosas aún peores en las que he despilfarrado cantidades incluso superiores.

Entonces terminó. Zeck se puso de pie y corrió hacia su padre y lo abrazó, como hacía siempre, pues consideraba que cuando un sermón terminaba algo del polvo de luz del cielo debía quedar aún en las ropas de su padre. Y si Zeck podía abrazarlo con fuerza, se le podría pegar algo, y así estaba en disposición de comenzar a ser puro. Porque el cielo sabía que no era puro por ahora.

Tengo la sensación de que Orson Scott Card ha intentado construir un puente de crecimiento emocional entre el niño retraído y dispuesto a aniquilar a cualquiera para evitar que volviera a meterse con él de 'El juego de Ender', y el adulto paciente y entregado a la causa ajena, casi un santo varón, que se nos presenta en 'En la voz de los muertos'. Aunque a mi parecer es innecesaria esa descripción del proceso, está claro que ha querido recalcar que desde muy pronto el niño Ender posgenocidio decidió que la cultura de poner la otra mejilla era la más adecuada, por lo que para pelear sólo le quedan los argumentos y la palabra. En fin, que acaba resultando un pelín pastiche y empalagoso para —siempre hay que tener en cuenta eso— mi gusto.

Es, sin duda, el peor libro de la saga y resulta completamente prescindible en cuanto al disfrute de toda ella. Incluso recomiendo ignorar su existencia para no mancillar la historia de Ender, si se opta por leerla o releerla. Aunque no he seguido el ritmo de lectura de la saga que en primera instancia me propuse, desde luego la lectura de este volumen ha conseguido quitarme las ganas de seguir con ella.

sábado, 2 de abril de 2011

Sin embargo, ciencia del y para el espíritu

Hoy será breve: ¿Qué ven de raro en la siguiente imagen? Tómate tu tiempo, si lo necesitas.


Para el que no lo haya hallado aún, aquí va una pista: mira el epígrafe bajo el que se encuentran los títulos de los libros que aparecen en la imagen. ¿Sigues sin entenderlo?

Es raro que pasee por la zona, pero cuando lo hago y decido entrar en El Corte Inglés de Mesa y López, es más raro aún que no me acerque a la sección de Ciencias a curiosear qué libros tienen. Apenas son dos estanterías con relativamente pocos libros. Así que el tiempo que lleva revisar las existencias es relativamente inexistente. Pero siempre acabo pillándome un cabreo monumental porque justo al lado, bajo el mismo concepto se encuentra toda una estantería llena de libros que alaban la religión de uno de los dioses más sanguinarios que ha visto la Humanidad. Y que sus discípulos no se quedaron atrás durante siglos; en cuanto a sed de sangre infiel se refiere.

Que a mí me conste, llevo viendo ese pequeño despiste desde antes de las últimas Navidades. A mí, particularmente, me molesta mucho lo que considero una malintencionada manipulación, pero como soy un tipo cobarde relativamente pacífico, siempre acabo tragándome la bilis y yéndome mosqueado. Hasta ayer, que tal vez por efecto de la cerveza que me tomé antes, le saqué una foto y le dije a la primera chica que me encontré allí que por favor lo cambiaran lo antes posible, que ya estaba un poco cansado. Tal vez no fuera el primero, porque ella bajó la mirada, creo que se sonrojó y reconoció que era un tremendo error de agrupamiento, pero —la excusa— desde que habían recolocado todos los libros no habían tenido oportunidad de cambiar el letrero.

Como decía, hace meses que lo veo así, así que nada me hace creer que lo cambiarán. Y aquí va un poco la duda. Estoy por escribir una queja a quien corresponda, pero ahora mismo no sé a quien corresponde. Buscando he visto que hay muchas más asociaciones de consumidores [@ Gobierno de Canarias] de lo juicioso. Tal vez lo correcto sería dirigirse directamente a la Dirección General de Consumo [@ Gobierno de Canarias] o, directamente, al Defensor del Pueblo [Diputado del Común].

¿Qué tal si hacemos una manifestación frente al establecimiento?

¡Pásalo!