viernes, 3 de septiembre de 2010

La Palma

¿Y por qué no? No, no me refiero a que vaya a visitar La Palma [@ Wikipedia]. Bueno, sí, es probable que a final de año con Sulaco y Luis. Y también es posible que vuelva con mi mujer el año que viene, quizá para celebrar nuestro quinto aniversario de bodas. La Palma es una isla fantástica en muchos aspectos. De hecho es, para mi gusto, la mejor del archipiélago. Pero no, no es por eso. Este año, al menos, el viaje será a Pirineos.

Me apetece hablar de La Palma. Simplemente. Bueno, por eso y porque ya he tenido varias bitácoras o blogs o como quieran llamarlo. Al final los acabo borrando cuando me aburro o pasan a tener un tono y contenido demasiado personales. Es una maldita tendencia que tengo: hacerlos demasiado personales. Siempre. Y por eso los acabo borrando. Pero este, sin embargo, vertedero de todas mis frustraciones —y no se me ocurre nada más personal que eso—, parece que va a perdurar. Hasta ya me hace gracia, para ser sincero. Así que, aunque en su momento lo publiqué en la bitácora que entonces tenía abierta (encefalogramaplano), hoy haré un pequeño repaso de la experiencia. Sirva a modo de backup de mi cada vez más fallida memoria. También porque no he perdido la esperanza de que algún fotógrafo de Magnum [Web] vea mi trabajo y me pida que trabaje para ellos. O, tal vez, que los de Lonely Planet [Web] me ofrezcan unirme a recorrer mundo y contar mi peripecias. Tampoco quiero descartar que sirva para que dentro de diez mil años, algo parecido a un arqueólogo cibernético cuando la raza regrese a la Tierra, sus orígenes, descubra este rincón y concluya que los terrícolas éramos una panda de brutos pedantes que nos enrollábamos en exceso. En el peor de los casos que sirva, si nada de lo anterior cristaliza, para recordarme, en el otoño de mi vida —si llego—, tal vez cuando mi memoria flaquee tanto que no recuerde si he comido ya o aún tengo que cocinar el almuerzo, para recordarme que una vez visité una isla maravillosa de nombre La Palma. En realidad dos veces.

Casetas para cambiarse


La primera vez fue en 1995 —¿o en el 96?—, tenía 15 años menos, y pesaba unos 76 o 78 kilos. Fui de la mano de mi tío Rafa para recorrer la Ruta de los Volcanes [la última que aparece en Tourlapalma.com; aunque nosotros empezamos desde más atrás (recorrimos/ascendimos más)]. Ya entonces lo sedentario me atraía más que lo activo y acabé reventado. Guardo muy buenos recuerdos de aquel paseo agotador, con noche al raso bajo lluvia, truenos y relámpagos, pero no los negativos de las fotografías que saqué. Los negativos se perdieron. Conservo, eso sí, las primeras copias impresas que algún día tendré que digitalizar para garantizar que se conserva alguna instantánea. Sigo manteniendo la ilusión de repetir la caminata con mi tío.

La segunda vez que fui ya estábamos a mediados de 2006, acababa de casarme con la mujer de mi vida —al menos hasta el momento de escribir esto— y ya pesaba yo entre 90 y 92 kilos. El peso es importante porque a) si hacemos caso al dicho que causaliza la gordura partiendo de la felicidad, era uno de los tipos más felices del mundo (exactamente a kilo y medio de incremento de felicidad por año); y b) porque el sobrepeso limita mucho lo que puedes hacer. Que se lo cuenten a mis rodillas. De todas formas era nuestro viaje de bodas, regalo de mi familia, y tampoco teníamos pensamiento de hacer una caminata como la que yo hice la primera vez que fui. Nos movimos en coche y visitamos todos los rincones que pudimos y nos dio tiempo. Quedaron algunas caminatas que nos apetecía hacer, pero mantenemos la esperanza de volver para completar lo inconcluso.

El viaje a La Palma de 2006 tuvo el sabor de la improvisación. Nosotros no teníamos dinero para viajar. El poco que habíamos ahorrado decidimos dedicarlo a terminar de amueblar la casa. (O de avanzar, porque uno acaba descubriendo que no se termina nunca de amueblar completamente la casa.) Y decidimos, por eso de ser distintos, que a nuestra boda no irían más que los allegados. (No hay diferencia apreciable entre «muy» y «no muy»; se es allegado o no.) Nada de lista de bodas, tampoco. Queríamos que quienes fueran se sintiese libres de ir. Sin compromisos. En la celebración, aquel que quisiera acompañarnos en la pequeña cena que tomaríamos, lo haría sabiendo que cada uno se pagaba lo suyo. Ese era cuanto dinero tenían que dejar, por lo que no ganamos nada con el evento. Y no queríamos. Así de sencilla planificamos nuestra boda. Y, a falta de lista, mi familia materna se descolgó por sorpresa con una semana en La Palma como regalo de bodas. Veinticuatro horas después de dar el «sí, quiero» estábamos dejando las maletas en nuestra habitación de La Hacienda de San Jorge [Web del hotel]. Un hotel que, para ser de tres estrellas, el personal nos hizo sentir como si estuviéramos en uno de cinco. O, dicho de otra forma, habiendo después disfrutado de un fin de semana en el H10 de Meloneras, de súper lujo pijo, sigo prefiriendo el de La Palma. ¿De qué me sirve que cambien las sábanas todos los días si luego es todo frío, sintético e impersonal?

Navegando bajo el Sol


Además de la Ruta de los Volcanes, que yo sí hice una década antes, y de Marcos y Corderos, que decidimos dejar para otra ocasión, nos quedó pena de no llegar temprano para bajar a La Caldera de Taburiente. Fuimos, pero el día estaba demasiado caluroso como para empezarla cuando llegamos. Éste también deberemos hacerlo en el próximo viaje. Asumiendo que habrá que madrugar mucho. Sin embargo tuve muchísima suerte. Pudimos ver muchos rincones increíbles de la isla, independientemente de que destaque lo que no llegamos a ver. Pero cuando llegamos lo primero que hice fue acercarme a una oficina de turismo y preguntar si había la posibilidad de visitar el observatorio del Roque de los Muchachos. No tenía esperanza, pero nunca se sabe. Pues, precisamente y contra todo pronóstico, el sábado que nos volvíamos de La Palma había jornada de puertas abiertas y aún quedaban plazas. Y sólo se organizaban ese año cuatro jornadas. También era suerte que llegásemos para aprovechar justo la última. No me voy a extender con lo genial que estuvo la visita al observatorio, pero me sentía como un niño pequeño. Creo que de siempre había tenido ganas de entrar en un sitio de esos donde se hace ciencia de verdad, donde se indaga y se busca descubrir la verdad sobre el universo. Para no aburrir mucho con este tema, concluir que la visita la Observatorio Astronómico del Roque de Los Muchachos [Web del Astrofísico de Canarias] el día que nos volvíamos fue la guinda al tremendo pastel que supuso la estancia en esa magnífica isla, llena de rincones increíbles que merecen muchísimo la pena visitar. Una semana no es tiempo suficiente para disfrutarlos todos.

La Palma es una isla fantástica que nos recuerda y demuestra que no es necesario recorrer miles de kilómetros para descubrir rincones cargados de naturaleza y de paisajes de fotografía. La Palma es un sitio que todos deberíamos saber disfrutar más y apreciar mejor. Volveré. Seguro. Y, si puedo, vuelvo al astrofísico. De hecho parece que ahora hay más posibilidades de visitarlo durante el verano. El año que viene.

4 comentarios:

Luis dijo...

De acuerdo en todo, es una isla preciosa, yo también tengo pendiente las caminatas de la ruta de los volcanes y de Marcos y Cordero, creo que me voy a poner de propósito para este año nuevo (calendario escolar) hacerme al menos la de Marcos y Cordero.

Se admiten sugerencias y acompañantes.

Uno+Cero dijo...

Si me estás pidiendo una cita, acepto encantado XD

Dada la fecha en que estamos, ya esperaría a la primavera (¿marzo?¿abril?¿mayo?) para hacer la de Marcos y Cordero. Para la de los Volcanes haría falta un coche de apoyo (vamos, uno que nos deje en el comienzo del camino y que nos recoja en Fuencaliente).

Luis dijo...

Hombre no era exactamente eso, mas bien un lance por si alguien picaba ;-).

Pero si, yo tengo muchas ganas, nuestro único impedimento son las vacaciones de mi medio limón, al ser profe se limitan a las oficiales, salvo que haya algún puente chachi piruli.

Para la ruta de los volcanes casi lo más fácil es contratarlo, porque tener dos coches y luego ver que distancia hay entre los puntos de entrada y salida puede ser complicado, o palizón. Yo tenía información de gente que organiza esas cosas, sino papá google nos proveerá.

Uno+Cero dijo...

Pues nada, hombre, será cuestión de ir concretando.