lunes, 21 de septiembre de 2009

¿A qué coño aspiramos como personas? ¿Y como nación?

Hace ya bastante tiempo leí que la vida sedentaria es mucho peor de lo que la gente se imagina. Buscando ese artículo encontré uno un poco más alarmista -o alarmante- que mantiene que «la vida sedentaria es tan nociva para la salud como el tabaco». ¡WOW! Creo que nadie, a estas alturas, negará que la vida sedentaria es mala. Todo el mundo, por todas partes, te recomienda que hagas ejercicio «porque es importante». Mantenerse activo y no relajarse es vital. Incluso el vecino, experto en la materia cuando se presenta la oportunidad, te lo dice cuando te pilla en el ascensor y te suelta, en plan confianzudo, «estás un poquito más gordo, ¿verdad? Te tienes que cuidar. Que mira tú mi sobrino [...] que el pobre tiene problemas de [...] con apenas treinta y cinco años ya [...]». Y no es de extrañar, porque el sedentarismo reduce la esperanza de vida de forma drástica. Produce, «muertes prematuras». Lo que pasa, dirán algunos, es que tenemos una vida demasiado tranquila. Tanto que no nos preocupamos ni por nosotros mismos.

Andaba leyendo hace unos días un libro sobre organizaciones inteligentes u organizaciones que aprenden. Cosas raras que le da por hacer a uno. Mientras leía me tropecé con un párrafo que me gustó y que me permito reproducir a continuación: «El aprendizaje en equipo es vital porque la unidad fundamental de aprendizaje en las organizaciones no es el individuo sino el equipo. Aquí es donde "la llanta muerde el camino": si los equipos no aprenden, la organización no puede aprender». Más allá de que, aunque lo afirma, no son los individuos, sino los equipos, al final todo lo empujan los individuos, que lo conforman todo y que deberían ser los verdaderos abanderados del aprendizaje. Quienes lo exijan. Del aprendizaje generativo, aclara. Ese que te permite innovar y que te hace buscar soluciones nuevas a problemas nuevos (o viejos, que tanto da). En resumen, que los individuos, en racimos, son los que deben empujar el avance de las empresas, porque una empresa que no aprende es una empresa obsoleta.

También hace unos días estaba sentado en una guagua. No volveré a aburrir con otra defensa del transporte público y todas sus ventajas. A diferencia de lo que suelo hacer cuando voy en guagua, leer y/o escuchar música, iba simplemente inmerso en mi propio universo interior de pensamientos profundos. En una parada se subió una extraña pareja que se sentó justo detrás. Él era un profesor asociado algo mayor y ella becaria de investigación. Lo sé porque se presentaron ya sentados. No sé cómo fue la conversación previa, pero cuando «conecté» con su conversación -en plan cotilla-, él le decía, en una especie de queja cósmica y universal que ya he escuchado anteriormente, «Mi hijo está trabajando ahora mismo para una [no recuerdo]. Está preocupado porque están despidiendo a gente y teme que le toque a él. Mi hija está más o menos igual. Y eso que lleva casi cinco años trabajando para la misma empresa. Yo les digo que saquen unas oposiciones y así viven tranquilos».

Hace unos meses, también en guagua, escuchaba una conversación de dos estudiantes -o estudiantas, si aceptamos el femenino para el plural- de último curso de derecho. O de empresariales. O vete tú a saber. «¿Qué vas a hacer éste verano?», le preguntaba una a la otra. «Si lo apruebo todo empiezo a estudiar para una oposición, que yo lo que quiero es vivir tranquila». «¿Y eso?». «Con una carrera puedes optar a funcionario de clase A». En realidad es una versión muy resumida de aquella conversación, pero la esencia del mensaje era ese: «Estudios universitarios dan acceso a mejor categoría funcionarial».

En una de las conversaciones con sulaco, me enteraba que en Holanda, y parece que en otros países desarrollados -y a veces parece que socialmente más evolucionados- del norte de Europa, no es habitual que la gente estudie carreras universitarias. Más bien todo lo contrario, por lo que se valora mucho a los inmigrantes que vengan con formación superior. Sin embargo parece que en España hay un porcentaje alto de jóvenes que optan por la educación superior frente a la formación profesional. Imagino que aún sentimos el empuje de la generación anterior que declamaba: «para ser alguien en la vida hay que estudiar una carrera».

Escuchaba en la radio hace poco que alguien, enganchado telefónicamente al programa, exigía al gobierno que contratase a más gente para «sacarlas del paro». ¿Hablába de más funcionarios? ¿Más funcionarios en un país que ya tiene uno por cada 18 habitantes? ¿Un país en el que uno de cada ocho personas ocupadas (empleadas) trabaja para las administraciones públicas y que es, por tanto, un empleado público? En ese mismo artículo es curioso cómo relacionan tejido productivo -el que supuestamente genera (más) riqueza- con menor índice de funcionarios por habitante? ¿Sería aceptable, entonces, decir que cuanto más productivo se puede llegar a ser, menos funcionarios son necesarios? Suena a falacia, y seguro que lo es, pero no deja de entreverse el reverso tenebroso de la anterior pregunta: ¿Son los funcionarios un lastre para la productividad? ¿Es el empleo público un riesgo para la economía de un país?

Para ser alguien en la vida hay que estudiar una carrera. Dicho por la misma generación que ahora abandera la idea de sacar unas oposiciones. Para vivir tranquilos, aducen. Pero el exceso de tranquilidad acaba degenerando en una conducta sedentaria. La vida sedentaria acaba siendo mortal. Reduce la esperanza de vida. Si un individuo es el reflejo de un grupo, y gran parte de la población parece aspirar a ser personas sedentarias, algo que persiguen con vehemencia algunos, ¿es España un país abocado al sedentarismo y, por tanto, a una muerte prematura? ¿Podríamos aceptar que alguien sedentario de cuerpo es alguien sedentario de espírituo, de intelecto? ¿Sería factible argumentar que alguien sedentario, intelectualmente hablando, es alguien que rehuye el aprendizaje generativo (está claro que el aprendizaje adaptativo para sobrevivir lo hacemos la gran mayoría)? De aceptar esta premisa, ¿podríamos concluir que estamos en un país que pierde su brillo intelectual y su potencial productivo poco a poco porque sus habitantes no aspiran a otra cosa que estar echados delante de la tele viendo fútbol o telebasura? Todo el mundo aspira a tener la vida resuelta, a no tener que preocuparse por más problemas que disponer de más días de asuntos propios que su vecino, quien trabaja en el sector inmobiliario «que míralo tú al pobre, trabajando de la mañana a la noche porque no consigue vender, que está muy mal el sector y bien podría hacer como yo, que me saqué unas oposiciones de funcionario». Todos queremos recorrer el camino fácil: ser funcionario. Y que nos toque la lotería. Ese otro gran sueño español

Mi propia madre, hace unos días, cuando se enteró que tendría que pasar un largo período en Madrid, creyendo que eso me disgustaba, me preguntó: «¿No te has planteado sacar unas oposiciones?» ¿Qué ciudadano de este país no se ha planteado en algún momento de su vida ser funcionario? Parece que ya conforma parte de nuestra propia identidad cultural y nacional. Si no aspiras a ser funcionario, y rascarte los huevos la mayor parte del tiempo, parece que no eres español. Sin embargo a mí eso se me pasó hace mucho y espero no volver a caer en esa trampa. Flaco favor haría a mi ya exigua capacidad intelectual si, además, no aspirase a nada más que llegar a ser funcionario. Como todos quiero tocarme los huevos, pero también aspiro a trascender. ¿No es un ejemplo de ese deseo de trascender esta absurda bitácora?

Desearía que no se tomase esta entrada como un ataque a los funcionarios. No lo es. O no lo pretende. Comprendo la necesidad real de los mismos. Lo que ataco es esa especie de espíritu derrotista o esa desidia generalizada que parece haberse instalado en las mentes de un país que ha vivido y se ha desarrollado gracia a las arcas de Europa. Ya no se envidia a ese que ascendió a lo más alto de la empresa empezando por el sótano laboral. O aquel que emprendió para ser empresario. Ahora se envidia al primo que trabaja de ocho a tres, con una hora para desayunar, y que por las tardes se dedica a engordar en el bar con los amigos. No cobra más de lo que cobra uno, pero el cabrón «vive como dios».

¿Qué pasará cuando todos seamos funcionarios? ¿Y cuando Europa ya no nos de más dinero para justificar sus sueldos?

5 comentarios:

Unknown dijo...

Grandes verdades, pero ya sabes y como tú dices el reverso tenebroso nos tienta a todos con "estabilidad" y más tiempo libre para uno mismo.

sulaco dijo...

En Holanda, a un funcionario que no produce lo echan a la puta calle igual que en una empresa privada. De hecho, la gente no quiere ser funcionario porque pagan menos y trabajas rodeado de carcamales que te consumen todo el karma positivo semanal antes de llegar a las doce de la mañana del lunes.
España para mí es un punto y final. Solo se puede arreglar reformateando e instalando una versión limpia, la que hay en este momento está totalmente corrompida.

Luis dijo...

De acuerdo con lo de los funcionarios. Yo que desde la empresa privada trabaje un tiempo en una administración pública, no me gustó mucho el ambiente funcionarial.

Además desde las autonomías el número de multiplicado exponencialmente. Pongamos un ejemplo la ciudad de Las Palmas 380.000 habitantes, debemos tener unos 28 concejales. Las vegas EEUU 3.000.000 de habitantes y 4 concejales.


En cuanto a los los títulos universitarios, mi humilde opinión es que nos hemos convertido en un país de titulitis. Para todo te piden título universitario. P.e. para trabajar de cajero en un banco te piden como mínimo título universtario de grado medio. En cualquier otro país seguro que como mucho el bachillerato, que era lo que pasaba aquí hace unos años. Que un titulado universitario trabaje de cajero aparte de un desproposito.

sulaco dijo...

La mitad de los celadores del hospital, esos que abren puertas y mueven gente en silla de ruedas estudiaron conmigo y con uno+cero y la otra mitad vienen de teleco. Un montón de años perdidos en la universidad porque para lo que hacen, con saber abrir una cerradura y empujar una silla vestido con un uniforme horroroso tienes más que suficiente.

Uno+Cero dijo...

Disculpen si no he contestado antes. Este asunto parece haber tenido más movimiento de lo que es normal por aquí, pero he estado un par de semanas fuera. Acabo de volver de un viaje de dos semanas a Florida.

Moi, ¡hombre cuánto tiempo! Es uno de nuestros grandes males endémicos como pueblo y uno de los indicadores o síntomas de que las cosas no van exactamente bien.

Sulaco, suele pasar que en la Naturaleza, si hay un nicho que pueda alimentar a alguna forma de vida, aparece esa forma de vida que lo explotará. En España tenemos a los funcionarios.

Luis, Imagino que más tarde que temprano contaré alguna experiencia de cuando estuve desarrollando algunas aplicaciones para un centro gestionado por el Cabildo. Como dices, el crecimiento de empleo público ha crecido de forma alarmante. Síntoma, tal vez y bajo el supuesto de que efectivamente hacen falta, de que tenemos un sistema absolutamente burocratizado y arteriosclerotizado. ¿Tal vez de mentalidades poco ágiles?

En respuesta también al comentario de Sulaco, no creo que sea un problema (exclusivamente) de titulitis. En general, si tienes dónde elegir, siempre buscarás aquello que te aporte más. Si, suponiendo la fantasiosa situación en que una noche de copas ligas con dos tías, y sabiendo que ambas no aceptarán un trío, solución ideal para ti, al final optarás por quedarte con la que más creas que te va a aportar, según qué oscuras intenciones tengas. Las empresas son iguales: entre un tipo de FP y un diplomado, en general parece que se prefiere al segundo (incluso al licenciado) porque en principio la creencia es que aportará más. Pero con los titulados puede suceder como con el símil del ligoteo. Tras hacer tu apuesta, puede que cuando llegues a casa te tropieces con el inconveniente de tener que de referirla como «el» en lugar de como «ella» tras descubrir, horrorizado, que lo que llevaste a la cama era un travelo y no la despampanante morenaza que te hacía entrever una noche de pasional kamasutra.

Pero el problema, desde mi punto de vista, es un tanto más horrendo. Hemos aceptado, sin darnos cuenta que es un círculo vicioso, que los estudios superiores solo sirven para dar mejores oportunidades de trabajo (u optar a un puesto de funcionario de nivel mayor). Creo que, como sociedad, hemos perdido el sentido último de lo que es y debería ser la enseñanza universitaria.