Píldoras para la egolatría
Administrar en presencia de síntomas
lunes, 2 de mayo de 2016
Método Científico para charlatanes y mercachifles
Estoy un poco harto de mensajes y propuestas en las que se me ofrece un método, técnica o mecanismo para resolverlo todo. Desde problemas de salud hasta problemas de amor. Pero, he aquí, que yo soy incrédulo por naturaleza y que, si quieres que me crea algo, tiene que venir etiquetado con el beneplácito del Método Científico. Así que, para aquellos que repiten y reiteran aquello de "a mí me funcionó", les propongo jugar al principio irrenunciable de la repetibilidad del Método. Es sencillo, provócate un cáncer terminal (por segunda vez si es necesario) y cuando los médicos certifiquen que te quedan dos telediarios empieza a aplicar esa técnica que tanto avalas. Si sobrevives y has eliminado cualquier traza del mal, y solo entonces, me pensaré que tu método tal vez sirva. Hasta entonces déja de tocármelos y busca algo productivo que hacer. Y si no se te ocurre nada productivo que mejore la especie, recuerda que siempre puedes servir de abono para las plantas.
martes, 6 de octubre de 2015
Surface Pro 2, año y medio después
A finales de marzo del año pasado compraba una Surface Pro 2 con 256 GB de SSD, 8 GB de RAM y un procesador i5. Fue el resultado de un proceso largo y difícil. Primero porque no me decidía a comprarme un capricho tan caro que igual no estaba a la altura de lo buscado. Y luego porque lo buscado no estaba en ninguna tienda. Varios meses esperando hasta que al final lo conseguí.
Estaba en el límite de la espera. Necesitaba cambiar. Mi rutina significaba cargar con tres kilos y medio a diario entre portátil, tablet y cargadores. Al piso. Al trabajo. De Madrid a Las Palmas y de Las Palmas a Madrid. Siempre con la mochila y más peso del que era necesario llevar.
Estaba al límite porque si no lo conseguía en ese momento ya daba el salto a otro equipo, para lo que barajaba el Dell XPS 13 de entonces.
Lo cierto es que no me he arrepentido ni un solo minuto de su compra. No solo ha estado a la altura. Ha superado con creces lo esperado. A día de hoy, un año y medio más tarde, sigo encantado con mi Surface Pro 2 y es, con diferencia, el mejor ordenador que he tenido en muchísimo tiempo. Ha superado con creces todas mis expectativas. Primero ha conseguido convertirse en el equipo de trabajo que uso a diario —casi—. Salvo porque en el trabajo (cliente) ahora tengo instalado fijo aquel portátil que pesaba lo que no está escrito y es lo que uso, el Surface Pro es el equipo que me acompaña a todas partes. Es mi ordenador de sobremesa. Es mi periódico que leo en el sofá (y en el retrete). Es mi reproductor de series de televisión en el avión. Y es mi consola de videojuegos.
En un día normal, de trabajo, puedo tener abierto Eclipse, varios contenedores Docker con aplicaciones y servicios Java, que en Windows necesita de Virtual Box; algún intento de probar la aplicación con F# y Canopy, que aún no he conseguido que funcione bien; tener abierto Oracle Sql Developer, que él solito consume tanta RAM como el resto junto; escuchar música, ver las noticias o Al Rojo Vivo; y tener veinte pestañas de Firefox y Opera abiertas, además de alguna que otra cosa al mismo tiempo, y según las necesidades del momento. Y todo ellos sin apenas notar parones al cambiar de aplicación o lanzar la construcción de una imagen. Un
Eso sí, para todo ello me apoyo en el monitor 27" Dell que se aprecia en la foto anterior. Una de las cosas que me más me llamaron la atención, fue que el cacharro es capaz de mover dos monitores de 2500x1400, por lo que imagino que más tarde que temprano, acabaré sumando un segundo monitor al tándem.
Además de para trabajar, también lo utilizo para jugar. Gracias a él y a Steam, a GOG y, especialmente, a Humble Bundle y las jugosas ofertas que se consiguen en ellos, redescubrí el placer de jugar a Age of Empires II, primero, a Age of Mithology, después, a las aventuras gráficas magistrales que se hacen en los últimos tiempos —y alguna clásica remasterizada— y a varios juegos indie que realmente merecen la pena. Además, últimamente, y sin dejar de sorprenderme lo que se puede hacer con el cacharro, estoy jugando a juegos triple-A, como Batman Arkham Asylum (sí, un poco viejuno, y que ya mencioné en 2010 en «Pues sí que está siendo un año de juegos, y algo más (1)», pero que se juega casi mejor que en la PlayStatio 3) y como el último —o penúltimo— Tomb Rider, que va súper fluido a 60fps, siempre que pongas calidad normal y 720p. Para ello conecto el Surface Pro 2 a la tele y, mando Xbox 360 en mano, juego como si fuese una videoconsola. En la siguiente imagen puede apreciarse el aspecto del Tomb Raider en mi televisor.
Creo que nada que envidiar a la PlayStation 3, que ahora mismo uso únicamente como reproductor BluRay.
La única pega, en el apartado lúdico, es que mi home cinema no admite HDMI de entrada y el sonido lo tengo que suministrar al amplificador por la salida de los auriculares. Pero hasta el momento está siendo más que suficiente.
A mi Surface Pro 2 le quedan unos cuantos meses de uso intenso aún. Supongo que, como muchos otros, estoy a la espera de ver qué anuncia Microsoft. Mucho se rumorea de un nuevo Surface Pro, que vendría a ser el 4. Tengo mucha curiosidad por ver qué proponen. El 3 fue anunciado al mes de yo haber comprado el 2 y me fastidió mucho, porque hubiese esperado un poco y, por poco más de lo que gasté, hubiese tenido mejor equipo (con un i7, por ejemplo). Principalmente por el ratio de aspecto, que es una de las mayores pegas que le veo al que tengo. Tengo curiosidad porque no descarto dar el salto. Ya han pasado 18 meses y, según la ley de Moore, debería tener, cuando menos, un 25-30% más de potencia bruta. Y en el apartado gráfico debería ser, como poco, 4 veces más potente. Si más o menos se cumple esto, no lo dudaré mucho. Concretando, lo que espero del Surface Pro 4 es:
Estaba en el límite de la espera. Necesitaba cambiar. Mi rutina significaba cargar con tres kilos y medio a diario entre portátil, tablet y cargadores. Al piso. Al trabajo. De Madrid a Las Palmas y de Las Palmas a Madrid. Siempre con la mochila y más peso del que era necesario llevar.
Estaba al límite porque si no lo conseguía en ese momento ya daba el salto a otro equipo, para lo que barajaba el Dell XPS 13 de entonces.
Lo cierto es que no me he arrepentido ni un solo minuto de su compra. No solo ha estado a la altura. Ha superado con creces lo esperado. A día de hoy, un año y medio más tarde, sigo encantado con mi Surface Pro 2 y es, con diferencia, el mejor ordenador que he tenido en muchísimo tiempo. Ha superado con creces todas mis expectativas. Primero ha conseguido convertirse en el equipo de trabajo que uso a diario —casi—. Salvo porque en el trabajo (cliente) ahora tengo instalado fijo aquel portátil que pesaba lo que no está escrito y es lo que uso, el Surface Pro es el equipo que me acompaña a todas partes. Es mi ordenador de sobremesa. Es mi periódico que leo en el sofá (y en el retrete). Es mi reproductor de series de televisión en el avión. Y es mi consola de videojuegos.
En un día normal, de trabajo, puedo tener abierto Eclipse, varios contenedores Docker con aplicaciones y servicios Java, que en Windows necesita de Virtual Box; algún intento de probar la aplicación con F# y Canopy, que aún no he conseguido que funcione bien; tener abierto Oracle Sql Developer, que él solito consume tanta RAM como el resto junto; escuchar música, ver las noticias o Al Rojo Vivo; y tener veinte pestañas de Firefox y Opera abiertas, además de alguna que otra cosa al mismo tiempo, y según las necesidades del momento. Y todo ellos sin apenas notar parones al cambiar de aplicación o lanzar la construcción de una imagen. Un
maven clean package
de un proyecto de tamaño medio se ejecuta relativamente rápido, al igual que la construcción de una nueva imagen con el WAR resultante. El ciclo normal de trabajo es bastante fluido y, donde más noto el impacto, es en la latencia cuando tengo que conectar con los servidores de cliente para aquellos servicios que no puedo simular en local.Eso sí, para todo ello me apoyo en el monitor 27" Dell que se aprecia en la foto anterior. Una de las cosas que me más me llamaron la atención, fue que el cacharro es capaz de mover dos monitores de 2500x1400, por lo que imagino que más tarde que temprano, acabaré sumando un segundo monitor al tándem.
Además de para trabajar, también lo utilizo para jugar. Gracias a él y a Steam, a GOG y, especialmente, a Humble Bundle y las jugosas ofertas que se consiguen en ellos, redescubrí el placer de jugar a Age of Empires II, primero, a Age of Mithology, después, a las aventuras gráficas magistrales que se hacen en los últimos tiempos —y alguna clásica remasterizada— y a varios juegos indie que realmente merecen la pena. Además, últimamente, y sin dejar de sorprenderme lo que se puede hacer con el cacharro, estoy jugando a juegos triple-A, como Batman Arkham Asylum (sí, un poco viejuno, y que ya mencioné en 2010 en «Pues sí que está siendo un año de juegos, y algo más (1)», pero que se juega casi mejor que en la PlayStatio 3) y como el último —o penúltimo— Tomb Rider, que va súper fluido a 60fps, siempre que pongas calidad normal y 720p. Para ello conecto el Surface Pro 2 a la tele y, mando Xbox 360 en mano, juego como si fuese una videoconsola. En la siguiente imagen puede apreciarse el aspecto del Tomb Raider en mi televisor.
Creo que nada que envidiar a la PlayStation 3, que ahora mismo uso únicamente como reproductor BluRay.
La única pega, en el apartado lúdico, es que mi home cinema no admite HDMI de entrada y el sonido lo tengo que suministrar al amplificador por la salida de los auriculares. Pero hasta el momento está siendo más que suficiente.
A mi Surface Pro 2 le quedan unos cuantos meses de uso intenso aún. Supongo que, como muchos otros, estoy a la espera de ver qué anuncia Microsoft. Mucho se rumorea de un nuevo Surface Pro, que vendría a ser el 4. Tengo mucha curiosidad por ver qué proponen. El 3 fue anunciado al mes de yo haber comprado el 2 y me fastidió mucho, porque hubiese esperado un poco y, por poco más de lo que gasté, hubiese tenido mejor equipo (con un i7, por ejemplo). Principalmente por el ratio de aspecto, que es una de las mayores pegas que le veo al que tengo. Tengo curiosidad porque no descarto dar el salto. Ya han pasado 18 meses y, según la ley de Moore, debería tener, cuando menos, un 25-30% más de potencia bruta. Y en el apartado gráfico debería ser, como poco, 4 veces más potente. Si más o menos se cumple esto, no lo dudaré mucho. Concretando, lo que espero del Surface Pro 4 es:
- i7 sexta generación
- 16 GB RAM
- 512 GB SSD
- Potencia gráfica suficiente para mover bien y con buena calidad Metal Gear Solid V. O sea, equiparable a la PS4 y a la Xbox One
- Y todo ello por algo menos de lo que yo pagué por el Surface Pro 2 :-D
sábado, 26 de abril de 2014
Cosmos, 2014
Cuando empecé esta bitácora, a mediados de 2008, tercera o cuarta reencarnación de mi deseo de trascender por la vía del exhibicionismo ciberespacial valiéndome del simplón mecanismo de ventilar las nimiedades que me acontecen o en las que participo, andaba también revisitando la mejor de las series divulgativas rodadas hasta la fecha, la mejor por su carácter y enfoque holístico: Cosmos. Algo de lo que dejé constancia unos meses más tarde —con mi particular forma de decir y escribir las cosas— en su correspondiente entrada [aquí].
Hace bastante tiempo, tal vez un par de años, tuve conocimiento del rumor que hablaba de una reencarnación o modernización de la serie, esta vez sin presencia de Carl Sagan por pasar éste a un plano existencial distinto al tangible nuestro tiempo atrás. No le di mayor importancia porque era un rumor o un proyecto, que como otros tantos podía quedar en aguas de borrajas. Y el tiempo pasó. Hace unos meses se anunciaba, con menos bombo y platillo del que se merece un evento como éste, su próximo estreno en las cadenas de nuestro país, y simultáneamente en las de otros muchos. Esta vez le di mucha más importancia a la noticia. Supongo que en forma similar a como los fans de una serie clausurada tiempo ha acogen la noticia del estreno de la película creada para satisfacer a tan selecto grupo. Pero fue el día que cayó en mis manos el primer capítulo, obtenido por esa vía de la que uno no se siente especialmente orgulloso de conseguir la cosas en el capitalismo cimentado sobre un consumismo exacerbado en el que vivimos, cuando me puse realmente nervioso. ¿Haría siquiera honor la nueva serie a la protagonizada por —y que tan bién condujo— Carl Sagan? ¿Sería un intento de sacarnos los cuartos a los nostálgicos? ¿Sería otro intento Freemaniano de convencernos de que hay fantasmas ahí afuera? Con sentimientos encontrados busqué hueco para ver el primer capítulo, convencido de que nadie conseguiría imprimir ese aura carismático que tenía Sagan en sus exposiciones y de que lo que me esperaba durante los próximos 50 minutos sería una cagada de proporciones cósmicas e infumable de principio a fin que no haría otra cosa que mancillar el admirado recuerdo del protagonista original y estropear con adornos innecesarios lo que es una obra magnífica de por sí.
Lo que tiene el sesgo de confirmación es precisamente eso, que nuestros prejuicios nos dominan y consiguen hacernos ver lo que estamos esperando ver. Dicho en plata: Neil deGrasse Tyson presenta mucho peor la serie que Carl Sagan. Esa fue la errónea conclusión que saqué en el primer capítulo, olvidando que realmente lo importante era el tema que contaban, no quién lo contaba. A lo largo de las últimas semanas desde su estreno, replanteándome la forma en que empecé a ver la serie, he pasado de esa sensación nostálgica de pérdida del original que provoca reforzada el sucedáneo, a disfrutar con la forma y estilos de un divulgador con nombre propio, el mentado Neil Tyson, quien no tiene nada que demostrarnos y que ha conseguido que me enganche a esta reencarnación de la que fuera mi serie divulgativa favorita de las últimas décadas. En resumen, Neil deGrasse Tyson está sobradamente cualificado para hacernos disfrutar de esta nueva andadura cósmica. Y la producción, en su conjunto, es simplemente magnífica.
A día de hoy Cosmos 2014 es la única serie de televisión que sigo fielmente semana tras semana y que hace que bucee cada fin de semana en las redes del P2P para descargar el último capítulo. Pero han de permanecer tranquilos los empresarios, productores y subespecies alimentadas por el ánimo de lucro de este tipo de producciones, porque es mi intención resarcirlos —y siempre lo hago con lo que disfruto— comprándola en BluRay cuando tengan a bien publicarla en nuestro país.
Imagino que temiendo que muchos sentirían lo mismo que yo al ver al nuevo conductor acaparando los créditos de la serie, o porque es lo que es, un tributo a Carl Sagan, se lo suele mencionar en los capítulos; dejando claro que no intentan hacer borrón y cuenta nueva —como esos reboots a los que nos tienen acostumbrados en la industria del celuloide—, sino que es una merecida continuación. Es un puente a los nostálgicos y siempre se agradece. Pero también sirve, al menos a mí me sirve, para contemplar este nuevo Cosmos no como una serie distinta, sino como una segunda temporada de la misma serie. Tal es así que ya no hay competencia posible, ni con ello ganador ni perdedor. En mi fuero interno Cosmos pasa de tener 13 capítulos en su edición original a tener 26 en su nueva edición, consiguiendo entonces el seguir siendo la mejor serie de divulgación producida hasta la fecha por la Humanidad. Con este talante nostálgico, y la certidumbre de que pronto volveré a ver la primera temporada, rompo mi promesa original por enésima vez y anclo aquí un vídeo con los primeros minutos del primer capítulo donde Sagan nos promete lo que será un viaje inolvidable para toda una generación (o al menos la parte interesante de ella):
Por no desmerecer a la nueva, que no es mi intención, pero ya que me prostituyo hacerlo a lo grande, pongo el trailer promocional del nuevo Cosmos:
Aunque más moderado en las formas a cuando escribí la entrada sobre la serie original, no porque no piense lo que ya pensaba entonces sino porque he entendido que a nadie le importa lo que piense al respecto, sigo creyendo que el visionado de este tipo de productos, y en especial del que hablo hoy, nos abre la puerta a ser mejores personas y seres humanos más conscientes del lugar que nos toca ocupar. El partído político que tenga en su programa sustituir religión en los colegios por el visionado de series divulgativas serias como Cosmos tiene casi asegurado mi voto.
Hace bastante tiempo, tal vez un par de años, tuve conocimiento del rumor que hablaba de una reencarnación o modernización de la serie, esta vez sin presencia de Carl Sagan por pasar éste a un plano existencial distinto al tangible nuestro tiempo atrás. No le di mayor importancia porque era un rumor o un proyecto, que como otros tantos podía quedar en aguas de borrajas. Y el tiempo pasó. Hace unos meses se anunciaba, con menos bombo y platillo del que se merece un evento como éste, su próximo estreno en las cadenas de nuestro país, y simultáneamente en las de otros muchos. Esta vez le di mucha más importancia a la noticia. Supongo que en forma similar a como los fans de una serie clausurada tiempo ha acogen la noticia del estreno de la película creada para satisfacer a tan selecto grupo. Pero fue el día que cayó en mis manos el primer capítulo, obtenido por esa vía de la que uno no se siente especialmente orgulloso de conseguir la cosas en el capitalismo cimentado sobre un consumismo exacerbado en el que vivimos, cuando me puse realmente nervioso. ¿Haría siquiera honor la nueva serie a la protagonizada por —y que tan bién condujo— Carl Sagan? ¿Sería un intento de sacarnos los cuartos a los nostálgicos? ¿Sería otro intento Freemaniano de convencernos de que hay fantasmas ahí afuera? Con sentimientos encontrados busqué hueco para ver el primer capítulo, convencido de que nadie conseguiría imprimir ese aura carismático que tenía Sagan en sus exposiciones y de que lo que me esperaba durante los próximos 50 minutos sería una cagada de proporciones cósmicas e infumable de principio a fin que no haría otra cosa que mancillar el admirado recuerdo del protagonista original y estropear con adornos innecesarios lo que es una obra magnífica de por sí.
Lo que tiene el sesgo de confirmación es precisamente eso, que nuestros prejuicios nos dominan y consiguen hacernos ver lo que estamos esperando ver. Dicho en plata: Neil deGrasse Tyson presenta mucho peor la serie que Carl Sagan. Esa fue la errónea conclusión que saqué en el primer capítulo, olvidando que realmente lo importante era el tema que contaban, no quién lo contaba. A lo largo de las últimas semanas desde su estreno, replanteándome la forma en que empecé a ver la serie, he pasado de esa sensación nostálgica de pérdida del original que provoca reforzada el sucedáneo, a disfrutar con la forma y estilos de un divulgador con nombre propio, el mentado Neil Tyson, quien no tiene nada que demostrarnos y que ha conseguido que me enganche a esta reencarnación de la que fuera mi serie divulgativa favorita de las últimas décadas. En resumen, Neil deGrasse Tyson está sobradamente cualificado para hacernos disfrutar de esta nueva andadura cósmica. Y la producción, en su conjunto, es simplemente magnífica.
A día de hoy Cosmos 2014 es la única serie de televisión que sigo fielmente semana tras semana y que hace que bucee cada fin de semana en las redes del P2P para descargar el último capítulo. Pero han de permanecer tranquilos los empresarios, productores y subespecies alimentadas por el ánimo de lucro de este tipo de producciones, porque es mi intención resarcirlos —y siempre lo hago con lo que disfruto— comprándola en BluRay cuando tengan a bien publicarla en nuestro país.
Imagino que temiendo que muchos sentirían lo mismo que yo al ver al nuevo conductor acaparando los créditos de la serie, o porque es lo que es, un tributo a Carl Sagan, se lo suele mencionar en los capítulos; dejando claro que no intentan hacer borrón y cuenta nueva —como esos reboots a los que nos tienen acostumbrados en la industria del celuloide—, sino que es una merecida continuación. Es un puente a los nostálgicos y siempre se agradece. Pero también sirve, al menos a mí me sirve, para contemplar este nuevo Cosmos no como una serie distinta, sino como una segunda temporada de la misma serie. Tal es así que ya no hay competencia posible, ni con ello ganador ni perdedor. En mi fuero interno Cosmos pasa de tener 13 capítulos en su edición original a tener 26 en su nueva edición, consiguiendo entonces el seguir siendo la mejor serie de divulgación producida hasta la fecha por la Humanidad. Con este talante nostálgico, y la certidumbre de que pronto volveré a ver la primera temporada, rompo mi promesa original por enésima vez y anclo aquí un vídeo con los primeros minutos del primer capítulo donde Sagan nos promete lo que será un viaje inolvidable para toda una generación (o al menos la parte interesante de ella):
Por no desmerecer a la nueva, que no es mi intención, pero ya que me prostituyo hacerlo a lo grande, pongo el trailer promocional del nuevo Cosmos:
Aunque más moderado en las formas a cuando escribí la entrada sobre la serie original, no porque no piense lo que ya pensaba entonces sino porque he entendido que a nadie le importa lo que piense al respecto, sigo creyendo que el visionado de este tipo de productos, y en especial del que hablo hoy, nos abre la puerta a ser mejores personas y seres humanos más conscientes del lugar que nos toca ocupar. El partído político que tenga en su programa sustituir religión en los colegios por el visionado de series divulgativas serias como Cosmos tiene casi asegurado mi voto.
miércoles, 12 de marzo de 2014
Week 1, Day 1 (Try 1) - Slow down and walk
El día cero, porque todo tiene un comienzo, habremos de fijarlo en el último fin de semana, que además pasé en mi hogar, Las Palmas. Aunque en realidad se podría decir que «desde siempre» he tenido el deseo de empezar a correr, en particular, y de hacer ejercicio, en general, (y no es la primera referencia hecha en el blog al respecto, por ejemplo en noviembre de 2011 ya lo comentaba). He preguntado en algunos gimnasios y he hecho cábalas infinitas para intentar encajar una hora durante la que acudir entre trabajo (Madrid) y teletrabajo (Las Palmas) y las otras obligaciones que he adquirido este año, pero lo cierto es que al final no veo cómo conseguirlo sin dejarme una fortuna para acudir apenas un día a la semana aquí y otro allí (pagar dos gimnasios). O sea, que al final lo único demostrado es que lo he seguido posponiendo día sí, día también. Hasta el lunes pasado —anteayer—, que me levanté y me espeté a mí mismo un «ya está bien, pedazo de gorila ligeramente evolucionado». Tal vez ayude a que en los últimos meses, contra todo pronóstico y haciendo mío aquello de a la vejez viruela he empezado a adquirir los hábitos que nunca tuve como estudiante y sea más proclive a comprometerme en asuntos que antes intentaba simplemente evitar. Pero esa es otra historia.
Ese mismo lunes por la tarde me acerqué a Decathlon, luego pasé por los outlets del Centro Comercial Las Terrazas y me equipé con indumentaria para tiempo frío y unas playeras running profesionales que, por ser último par, y pese a que de feas que son tenía ganas de arrancarme los órganos del sentido de la vista, me las dejaban a precio de tonto. Como nota positiva confesaré que apenas pesan y se ajustan como un guante. De ahí lo de «pro». El martes, ayer, lo metí todo en la mochila sin estrenarlo y me lo traje a Madrid.
Hoy ha sido el «gran día». Tras desplegar toda la indumentaria sobre la colcha y contemplarlo unos minutos, meditando si estaba en mi sano juicio al querer forzar a mis casi veintitrés kilos por encima de mi peso ideal a ejercitarse, finalmente me la puse y salí dispuesto, aún sin haber superado plenamente la sensación de ridículo que provoca mi autoimagen, a dar mis primeros pasos. Lo de la gorra tiene gracia porque mi intención es salir más bien oscureciendo, para pasar desapercibido cuanto pueda hasta que, eso sí, consiga correr lo suficiente como para llevar la cabeza bien alta.
He de congratularme al asegurar que también en estos últimos tiempos estoy venciendo la naturaleza propia —idiosincracia española— de saber más que los demás y he optado por dejarme instruir. Habida cuenta que un instructor de carne y hueso cuesta algo más de lo que ahora mismo puedo permitirme, recurrí a la App Store. Todo cristo viviente del mundillo recomienda el megafabuloso Runtastic [@ AppStore] y, guiado por las palabras de un compañero de trabajo sobre su calidad como coucher, no lo pensé mucho y aflojé 5€ para hacerme con la versión pro. Mi gozo en un pozo al descubrir que los planes de entrenamiento para principiantes cuestan, después de haber pagado ya por esa versión, un pastizal y, para colmo, no te dejan iniciarlos sino los lunes. Consciente, o con la esperanza, de que le sacaré provecho más adelante, al final, y habiendo leído hace bastante tiempo sobre el método c25k, busqué alguna aplicación dirigida exclusivamente a eso. De las chopocientas que me daba a elegir me quedé con 5K Runner Pro [@ AppStore] por otros 2,5€.
Con todo dispuesto, sobre las ocho y poco de la tarde, bajé a la calle. Recalcar una vez más que la ropa la elegí pensando en tiempo frío —eso rezaban las etiquetas de las mismas—, consciente de que aún quedan unas pocas semanas en las que las tardes serán fresquitas. Además, y supuestamente, tras consultar la previsión a esa hora estaríamos a unos 13 grados centígrados. Soportable, pensé. ¡Y el rabo —que no la cola y por no gritar directamente nabo— de Bucéfalo! De entrada me quedé clavado en el portal pensando si subirme de nuevo al piso, dejarlo para cuando mejore el clima y aprovechar la excusa para seguir ingiriendo cantidades inmensas de krill con objeto de acumular grasa para las grandes travesías transoceánicas. Qué frío, la madre que me parió. Después de sufrir la indecisión durante unos segundos que parecieron eternos finalmente pulsé el botón de la aplicación para comenzar el entrenamiento y me lancé a caminar-calentar sintiendo las bajas temperaturas en todo el cuerpo, porque lo que se dice ajustado sí que es ajustado el pantalón, pero lo de aislar y estar preparado para tiempo frío no lo tengo tan claro.
Si han seguido el enlace en el que menciono el método c25k (lo vuelvo a poner) verán que se trata de ir tres veces en semana y alternar, al menos las primeras semanas, series de andar y correr. En concreto la de hoy era correr un minuto seguido de un minuto y medio caminando, seis repeticiones, durante 15 minutos. En tan mala forma estoy que tras el primer minuto ya estaba asfixiado. Cierto es que cuando escuché el «now run» me arranqué a correr en plan braveheart. El minuto y medio siguente apenas me dio para recuperar resuello y la siguiente ronda de correr me lo tomé con un talante cercano a la moderación. Igualmente llegué con la lengua fuera. Ya la tercera no conseguí terminarla, pasando a caminar pocos segundos antes de que la aplicación me cantase al oído «Slow down and walk». En la cuarta correría unos 45 segundos y de la quinta pasé olímpicamente. La sexta ya la volví a correr entera y terminé el circuito caminando otros diez minutos de vuelta al piso donde he intentado hacer estiramientos «de aquella manera».
Un comienzo completamente bochornoso, confieso. Pero no deja de ser un comienzo, de lo que no puedo más que sentirme orgulloso. «Menos es ná», que diría aquel. Antes de tomar plena consciencia de lo que hasta ahora simplemente sospechaba, que mi capacidad física es una supremma porquería y anda por el subsuelo, mi intención era la de conseguir correr durante una hora a seis meses vista. A todo el mundo que se lo comentaba me respondía «¡que va! ¡ya verás que en un par de semanas estás corriendo treinta minutos seguidos!». Sí, para el resto funciona, seguro, pero yo voy a necesitar 26 semanas, como mínimo. Así que el plan sigue siendo el mismo: en seis meses correr durante una hora seguida a buen ritmo. Y, de paso, aunque no es el objetivo prioritario, quitarme unos kilitos de encima, por aquello de que se me haga menos pesado arrastarlos.
El programita, siguiendo los principios de la buena gamificación cuando termina marca el entrenamiento como realizado y te da un premio corazón de león. He reiniciado el entrenamiento y lo repetiré hasta que consiga correr esas seis series sin sentir que hay un papel de lija castigándome las paredes de los pulmones. El viernes más. De momento estoy baldado, me duelen las pantorrillas, tengo los gemelos ligeramente sobrecargados y mientras me sumergía en una eterna ducha de agua caliente estaba temblequeando. Repito, estoy baldado. Así que voy a prepararme un colacao caliente y, sospecho, me voy directo a la cama. Creo que hoy dormiré temprano.
Ese mismo lunes por la tarde me acerqué a Decathlon, luego pasé por los outlets del Centro Comercial Las Terrazas y me equipé con indumentaria para tiempo frío y unas playeras running profesionales que, por ser último par, y pese a que de feas que son tenía ganas de arrancarme los órganos del sentido de la vista, me las dejaban a precio de tonto. Como nota positiva confesaré que apenas pesan y se ajustan como un guante. De ahí lo de «pro». El martes, ayer, lo metí todo en la mochila sin estrenarlo y me lo traje a Madrid.
Hoy ha sido el «gran día». Tras desplegar toda la indumentaria sobre la colcha y contemplarlo unos minutos, meditando si estaba en mi sano juicio al querer forzar a mis casi veintitrés kilos por encima de mi peso ideal a ejercitarse, finalmente me la puse y salí dispuesto, aún sin haber superado plenamente la sensación de ridículo que provoca mi autoimagen, a dar mis primeros pasos. Lo de la gorra tiene gracia porque mi intención es salir más bien oscureciendo, para pasar desapercibido cuanto pueda hasta que, eso sí, consiga correr lo suficiente como para llevar la cabeza bien alta.
He de congratularme al asegurar que también en estos últimos tiempos estoy venciendo la naturaleza propia —idiosincracia española— de saber más que los demás y he optado por dejarme instruir. Habida cuenta que un instructor de carne y hueso cuesta algo más de lo que ahora mismo puedo permitirme, recurrí a la App Store. Todo cristo viviente del mundillo recomienda el megafabuloso Runtastic [@ AppStore] y, guiado por las palabras de un compañero de trabajo sobre su calidad como coucher, no lo pensé mucho y aflojé 5€ para hacerme con la versión pro. Mi gozo en un pozo al descubrir que los planes de entrenamiento para principiantes cuestan, después de haber pagado ya por esa versión, un pastizal y, para colmo, no te dejan iniciarlos sino los lunes. Consciente, o con la esperanza, de que le sacaré provecho más adelante, al final, y habiendo leído hace bastante tiempo sobre el método c25k, busqué alguna aplicación dirigida exclusivamente a eso. De las chopocientas que me daba a elegir me quedé con 5K Runner Pro [@ AppStore] por otros 2,5€.
Con todo dispuesto, sobre las ocho y poco de la tarde, bajé a la calle. Recalcar una vez más que la ropa la elegí pensando en tiempo frío —eso rezaban las etiquetas de las mismas—, consciente de que aún quedan unas pocas semanas en las que las tardes serán fresquitas. Además, y supuestamente, tras consultar la previsión a esa hora estaríamos a unos 13 grados centígrados. Soportable, pensé. ¡Y el rabo —que no la cola y por no gritar directamente nabo— de Bucéfalo! De entrada me quedé clavado en el portal pensando si subirme de nuevo al piso, dejarlo para cuando mejore el clima y aprovechar la excusa para seguir ingiriendo cantidades inmensas de krill con objeto de acumular grasa para las grandes travesías transoceánicas. Qué frío, la madre que me parió. Después de sufrir la indecisión durante unos segundos que parecieron eternos finalmente pulsé el botón de la aplicación para comenzar el entrenamiento y me lancé a caminar-calentar sintiendo las bajas temperaturas en todo el cuerpo, porque lo que se dice ajustado sí que es ajustado el pantalón, pero lo de aislar y estar preparado para tiempo frío no lo tengo tan claro.
Si han seguido el enlace en el que menciono el método c25k (lo vuelvo a poner) verán que se trata de ir tres veces en semana y alternar, al menos las primeras semanas, series de andar y correr. En concreto la de hoy era correr un minuto seguido de un minuto y medio caminando, seis repeticiones, durante 15 minutos. En tan mala forma estoy que tras el primer minuto ya estaba asfixiado. Cierto es que cuando escuché el «now run» me arranqué a correr en plan braveheart. El minuto y medio siguente apenas me dio para recuperar resuello y la siguiente ronda de correr me lo tomé con un talante cercano a la moderación. Igualmente llegué con la lengua fuera. Ya la tercera no conseguí terminarla, pasando a caminar pocos segundos antes de que la aplicación me cantase al oído «Slow down and walk». En la cuarta correría unos 45 segundos y de la quinta pasé olímpicamente. La sexta ya la volví a correr entera y terminé el circuito caminando otros diez minutos de vuelta al piso donde he intentado hacer estiramientos «de aquella manera».
Un comienzo completamente bochornoso, confieso. Pero no deja de ser un comienzo, de lo que no puedo más que sentirme orgulloso. «Menos es ná», que diría aquel. Antes de tomar plena consciencia de lo que hasta ahora simplemente sospechaba, que mi capacidad física es una supremma porquería y anda por el subsuelo, mi intención era la de conseguir correr durante una hora a seis meses vista. A todo el mundo que se lo comentaba me respondía «¡que va! ¡ya verás que en un par de semanas estás corriendo treinta minutos seguidos!». Sí, para el resto funciona, seguro, pero yo voy a necesitar 26 semanas, como mínimo. Así que el plan sigue siendo el mismo: en seis meses correr durante una hora seguida a buen ritmo. Y, de paso, aunque no es el objetivo prioritario, quitarme unos kilitos de encima, por aquello de que se me haga menos pesado arrastarlos.
El programita, siguiendo los principios de la buena gamificación cuando termina marca el entrenamiento como realizado y te da un premio corazón de león. He reiniciado el entrenamiento y lo repetiré hasta que consiga correr esas seis series sin sentir que hay un papel de lija castigándome las paredes de los pulmones. El viernes más. De momento estoy baldado, me duelen las pantorrillas, tengo los gemelos ligeramente sobrecargados y mientras me sumergía en una eterna ducha de agua caliente estaba temblequeando. Repito, estoy baldado. Así que voy a prepararme un colacao caliente y, sospecho, me voy directo a la cama. Creo que hoy dormiré temprano.
miércoles, 12 de junio de 2013
Adiós Ernesto
Esta noche ha fallecido nuestro compañero y amigo Ernesto Mateos, ha sido un fallo cardiaco repentino mientras estaba en su casa tranquilamente preparando la cena.
Estará en el Tanatorio de San Isidro a partir de las 7 de la tarde.
Vamos a enviar una corona de flores de parte de los equipos, si queréis participar pasar por mi mesa o por el sitio de María.
Un Saludo
Santiago
Ese era el correo electrónico de las 10:35. La forma oficial que señalaba el antes y el después de lo que ha sido este día.
Antes fue la chica que con asombro le decía a otra que no se lo podía creer. Sucedía justo entrando al pasillo central que divide, con divisores de apenas metro y poco, toda la zona diáfana donde se trabaja. Unos metros más adelante, al girar la cabeza a la derecha, otra chica llorando desconsolada, junto a unos grandes ventanales, y un grupo de personas que se iba congregando alrededor de ella. No alcanzaba a oír sus palabras, pero miraban y señalaban a la zona donde yo me siento, al fondo. A mi pregunta los compañeros de mesa se encogían de hombros. Tan atónitos como yo. La sorpresa era general. Algo de jefes, supusimos. Unos minutos más tarde se nos acercó Santi. ¿Os habéis enterado ya? No. Ernesto murió anoche. ¡Qué me dices! Siendo ateo únicamente se me ocurre explicar cómo me sentí aludiendo al alma. Se me había caído a los pies de golpe. Me sobrevino una sensación de pesadez, un estado de agotamiento y un desconcierto general inmensos.
María llegó un poco más tarde. Se lo anunciaron en mitad del pasillo, sin dejarla llegar hasta su mesa. Ese mismo pasillo que recorría yo extrañado por las lágrimas de aquella chica a primera hora. Allí mismo rompió a llorar María de forma desconsolada. Eran ya varios años trabajando juntos.
Ernesto tenía treinta y ocho años en el momento en que su corazón decidió dejarlo en la estacada. Tal vez treinta y nueve. No terminamos de ponernos de acuerdo entre nosotros. También tenía un marcapasos desde hacía dos años. Y una mujer de la que siempre hablaba bien. Sus palabra sobre ella estaban siempre cargadas de proyectos escritos en tiempo futuro y de planes de vejez juntos.
Coincidimos en todos los almuerzos cuando yo me quedaba a comer en la empresa. Desde mi punto de vista se cuidaba. Mucho. Más de una vez bromeaba diciendo estar harto de tanta acelga insípidamente guisada. La sal prohibida, y muy parco al llenar su plato. Comía relativamente poco, comparado conmigo. El precio que hay que pagar por un corazón ya tocado.
Su carácter era el de un hombre muy tranquilo. Cordial. De trato agradable y paciente. Siempre dispuesto a echar una mano. Una de esas personas que te caen bien desde el primer momento. Y a mí me cayó genial. Y ese «primer momento» fue responder a una pregunta que me cogió completamente desprevenido. Levanté la mirada del monitor para mirarlo con lo que imagino será cara de estúpido. Absorto como estaba en el código tuve que pedirle que repitiera la pregunta. ¿Te gustan los comics? Y me dejó el primer tomo de Bone. No sé cuándo lo podré leer, le advertí. Tranquilo, ya me lo devuelves cuando lo leas. Hacía ya unos meses que estaba en el cliente y no habíamos pasado de algún hola y algún adiós al cruzarnos. Esa pregunta y ese gesto sin venir a cuento me descolocaron. Luego ya empezamos a coincidir más. Y a compartir experiencias. A profetizar futuros negros y dar solución a todos los problemas del Mundo. Y a almorzar en grupo. Incluso a cooperar de pasada en los mismos proyectos.
La última vez que lo vi fue el viernes pasado. Almorzamos juntos. Con el resto de los compañeros. Y fue un día especialmente bueno. Pullas, bromas y muchas risas. Porque cuadró y el tema dio para reírnos a carcajadas un buen rato. Ernesto el que más. Yo, el protagonista, haciendo el payaso y diciendo cosas de payaso. Ser canario y tener este acento tan particular tiene ventajas. Poco después yo salía para el aeropuerto a pasar unos días en mi hogar, teletrabajando. No me podía imaginar que hoy ya no estaría para el café de primera hora. Café que se desarrolló en el más absoluto silencio. El resto mirábamos serios, taciturnos y cabizbajos nuestros respectivos vasos. Perdidos en nuestros pensamientos, temiendo de reojo a nuestros propios miedos.
No puedo decir que Ernesto fuera un amigo. Dicen que pasados los treinta ya no se hacen amigos de verdad. Muy poco tiempo juntos. Y más allá de un apellido común y una buena colección de almuerzos, pocas cosas más compartimos. Diría que tampoco lo conocía tanto. Y siempre en el contexto del cliente. Pero lo conocía lo suficiente para que me cayera muy bien y me sintiese cómodo en su compañía. A su carácter bonachón se sumaba el que ambos éramos desplazados. Contratados por terceros que desarrollábamos nuestro trabajo en tierra de otros. Mercenarios sin patria. Nuestro futuro estaba ligado a la necesidad que de nuestro quehacer tuviese el cliente. Y, pese a todo ello, sí reconocía en él las virtudes de un amigo potencial.
Su muerte me dejó completamente trastocado. Tardé dos horas en conseguir concentrarme lo suficiente como para hacer algo «productivo». Y el día lo he pasado mayormente serio, cabizbajo y pensativo. Debía vérseme lo suficientemente afectado que varios pensaron que tenía una relación más estrecha y me dieron el pésame. Se los agradecí igualmente. No era momento para hacer correcciones que no venían al caso.
No somos nadie, decía María en el almuerzo. Hoy no pude estar más de acuerdo con ella.
domingo, 12 de mayo de 2013
Artistas vs políticos
[…] solía decir que los artistas mienten para decir la verdad mientras que los políticos mienten para ocultarla.
Evey Hammond
V de Vendetta [@ IMDB]
Los gobernantes…
El pueblo no debería temer a sus gobernantes, los gobernantes deberían temer al pueblo.
V
V de Vendetta [@ IMDB]
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