Ya en el piso, decido que los leeré en orden cronológico y los pongo, a la espera, para cuando termine el que estoy leyendo y los dos encolados y que van antes. Y así comienza mi descubrimiento de Christopher Moore, escritor del que he de decir que me ha sorprendido enormemente, y encantado, esta primera novela que leo. No es su primera novela, de hecho, pero uno es ignorante por práctica habitual y no necesariamente he de conocer a todo autor que ha pergeñado una obra. Lo bueno de la ignorancia es ese sentimiento de placer y satisfacción que te ofrece el descubrimiento. Y haber leído este libro ha resultado un completo descubrimiento. Un fall in love absoluto con la historia.
'El ángel más tonto del mundo' (recomendaría encarecidamente NO LEER el resumen de la trama porque podrían perder la oportunidad de gozar de un par de buenas sorpresas de esas con las que exclamas «¡Anda!») es un libro fantástico, en género y en exclamación, cargado hasta la última página de humor absurdo, escrito con un estilo sencillo, directo y desenfadado, que no puedes dejar de leer desde que empiezas en la primera página y que, al concluirlo, consigue que aún te queden ganas de seguir con más y más. Uno de esos libros que devoras y que producen una pena terrible cuando se alcanza el último punto y aparte. Aunque en este caso el autor nos regala, a modo de conclusión del volumen, una historia corta que sucede un año después de los disparatados acontecimientos que se narran en el cuerpo principal de la obra.
—Cerrad la puta boca y llevad el puto árbol a la puerta de atrás —gritó Dale mientras agitaba el revólver.
—La pólvora les da un toque a pimienta muy agradable —se defendió Marty.
—No sigáis —dijo Bess Leander—, que me muero de hambre.
—Habrá suficiente para todos cuando consigamos entrar —les animó Arthur Tannbeau, el granjero de cítricos.
No soy muy amigo de creerme los premios. Entre otras cosas porque rara vez leo todas las novelas que compiten. Pero he de decir que no me extraña nada que a 'El ángel más tonto del mundo' le dieran en 2005 el Quill Book Award. No porque conozca ese premio en particular o porque sea un entendido en la materia. Simplemente porque había que darle un premio y, supongo, ese es tan bueno como otro cualquiera. Ya que, al menos para mí, es de esas historias que, por original, fresca, hilarante y bien narrada se merece un premio.
La historia aún consigue que me ría yo solo cuando recuerdo algunos pasajes, momentos y personajes. Hasta los títulos de los capítulos resultan en ocasiones desternillantes. Y es que hay algunos como «Las armas de tu insignificante dios gusano son inútiles contra mi superior kung-fu navideño», que son para quitarse el sombrero (si lo llevara) y hacer una reverencia. ¡De cabeza a la lista de los must read!
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