martes, 29 de noviembre de 2011

Periodismo sincero

Hace bastante tiempo que no cojo la prensa gratuita que una suerte de repartidores intenta colocarte a la entrada o salida de las estaciones de Cercanías. Si leo algo relativo a las novedades que acontecen en el mundo —y no me refiero al periódico de Pedro J.— lo hago en el iPhone o en el iPad. Ayer no iba a ser el caso (aún peleaba con las legañas), pero me llamó la atención el gran titular del ADN que leía el que tenía sentado en frente. Así que entré en la versión en línea y leí el artículo 'Cuando el insulto se convierte en norma'. Breve, publicista y, al final, claramente escorado hacia la derecha (algo que el periódico en general abandera). Me quedo con el siguiente párrafo:

El presidente de Gobierno saliente y el entrante son dos de los grandes insultados. Cruz recomienda no olvidar ahora los insultos a Rajoy de cierta prensa. Tampoco a Zapatero, "aunque él estimulara a veces el insulto", a quien hubo que 'proteger' de la algarada en la pasada fiesta de la Hispanidad, el 12 de octubre.

Me he permitido subrayar lo que arrancó una sonrisa. Efectivamente, «hijo de puta», «bujarra de mierda» y «negro comemierda» son insultos directos, impactantes y, por desgracia, de uso más generalizado, a veces por generaciones de edad más reducida, del que quisiéramos. Pero si bien está todo el mundo de acuerdo en que la violencia de género no se expresa únicamente con la agresión física —para el que no lo pille rápido, son casi más desastrosos los malos tratos psicológicos—, el insulto no se demuestra únicamente en la palabra, sino también en el gesto, en el talante y, a veces, en algún que otro ripio. Así que para un ilustre ponente, que habla del abuso del insulto en la sociedad moderna, expresiones tales como «cierta prensa» y «aunque él estimulara a veces el insulto» dicen mucho de lo que se puede esperar. ¿O es tal vez un vicio adquirido, la contaminación inevitable, en la búsqueda de la verdad insultante?

Por cierto, no deja de resultarme curioso que, justo ahora, que se avecina lo que no está escrito, empiecen las voces afines a la bandera azul con una gaviota como blasón a enumerar los vicios de una sociedad que ellos mismos se han pasado dos décadas fomentando. Si es que, en el fondo, y para todo, somos dignos herederos (pronto desahuciados) del PP. Para habernos matado, oiga usted.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Agravios comparativos

Hace un rato que he llegado de pasar el fin de semana en casa, Las Palmas. Allí salí en camiseta de manga corta. Aquí tuve que calarme la chaqueta y exhalaba humo por la boca.


Pues sí que hay diferencia, sí.

viernes, 25 de noviembre de 2011

¿Mala compra?

Desde principios de año me picaban las ganas. Aprovechando el viernes negro en Xamarin me lancé a hacerlo. 230€ —al cambio— menos y tengo la licencia de desarrollador de MonoTouch.



La economía doméstica no está pasando su mejor racha, pero tenía ganas de hacer «algo». Ahora queda que, efectivamente, lo haga. ¿Ideas?

Sea como fuera, ya tengo mi regalo de reyes.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Malas vibraciones

Me despertaba esta mañana a las 5:20, como casi todas las mañanas. Hoy, con la tranquilidad de haberlo dejado todo dispuesto la noche anterior —incluso la higiene íntima— decidí remolonear en la cama. Me acompaña siempre mi iPad, como libro de mesa de noche. Abrí la aplicación de El País y me puse a leer los titulares destacados. Una entrevista a Rajoy se llevó la mayor parte de los diez o quince minutos que demoré levantarme.

Que gane el PP no es algo que me preocupe en exceso. Era algo previsible y, siendo como son, ya sabemos lo que recibiremos (por mucho que escatimen en dar respuestas sobre sus planes concretos). De hecho, puedo decir que Mariano Rajoy me resulta simpático. Tiene ese punto de tonto honroso, de esos que harán lo posible por cumplir sus promesas, que hasta lo hace simpático y, me arriesgo a sugerir, hasta entrañable. Lo malo del PP no es Rajoy, es la cohorte de buitres, por un lado, y fundamentalista, por el otro, que sustentan y ansían el poder a toda costa. Esos, la mayoría, que están en la sombra y, como parte visible del iceberg, lo tenemos en esos políticos de ultraderecha que se llaman de centro y que van dejando esa herencia difícil de soportar.

Pese a todo ello, y como decía, Rajoy no me cae mal. Pero me preocupa. Lo veo demasiado contento y alegre. Entrevista que leo, comentario que escucho, parece encantado con ser elegido presidente en unos días. Tal como yo lo veo, a todos nos gusta recibir en premio una herencia de un tío abuelo del que no conocíamos su existencia. Nos hace ilusión. Lo que no nos la hace tanto es cuando llegamos a ver la casa victoriana recién heredada esperando deleitarnos con la visión de una magnífica mansión y encontrarnos un cenagal de mierda como cimentación y una casa sin techo comida por las termitas. Sin embargo a Rajoy parece encantarle esa idea. Y, meditando en ello esta mañana, mientras buscaba el escondite que tiene mi pito contra el frío para la primera micción matutina, fue que recordé las palabras del fantástico libro 'Un mundo feliz' y que ya cité aquí:

     El Salvaje movió la cabeza.
     —A mí todo esto me parece horrendo.
     —Claro que lo es. La felicidad real siempre aparece escuálida por comparación con las compensaciones que ofrece la desdicha. Y, naturalmente, la estabilidad no es, ni con mucho, tan espectacular como la inestabilidad. Y estar satisfecho de todo no posee el hechizo de una buena lucha contra la desventura, ni el pintorequismo del combate contra la tentación o contra una pasión fatal o una duda. La felicidad nunca tiene grandeza.

Me da mal rollo que este hombre esté tan contento con lo que se le viene encima. Me da a mí que lo que le alegra es la posibilidad de grandeza que conlleva las grandes penurias a las que nos vamos a ver sometidos. La idea de convertirse en héroe salvador de la patria que, con el sacrificio, logró rescatarnos del pozo de mierda en el que ellos mismos (no vayamos a ser tan estúpidos de creernos, a estas alturas, que los azules no participaron también en la fiesta del despilfarro y la hipocresía financiera). Me preocupa, porque en realidad, lo que viene no es motivo de alegría. Sus próximos y predecibles recortes son mucho más que «apretarse el cinturón». Significan que gente, tal vez mucha, lo pasará realmente mal. Sí, posiblemente al final de la experiencia, llegue la sensación de haber superado los obstáculos; de habernos crecido contra la tormenta. La sensación de satisfacción personal que puede dar el superar la prueba de caminar sobre brasas ardiendo. Las preguntas, sin embargo, son: ¿Cuántos habrá que dejar atrás como sacrificio? ¿Y, lo que me da malas vibraciones, en realidad debe haber alegría en afrontar esta ejecución lenta? A ver si va a resultar que en realidad cree en esa educación de jesuíta sobre aquello de que las vicisitudes y las penurias de este mundo lo hacen a uno grande y digno de merecer entrar en el cielo. Si eso es lo que busca, entonces que no siga, que yo le pago la dominatriz que le ponga el culo morado y que, por favor, dejen al cargo a alguien que se preocupe menos por el sacrificio y más por resolver el problema de la forma menos dolorosa posible para la nación.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

A estos no

Acabo de regresar de Correos. Supuestamente hoy era el último día para enviar el voto por correo, que solicité el lunes de la semana pasada y cuya notificación de entrega recogí esta mañana cuando salía para el trabajo. Así que me presenté en la oficina para recoger el sobre y, de paso, votar. Supuestamente hoy era el último día, pero finalmente lo han ampliado hasta mañana.

Pensé que iba a tardar más, pero en una hora volvía a estar en la calle. Había muchísima gente en la oficina de Correos para lo mismo. El resto eran negros que enviaban o recogían paquetes. (Juro que era estrictamente así y que no es ninguna salida en plan racista). Estaba doblemente sorprendido. Seríamos unos treinta los que estábamos allí por el asunto del voto por correo —incluso hubo una chica que fue simplemente para informarse, ya fuera de plazo, sobre el proceso para pedir el susodicho— y, entre todas esas sardinas humanas, pude contar unos siete u ocho negros —u hombres de color, como se prefiera y suene menos racista— para otros menesteres. Con tanta gente votando a última hora, no me extraña que hayan ampliado un día.

Hay que ver la cantidad de papel que se desperdicia. Hay una papeleta blanca por cada partido. Y tan sólo puedes usar una. Iba a tirarlas a la basura cuando me di cuenta que estaría bien dejar claro a quién no pensaba votar ni de broma (si las tengo en casa es, obviamente, porque no la metí en el sobre).


Parafraseando al señor Pons, en ejpagña —bueno, lo de «ejpagña» es cosa mía— no queda nadie tan idiota como para votar al PSOE. La pregunta (puramente retórica, que ya sabemos —o intuímos— lo que pasará el próximo domingo) es si hay alguien lo suficientemente tonto como para votar al PP y, casi peor aún, a Coalición Canaria. El fin del mundo comenzó con el 20N. Queda dicho.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Verdades sobre la globalización

Ayer se fastidió el plan de tarde de cine que teníamos previsto mi amigo David y yo. Para pasar el rato —y desquitarnos— nos acercamos al Media Markt a ver qué películas tenían por menos de 10€. Me tropecé en BluRay con 'El indomable Will Hunting' y no me lo pensé dos veces. Junto con la segunda parte de 'El padrino' —a 9€— ese fue mi botín de guerra.

'El indomable Will Hunting' es una película que me encanta. Aunque hace muchísimo que no la visionaba. Hoy, festivo en Madrid, decidí que después de pasar la mañana como marujo limpia que te limpia, bien valía la pena acurrucarse en el sofá para esconderse del creciente frío mientras disfrutaba de la película en la calidad de vértigo que da la alta definición. Muchos de los diálogos los había olvidado (revivir buenos diálogos de las películas es lo bueno de hacerse senil), y muchos son cojonudos. Pero la diarrea verbal argumentando el motivo para no trabajar para la NSA, es especialmente bueno.



Una forma interesante de explicar el fenómeno de la globalización.

martes, 8 de noviembre de 2011

Al gimnasio pero ya

…dado que ya empezaba con mal pie y justo de tiempo el día, tampoco quería llegar muy tarde al trabajo. Correr a seis grados para coger el tranvía y sufrir la ceguera de las gafas empañadas cuando entro en el vagón por tanto calor humano reconcentrado, no tiene (des)precio. El fenómeno de las gafas es de esas experiencias que no apreciaba lo más mínimo —más bien despreciaba— cuando estuve en Madrid a finales del 2009. Y esto no ha hecho más que empezar. A medida que avance la llegada del invierno, y bajen las temperaturas, la cosa será más grave. Uno parece un tonto sin saber dónde agarrarse porque los cristales parecen hechos de leche (casi una referencia al magnífico libro 'Ensayo sobre la ceguera'). Quitarse las gafas, para un miope inmenso como yo, no es mejor solución.

Pero lo peor es que, después de correr doscientos metros, estuve jadeando cinco minutos. A este paso no llego a los cincuenta como no empiece a cuidarme. Decidido, sí que sí, que esta semana me paso por el gimnasio a preguntar.

hitchconiano perdido

…mientras trajinaba pa'lante y pa'trás en la cocina, pude ver un fugaz reflejo de mi perfil en la ventana de la cocina —es lo que tiene cocinar de madrugada, que la oscuridad exterior convierte en espejos de feria los vidrios de las ventanas— y tuve la sincera sensación de parecerme cada vez más al grande Hitchcock. De ahí se derivaron dos hilos de pensamientos paralelos —para ello cuento con dos hemisferios cerebrales—. El primero que tengo que poner pronto remedio a la panza incipiente de un precuarentón. Esta misma noche me paso por donde el gimnasio a preguntar por algún plan de ejercicios ligeros. Segundo, que me han entrado unas ganas irrefrenables de volver a ver La soga.

Y…

Tiembla Arguiñano, ¡Tiembla! (2)

Esta mañana abrí los ojos como platos tomando dura y plena conciencia de que no había sacado la comida del congelador el día anterior y que, por inducción deductiva, no tendría qué almorzar hoy en el trabajo. Soy pobre, como el banco insiste en recordarme, así que eso de comer fuera lo dejo para los jueves, salvo que la imperiosa necesidad se imponga, ya que el jueves viene a ser el día madrileño del colegueo restaurantil. El menú cuesta ocho euros. No es mucho, la verdad, y es algo más bien raro en Madrid, donde lo mínimo son diez, pero con eso puedo comer hasta tres días, según lo sibarita que me ponga.

Así que ni corto ni perezo, casi sin restregarme las legañas de los ojos, me metí en la cocina e improvisé unos macarrones con tomate. Mientras se guisaban los macarrones en la fussion —sí, sí, soy un fussionita más—, sofreía unos pocos trocitos de cebolla dulce en una sartén, que una vez ligeramente dorados —alguno salió aún peor parado que eso—, fueron acompañados por unos champiñones en laminas de lata y que, todo ello junto, una vez caliente, fue acompañado de un tetrabrick de tomate frito, ligeramente azucarado para restarle la acidez del fabricante, y que concluyó, una vez caliente todo, con un poco de atún de lata. Todo ello echado sobre los macarrones guisados seis minutos y enfriados bajo agua para que se quedaran al dente y ligeramente espolvoreado con albahaca. La operación no llevó más de diez minutos. Lo que ya no tengo tan claro es si ese mejunje improvisado será comestible o si, al final, tendré que acercarme al restaurante a por el menú de ocho euros.

Lo que me queda claro es que, a este paso, monto mi propia cadena de restaurantes en un par de años. A Arguiñano ya lo tengo superado. Ahora voy a por el Jaime Oliver ese. Se va a cagar.

Y…

Actualización de las 15:55: Después de almorzar puedo confirmar, y confirmo, que el mejunje no quedó tan malo, después de todo. La pasta, de esa económica, por no decir directamente que «barata», del Carrefour, le restó impacto gustativo al experimento estreso-mañanero. Repetiré, seguro. Esta vez espero que con más tranquilidad.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Dragonheart, again

Una vez al mes, coincidiendo con la primera visita que hago a mi casa, a ver a la mujer y, si da tiempo, a la familia, me enchufo a la iTunes Store y me compro algún disco. Es una práctica que llevo haciendo, en realidad, desde antes de irme a Madrid: Todos los meses cae algún disco. A veces, muchas veces, que es lo malo, más de uno.

En general lo que hago es pasear por las diferentes secciones y elijo alguno que me atraiga la atención. Es rara la ocasión en la que vaya a tiro hecho a por uno en concreto, pero hoy he ido a buscar el que me interesaba: la banda sonora de Dragonheart, compuesta por Randy Edelman. Supongo que tiene mucho que ver que disfrutase de la película justo hace unos días como un niño pequeño, tal como lo hiciera ahora hace una cantidad amoral de tiempo. Randy Edelman no es uno de los compositores que tenga en especial estima, pero esta banda sonora es hermosa y acompaña muy bien en los largos, e invernales, paseos en tren. A disfrutarla toca(rá).

martes, 1 de noviembre de 2011

Dragonheart

No me esperaba hoy ver Dragonheart. La han puesto en TNT esta tarde. Tenía encendida la tele como compañía para no sentirme como un autista y empezó después de un capítulo de Big Bang Theory. Me quedé electrizado viéndola. O mejor dicho, volviendo a verla. Hacía muchísimos años que la vi por primera vez y me pareció una historia fascinante. Un cuento realmente hermoso. Hoy la he disfrutado igual que la primera vez.


Es una de esas películas que hay que ver con la mente de un niño. Es de esas películas que le hacen sentir a uno un poco mejor.