El día cero, porque todo tiene un comienzo, habremos de fijarlo en el último fin de semana, que además pasé en mi hogar, Las Palmas. Aunque en realidad se podría decir que «desde siempre» he tenido el deseo de empezar a correr, en particular, y de hacer ejercicio, en general, (y no es la primera referencia hecha en el blog al respecto, por ejemplo en noviembre de 2011 ya lo comentaba). He preguntado en algunos gimnasios y he hecho cábalas infinitas para intentar encajar una hora durante la que acudir entre trabajo (Madrid) y teletrabajo (Las Palmas) y las otras obligaciones que he adquirido este año, pero lo cierto es que al final no veo cómo conseguirlo sin dejarme una fortuna para acudir apenas un día a la semana aquí y otro allí (pagar dos gimnasios). O sea, que al final lo único demostrado es que lo he seguido posponiendo día sí, día también. Hasta el lunes pasado —anteayer—, que me levanté y me espeté a mí mismo un «ya está bien, pedazo de gorila ligeramente evolucionado». Tal vez ayude a que en los últimos meses, contra todo pronóstico y haciendo mío aquello de a la vejez viruela he empezado a adquirir los hábitos que nunca tuve como estudiante y sea más proclive a comprometerme en asuntos que antes intentaba simplemente evitar. Pero esa es otra historia.
Ese mismo lunes por la tarde me acerqué a Decathlon, luego pasé por los outlets del Centro Comercial Las Terrazas y me equipé con indumentaria para tiempo frío y unas playeras running profesionales que, por ser último par, y pese a que de feas que son tenía ganas de arrancarme los órganos del sentido de la vista, me las dejaban a precio de tonto. Como nota positiva confesaré que apenas pesan y se ajustan como un guante. De ahí lo de «pro». El martes, ayer, lo metí todo en la mochila sin estrenarlo y me lo traje a Madrid.
Hoy ha sido el «gran día». Tras desplegar toda la indumentaria sobre la colcha y contemplarlo unos minutos, meditando si estaba en mi sano juicio al querer forzar a mis casi veintitrés kilos por encima de mi peso ideal a ejercitarse, finalmente me la puse y salí dispuesto, aún sin haber superado plenamente la sensación de ridículo que provoca mi autoimagen, a dar mis primeros pasos. Lo de la gorra tiene gracia porque mi intención es salir más bien oscureciendo, para pasar desapercibido cuanto pueda hasta que, eso sí, consiga correr lo suficiente como para llevar la cabeza bien alta.
He de congratularme al asegurar que también en estos últimos tiempos estoy venciendo la naturaleza propia —idiosincracia española— de saber más que los demás y he optado por dejarme instruir. Habida cuenta que un instructor de carne y hueso cuesta algo más de lo que ahora mismo puedo permitirme, recurrí a la App Store. Todo cristo viviente del mundillo recomienda el megafabuloso Runtastic [@ AppStore] y, guiado por las palabras de un compañero de trabajo sobre su calidad como coucher, no lo pensé mucho y aflojé 5€ para hacerme con la versión pro. Mi gozo en un pozo al descubrir que los planes de entrenamiento para principiantes cuestan, después de haber pagado ya por esa versión, un pastizal y, para colmo, no te dejan iniciarlos sino los lunes. Consciente, o con la esperanza, de que le sacaré provecho más adelante, al final, y habiendo leído hace bastante tiempo sobre el método c25k, busqué alguna aplicación dirigida exclusivamente a eso. De las chopocientas que me daba a elegir me quedé con 5K Runner Pro [@ AppStore] por otros 2,5€.
Con todo dispuesto, sobre las ocho y poco de la tarde, bajé a la calle. Recalcar una vez más que la ropa la elegí pensando en tiempo frío —eso rezaban las etiquetas de las mismas—, consciente de que aún quedan unas pocas semanas en las que las tardes serán fresquitas. Además, y supuestamente, tras consultar la previsión a esa hora estaríamos a unos 13 grados centígrados. Soportable, pensé. ¡Y el rabo —que no la cola y por no gritar directamente nabo— de Bucéfalo! De entrada me quedé clavado en el portal pensando si subirme de nuevo al piso, dejarlo para cuando mejore el clima y aprovechar la excusa para seguir ingiriendo cantidades inmensas de krill con objeto de acumular grasa para las grandes travesías transoceánicas. Qué frío, la madre que me parió. Después de sufrir la indecisión durante unos segundos que parecieron eternos finalmente pulsé el botón de la aplicación para comenzar el entrenamiento y me lancé a caminar-calentar sintiendo las bajas temperaturas en todo el cuerpo, porque lo que se dice ajustado sí que es ajustado el pantalón, pero lo de aislar y estar preparado para tiempo frío no lo tengo tan claro.
Si han seguido el enlace en el que menciono el método c25k (lo vuelvo a poner) verán que se trata de ir tres veces en semana y alternar, al menos las primeras semanas, series de andar y correr. En concreto la de hoy era correr un minuto seguido de un minuto y medio caminando, seis repeticiones, durante 15 minutos. En tan mala forma estoy que tras el primer minuto ya estaba asfixiado. Cierto es que cuando escuché el «now run» me arranqué a correr en plan braveheart. El minuto y medio siguente apenas me dio para recuperar resuello y la siguiente ronda de correr me lo tomé con un talante cercano a la moderación. Igualmente llegué con la lengua fuera. Ya la tercera no conseguí terminarla, pasando a caminar pocos segundos antes de que la aplicación me cantase al oído «Slow down and walk». En la cuarta correría unos 45 segundos y de la quinta pasé olímpicamente. La sexta ya la volví a correr entera y terminé el circuito caminando otros diez minutos de vuelta al piso donde he intentado hacer estiramientos «de aquella manera».
Un comienzo completamente bochornoso, confieso. Pero no deja de ser un comienzo, de lo que no puedo más que sentirme orgulloso. «Menos es ná», que diría aquel. Antes de tomar plena consciencia de lo que hasta ahora simplemente sospechaba, que mi capacidad física es una supremma porquería y anda por el subsuelo, mi intención era la de conseguir correr durante una hora a seis meses vista. A todo el mundo que se lo comentaba me respondía «¡que va! ¡ya verás que en un par de semanas estás corriendo treinta minutos seguidos!». Sí, para el resto funciona, seguro, pero yo voy a necesitar 26 semanas, como mínimo. Así que el plan sigue siendo el mismo: en seis meses correr durante una hora seguida a buen ritmo. Y, de paso, aunque no es el objetivo prioritario, quitarme unos kilitos de encima, por aquello de que se me haga menos pesado arrastarlos.
El programita, siguiendo los principios de la buena gamificación cuando termina marca el entrenamiento como realizado y te da un premio corazón de león. He reiniciado el entrenamiento y lo repetiré hasta que consiga correr esas seis series sin sentir que hay un papel de lija castigándome las paredes de los pulmones. El viernes más. De momento estoy baldado, me duelen las pantorrillas, tengo los gemelos ligeramente sobrecargados y mientras me sumergía en una eterna ducha de agua caliente estaba temblequeando. Repito, estoy baldado. Así que voy a prepararme un colacao caliente y, sospecho, me voy directo a la cama. Creo que hoy dormiré temprano.
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