Aquellos que visiten habitualmente mi espacio en Flickr o estén atentos a las imágenes que aparecen a la derecha de la bitácora, ya se habrán percatado de que desde hace unos días van apareciendo imágenes de Sevilla.
La semana pasada me la tomé de vacaciones. Es la tercera ya en lo que va de año. Y aún me quedan días para poder disfrutar. Es lo bueno de haber dejado unos cuantos días pendientes desde el año pasado. Pero también es lo bueno de trabajar en una buena empresa en la que las vacaciones se cuentan por días laborales y no naturales. Bien combinados esos días con festivos, dan para muchas ausencias que disfrutar con otras actividades.
En esta ocasión también cogió vacaciones mi mujer y, sin pensarlo demasiado, decidimos hacer un viaje. Desde Semana Santa del año pasado no salíamos de la isla, así que ya iba siendo hora de rascarnos los bolsillos y coger un avión. Elegimos Sevilla para pasar perdernos -y cuando digo perdernos no es un eufemismo- caminando por la ciudad. Nos encanta caminar y caminar por las zonas antiguas de las ciudades. Aunque luego nos quejemos durante una semana por las agujetas en las piernas, caminamos durante horas entre las calles. Lo hicimos en París, aunque menos por el frío, y lo repetimos con los 32 grados -Celsius- de media que tuvimos la semana pasada en Sevilla.
Sevilla huele a pescaíto frito y deslumbra por la cantidad de luz que fluye y llena sus calles estrechas. Los días son larguísimos y la noche se vive en la calle, con los bares de tapas llenos hasta altas horas del anoche. Con las orillas del Guadalquivir enfrentadas, varios puentes que cruzan de un lado a otro, cientos de bicicletas que recorren cada calle por los carriles bici y fuera de ellos, con una iglesia en cada esquina y decenas de representaciones religiosas pintadas sobre azulejos, con sus carros tirados por caballos, sus miles de turistas buscando a su duende, y sus piedras con más de mil años de existencia e historia, Sevilla es una ciudad que respira con cada tic del segundero. Es, resumiendo, una ciudad que se debe visitar y disfrutar. Ya sea por su día o por su noche. Y se corre el riesgo de engancharse.
En breve escribiré una serie de entradas en las que intentaré describir un poco mejor lo poco hecho, lo poco visto y lo poco vivido durante los seis días, con sus cinco noches, que visitamos la ciudad, y nos aventuramos a sus cercanías. Quería hacerlo, escribir entradas, desde hace tiempo con otros viajes que ya había hecho, pero como ya son historias viejas, no me lo había tomado muy en serio. En realidad no me tomo muy en serio nada de lo que empiezo aquí, pero mantengo la bitácora porque me sirve de ejercicio. Ya veremos.
Y ahora a pensar en las próximas vacaciones y, crisis mediante, en el próximo viaje. De dos semanas en Italia, y tras cambio repentino de planes y orientación geográfica, hemos pasado a comprar ya los billetes para Orlando, Florida, Estados Unidos, a pagar el alquiler del coche y dar la entrada para la reserva de la casa en la que nos quedaremos. Pero para disfrutar de todo ello habrá que esperar a finales de septiembre.
miércoles, 27 de mayo de 2009
lunes, 25 de mayo de 2009
Segundo asalto en la comparativa de objetivos - Introducción
Hace ya unas cuantas semanas, aprovechando que pasé un fin de semana en unos bungalows en el sur de la isla, y tras la bajona que me dio comprobar los resultados de la prueba rápida entre el Nikkor 18-200 VR y el Nikkor 80-200, quedé nuevamente con Luis para montarnos una prueba algo más rigurosa de nuestros respectivos objetivos. Retrospectivamente, en el momento de escribir esto, me doy cuenta que no fue nada rigurosa, después de todo. Hay que tener en cuenta que al menos yo no tengo demasiada práctica en esto del método científico en general y, menos aún, aplicado al dominio de las comparaciones de objetivos fotográficos. Si bien no se podrá sacar ninguna conclusión definitiva de los resultados obtenidos, al menos resultó una experiencia divertida.
Dado que el objetivo 18-200 tiene un larguísimo recorrido focal, que va desde un angular hasta un tele medio, se nos ocurrió dividir la prueba en dos tramos. En el primero aprovecharíamos las posibilidades del lugar (Bungalows Dunas Maspalomas) para comparar el rango angular y tele corto. Desde 10 mm a 50 mm. En el segundo tramo montaríamos un bodegón con lo que pillásemos para comparar el rango tele (70-200). En la siguiente ilustración he intentando resumir las distancias focales que probamos, las marcas con líneas azules, y la combinación de objetivos que empleamos en cada una. Por ejemplo, para la distancia focal de 18 mm (aprox.) usamos los dos Nikkor 18-200 VR y el Sigma 10-20.
Revisando por encima las fotografías realizadas en exterior, me percato que no elegimos demasiado bien el motivo, ya que la mayor parte de los elementos que podrían usarse para comparar la nitidez de las lentes -lo que estábamos probando, realmente- quedan demasiado lejos o en un tamaño que no arrojarán datos concluyentes, creo. Es lo que comentaba al principio de la entrada. En fin, esta parte habrá que repetirla.
Dado que usamos trípode mantuvimos desactivado en todo momento el mecanismo de reducción de vibraciones (VR). Las fotografías tomadas en el exterior se realizaron sin flash, lo que ya de por sí nos dejaba a merced de la constante variación de la intensidad lumínica a causa de las nubes de primera hora de la mañana. Para compensar esto lo que hicimos fue trabajar en modo automático con prioridad a la apertura del diafragma, dejando que la cámara ajustase el parámetro de velocidad de obturación en función de la cantidad de luz del momento. Otro punto que tira por tierra, o limita, la validez de la prueba. En interior, y después de pelear mucho con los flashes en modo comando, conseguimos un mejor control sobre la variable iluminación.
Algo que me tenía (muy) preocupado, aunque no venga muy a relación con el asunto de la comparativa, era cómo organizar (codificar) los nombres de los archivos para que resultase fácil identificar la imagen (objetivo, cámara, focal, diafragma, etc.) una vez la copiase en el disco duro. No es para menos, creo yo. Teníamos en mente, en primera instancia, incluir en la prueba todos los objetivos que teníamos cada uno. Lo que se traduce en usar también los objetivos Sigma y Nikkor de 105 mm y el Sigma 70-300 que compré al principio de tener la Nikon D50. En un cálculo rápido hecho antes de empezar eso significaba unas 500 fotografías, sumando las de ambas cámaras. Al final limitamos el número de fotografías a unas 220, aproximadamente. Lo que no deja de ser una cantidad excesiva de fotografías para meterse a cambiar a mano el nombre de cada archivo. La solución la encontré con Lightroom, programa de procesado de los archivos RAW que no termina de convencerme, pero que solventó este asunto en un periquete aprovechando las opciones que ofrece al exportar imágenes. En la siguiente captura se puede apreciar la facilidad con la que Lightroom permite editar los datos que se quieren incluir en el nombre de archivo de salida. Lo siguiente fue exportar en bloque.
De momento, para no aburrir más al respetable, y hasta que tenga un rato para comparar mejor los resultados de la prueba, he creado un pase de invitado para ver el grupo de fotos tomadas con la D200 y otro para las tomadas con la D70s de Luis. He preferido organizarlo de esta forma, como grupos privados y en lugar de compartirlas en Flickr directamente como públicas, para aprovechar los euros que abono a Flickr para mantener las fotos en un único sitio y, principalmente, para evitar que mis contactos y aquellos que visitan ocasionalmente las fotos que publico ahí se viesen repentinamente inundados por doscientas fotografías todas ellas casi idénticas. Ruido, hubiese sido. Pasen y comprueben por ustedes mismos los resultados.
Resumiendo, los datos relevantes de la prueba son:
Dado que el objetivo 18-200 tiene un larguísimo recorrido focal, que va desde un angular hasta un tele medio, se nos ocurrió dividir la prueba en dos tramos. En el primero aprovecharíamos las posibilidades del lugar (Bungalows Dunas Maspalomas) para comparar el rango angular y tele corto. Desde 10 mm a 50 mm. En el segundo tramo montaríamos un bodegón con lo que pillásemos para comparar el rango tele (70-200). En la siguiente ilustración he intentando resumir las distancias focales que probamos, las marcas con líneas azules, y la combinación de objetivos que empleamos en cada una. Por ejemplo, para la distancia focal de 18 mm (aprox.) usamos los dos Nikkor 18-200 VR y el Sigma 10-20.
Revisando por encima las fotografías realizadas en exterior, me percato que no elegimos demasiado bien el motivo, ya que la mayor parte de los elementos que podrían usarse para comparar la nitidez de las lentes -lo que estábamos probando, realmente- quedan demasiado lejos o en un tamaño que no arrojarán datos concluyentes, creo. Es lo que comentaba al principio de la entrada. En fin, esta parte habrá que repetirla.
Dado que usamos trípode mantuvimos desactivado en todo momento el mecanismo de reducción de vibraciones (VR). Las fotografías tomadas en el exterior se realizaron sin flash, lo que ya de por sí nos dejaba a merced de la constante variación de la intensidad lumínica a causa de las nubes de primera hora de la mañana. Para compensar esto lo que hicimos fue trabajar en modo automático con prioridad a la apertura del diafragma, dejando que la cámara ajustase el parámetro de velocidad de obturación en función de la cantidad de luz del momento. Otro punto que tira por tierra, o limita, la validez de la prueba. En interior, y después de pelear mucho con los flashes en modo comando, conseguimos un mejor control sobre la variable iluminación.
Algo que me tenía (muy) preocupado, aunque no venga muy a relación con el asunto de la comparativa, era cómo organizar (codificar) los nombres de los archivos para que resultase fácil identificar la imagen (objetivo, cámara, focal, diafragma, etc.) una vez la copiase en el disco duro. No es para menos, creo yo. Teníamos en mente, en primera instancia, incluir en la prueba todos los objetivos que teníamos cada uno. Lo que se traduce en usar también los objetivos Sigma y Nikkor de 105 mm y el Sigma 70-300 que compré al principio de tener la Nikon D50. En un cálculo rápido hecho antes de empezar eso significaba unas 500 fotografías, sumando las de ambas cámaras. Al final limitamos el número de fotografías a unas 220, aproximadamente. Lo que no deja de ser una cantidad excesiva de fotografías para meterse a cambiar a mano el nombre de cada archivo. La solución la encontré con Lightroom, programa de procesado de los archivos RAW que no termina de convencerme, pero que solventó este asunto en un periquete aprovechando las opciones que ofrece al exportar imágenes. En la siguiente captura se puede apreciar la facilidad con la que Lightroom permite editar los datos que se quieren incluir en el nombre de archivo de salida. Lo siguiente fue exportar en bloque.
De momento, para no aburrir más al respetable, y hasta que tenga un rato para comparar mejor los resultados de la prueba, he creado un pase de invitado para ver el grupo de fotos tomadas con la D200 y otro para las tomadas con la D70s de Luis. He preferido organizarlo de esta forma, como grupos privados y en lugar de compartirlas en Flickr directamente como públicas, para aprovechar los euros que abono a Flickr para mantener las fotos en un único sitio y, principalmente, para evitar que mis contactos y aquellos que visitan ocasionalmente las fotos que publico ahí se viesen repentinamente inundados por doscientas fotografías todas ellas casi idénticas. Ruido, hubiese sido. Pasen y comprueben por ustedes mismos los resultados.
Resumiendo, los datos relevantes de la prueba son:
- Fotografías tomadas en modo RAW con D70s y D200
- Los objetivos usados fueron: Sigma 10-20, Nikkor 28, Nikkor 18-200 y Nikkor 80-200
- Con algunos se usó también un duplicador Kenko 2x
- Balance de blancos automático
- Modo prioridad a la apertura
- Enfoque automático
- Para una longitud focal dada, fotografías a máxima apertura, f/5,6, f/8, f/11 y f/16. En exterior, además, a mínima apertura.
- Trípode
- Deshabilitar uso de reducción de vibraciones
- Flash (uno) SB-800 ubicado sobre la cámara y luz directa (en las pruebas en interior para el rango tele -70-200mm-)
- Ningún posprocesado en Lightroom y exportado a JPG con máxima calidad
sábado, 9 de mayo de 2009
Aprender algo nuevo cada día: Refcardz.
Hoy es mi cumpleaños. Cumplo 37 años. Como dice un compañero de trabajo, "Ojalá alcances la edad que aparentas". Pero tranquilo, no voy a ponerme profundo y tupirte con mis tristes experiencias. En general estoy contento con mi existencia. Como todos, he tenido épocas malas, muy malas, pero al final, de viejo, te das cuenta que en buena medida todo se debe a cómo lo asumas en el momento que te llega. ¿Que te deja tu novia? Te jodes (como decía La Unión en su concierto) y sigues de frente. ¿Qué es eso que pasa por tu cabeza sobre que no vas a levantar cabeza y que todo el mundo te pone la zancadilla? Eres gilipollas. ¡Ponte en marcha y déjate de lamentos!
Pero lo dicho, no se trata en este momento de hacer un repaso a mis amarguras ni a mis alegrías. Para eso están los miércoles. Sin embargo, mirando atrás, sí me doy cuenta que existe una constante en mi existencia: sed (o hambre). Sed por aprender cosas nuevas. Algunas veces sobre temáticas completamente distintas; como cuando me dio por aprender Esperanto o de hacer la inscripción en la UNED para Filosofía. También sed de experiencias diferentes. Estoy buscando información para saltar en paracaídas. O hacer parapente. Aunque con lo cobarde que soy, es para pensárselo mucho.
Todo esto tiene un precio que siempre he estado dispuesto a pagar y he pagado. Ya lo afirmaba mi profesor de Matemáticas en COU, el mismo que tuve durante todo el bachiller: "Aprendiz de todo, maestro de nada", me decía cuando le contaba que mis planes de futuro pasaban por estudiar tres carreras (a la vez): Matemáticas, Física y Psicología. Y no deja de ser cierto. Puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, que soy bueno en nada, y mediocre en mucho. Aunque no me importa. Y menos a estas alturas de mi vida., Es lo que soy y me gusta ser un sediento en busca de cosas nuevas que aprender y experimentar. Me ilusiona.
Todos los días trato de emplear una hora en aprender algo nuevo. Ya sea en el apartado profesional (a lo que dedico los sábado), en el apartado de simple usuario de ordenadores (lunes), en el de mis aficiones (también los lunes) o, en general, por el placer de obtener conocimiento nuevo (los jueves).
Hoy es sábado, así que aprovecho para comentar una de las fuentes de aprendizaje que encontré hace unos meses y que aprovecho algunas veces para rellenar esa hora al día, como mínimo, que empleo en aprender cosas nuevas y ponerme un poco al día en mi profesión: Las Refcardz, de dzone, una especie de menéame cuya temática va de programación y de ingeniería del software. Metodología y técnica. Mola.
A estas alturas hay una buena cantidad de resúmenes a disposición del que quiera (previo registro). Yo los leo por encima cuando me voy a la cama, y no tengo ganas de leer algo más profundo o prolongado. Me llevo mi pequeño netbook y me leo alguno de los que me he descargado. Lástima que tengan tanto colorido, porque sería cojonudo tener un lector de libros electrónicos para leerlos. Por el peso y la comodidad, digo.
Siempre es bueno aprender cosas nuevas. Más si te pueden ayudar a ganarte el pan en un futuro incierto. No pierdas la oportunidad: son gratuitas.
Pero lo dicho, no se trata en este momento de hacer un repaso a mis amarguras ni a mis alegrías. Para eso están los miércoles. Sin embargo, mirando atrás, sí me doy cuenta que existe una constante en mi existencia: sed (o hambre). Sed por aprender cosas nuevas. Algunas veces sobre temáticas completamente distintas; como cuando me dio por aprender Esperanto o de hacer la inscripción en la UNED para Filosofía. También sed de experiencias diferentes. Estoy buscando información para saltar en paracaídas. O hacer parapente. Aunque con lo cobarde que soy, es para pensárselo mucho.
Todo esto tiene un precio que siempre he estado dispuesto a pagar y he pagado. Ya lo afirmaba mi profesor de Matemáticas en COU, el mismo que tuve durante todo el bachiller: "Aprendiz de todo, maestro de nada", me decía cuando le contaba que mis planes de futuro pasaban por estudiar tres carreras (a la vez): Matemáticas, Física y Psicología. Y no deja de ser cierto. Puedo afirmar, sin miedo a equivocarme, que soy bueno en nada, y mediocre en mucho. Aunque no me importa. Y menos a estas alturas de mi vida., Es lo que soy y me gusta ser un sediento en busca de cosas nuevas que aprender y experimentar. Me ilusiona.
Todos los días trato de emplear una hora en aprender algo nuevo. Ya sea en el apartado profesional (a lo que dedico los sábado), en el apartado de simple usuario de ordenadores (lunes), en el de mis aficiones (también los lunes) o, en general, por el placer de obtener conocimiento nuevo (los jueves).
Hoy es sábado, así que aprovecho para comentar una de las fuentes de aprendizaje que encontré hace unos meses y que aprovecho algunas veces para rellenar esa hora al día, como mínimo, que empleo en aprender cosas nuevas y ponerme un poco al día en mi profesión: Las Refcardz, de dzone, una especie de menéame cuya temática va de programación y de ingeniería del software. Metodología y técnica. Mola.
A estas alturas hay una buena cantidad de resúmenes a disposición del que quiera (previo registro). Yo los leo por encima cuando me voy a la cama, y no tengo ganas de leer algo más profundo o prolongado. Me llevo mi pequeño netbook y me leo alguno de los que me he descargado. Lástima que tengan tanto colorido, porque sería cojonudo tener un lector de libros electrónicos para leerlos. Por el peso y la comodidad, digo.
Siempre es bueno aprender cosas nuevas. Más si te pueden ayudar a ganarte el pan en un futuro incierto. No pierdas la oportunidad: son gratuitas.
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