Decidimos coger tres días para dedicar dos a visitar la ciudad con calma y dedicar el tercero, en este caso en medio, al evento ludicofestivo que usamos como excusa. Con dos hubiese bastado, porque el viernes ya habíamos recorrido la ciudad, la parte antigua que es la que realmente resulta interesante, varias veces. Es posible que sea necio asegurarlo, pero yo tengo serias dudas de que nos quedase una sola calle del casco antiguo por la que no hubiésemos pasado al menos dos veces en ese día. Vamos, que con dos días era más que suficiente para hartarse a ciudad y marisco y, en consecuencia, gastronomía típica. Pero menos mal que optamos por la solución de tres días, porque ayer domingo amanecimos gástricamente destrozados por la susodicha gastronomía y decidimos languidecer en la habitación del hostal a la espera de la hora de salir para el aeropuerto y coger el avión. Aquí toca agradecerle al dueño del Lar de Compostela que nos dejase salir a la hora que mejor nos viniese dado nuestro lamentable estado sin cobrarnos «salida tarde».
La quedada bloguera resultó ser muy divertida. Mira que llevo años reencarnándome, blog tras blog, en esto de ser un exhibicionista, pero nunca me había dado por apuntarme a una. Y resulta que me animo de compañero para una quedada de blogs de cocina. Me junté con otros acompañantes, en este caso que venían de Lisboa, y nos lo pasamos genial durante horas. Una forma genuina de conocer gente y socializar fuera de las redes sociales como Facebook. Pero como yo iba en condición de hombre florero, ya se encargarán los blogs del sector de dar la debida y merecida cuenta del evento, como la crónica del mismo narrada por su promotor.
Si no hubiese sido por la quedada, seguramente Santiago no hubiese estado dentro de nuestros planes inmediatos. Tal vez como visita puntual de un viaje por Galicia que llevamos tiempo queriendo hacer. De hecho se volvió a dar ese fenómeno de cargar con la cámara y apenas sacarla de la mochila porque, sinceramente, ya ando un poco harto de «piedras»; sin querer desmerecer o dar lugar a creer que siento desprecio alguno con estas palabras a la merecida importancia histórica, artística y/o arquitectónica de las mismas. Pero es lo que tiene la construcción sacra. Si uno no es especial fanático de la Historia del Arte, de la arquitectura o, en general, del corpus de conocimiento que derive en un aprecio especial de los matices arquitectónicos y artísticos, después de haber visitado otras tantas ciudades donde su atractivo principal pasa por la arquitectura y el arte dedicado y destinado a alabar al Señor, la Catedral de Santiago, con toda su imponente y magistral presencia, que sí que reconozco que la tiene, acaba pareciendo «una más». Al resto de segundonas que pueblan el resto de las calles ya es que ni les prestas atención. Aunque sí que confieso que el Mercado de Abastos me llamó la atención. Ese me gustó y recomiendo visitar en un día de especial movimiento (en nuestro caso el sábado) a primera hora.
La gastronomía, tan alabada y recomendada por aquellos conocidos que se enteraron que íbamos, no corrió mejor suerte que la arquitectura y el arte. Es posible que tuviésemos mala suerte eligiendo los sitios, pero viviendo en un lugar rodeado por el mismo mar Atlántico que baña las costas gallegas, no encontré especialmente memorable aquellos platos que decidimos elegir. Acabamos de pulpo a la feira hasta las narices, y la mariscada… En cuanto al lacón con grelos, no es una carne que me hiciese sentir como un quinceañero que acaba de conocer a la chica de sus sueños. En fin, que no sentí que comiese especialmente bien, y que tal vez siendo gastronómicamente más modestos, yo sigo prefiriendo las fritadas o parrilladas de pescado que a veces tengo el placer de comer en muchos restaurantes de las costas isleñas, con ese gofio escaldado que tan rico queda de compañía. Por cierto, dentro del anecdotario personal, me ha pasado con el pan gallego algo parecido a lo que con la cocina china. Un día descubrí que la verdadera cocina china tradicional no tiene nada que ver con la que uno lleva años comiendo tan bien condimentada con el glutamato monosódico. La verdadera comida china es infinitamente mejor. Con el pan gallego me pasó al revés. Acostumbrado a la versión exquisita del pan gallego que uno encuentra cuando la compra en los hipermercados, no hubo trozo de pan que te pusieran con la comida que, en lugar de corteza, no tuviese una espesa cáscara que partir con los dientes. Viene a ser como el marisco de los panes, con su concha casi inmasticable.
Pero más allá de las malas experiencias de este viaje, lo realmente genial, lo que ha merecido la pena y por lo que merecería la pena repetir si se presentara la ocasión, y eso sí que no se lo puedo negar ni quitar, fue la compañía de los blogueros aficionados a la cocina y de sus acompañantes.
[1] No quiero volver a hablar del viaje a Florida.
[2] Lo curiosísimo de Ryanair es que si bien aún sigue siendo barato, te cobran absolutamente por todo. En principio no me parece mal que te exijan cuidado con el peso que eliges llevar, pero que te cobren 32 € adicionales en concepto de gastos administrativos por la gestión de cobro cuando pagas con la VISA me parece UNA ABSOLUTA BARBARIDAD. Estamos hablando de que el 25% de lo que costaron los pasajes se fueron en esos 32 € de impuesto revolucionario por ser víctima de los tiempos que corren y usar el pago con tarjeta de crédito.