Pero a las dudas de cómo sería la siguiente lectura, se sumaba la de qué libro elegir. La última no tardó mucho en resolverse gracias a mi padre. Me traspasó su ejemplar de 'No es país para viejos' tras leérselo y así yo no tuve que andar meditando mucho al respecto. Tan solo encolarlo en la lista de espera y leerlo tan pronto tuviese ganas de ponerme con él, lo que sucedió más bien pronto.
He de decir que tengo hace bastante tiempo la película en Blu-Ray. También cosa de mi padre, que se la compró y me la dejó y aquí sigue esperando (en el momento de escribir esto aún no la he visto). Para ser sincero, leí la sinopsis y no me atrajo demasiado. Así que confieso que de no haber leído el libro anterior, 'No es país para viejos' hubiese corrido similar suerte que su versión cinematográfica: acumular polvo indefinidamente. Pero hete aquí que tenía muchas ganas de volver a disfrutar del estilo tan particular con el que escribe Cormac McCarthy.
Es una novela relativamente corta y que se lee de un tirón. En realidad son como dos novelas o historias. Al principio de cada capítulo se presenta, a modo de monólogo, la percepción del viejo Sheriff, protagonista absoluto de esta parte, sobre el devenir del mundo en general y de su propia historia personal. El Sheriff será también elemento importante, aunque con carácter de personaje secundario, dentro de la narración de la historia principal del libro. La introducción del viejo Sheiff hace de marco emocional perfecto porque consigue que simpatices con su asombro ante la forma en que las cosas van empeorando irracionalmente en este mundo y su sentimiento de desamparo ante una crueldad y un mal que ya resultan incomprensibles en su origen y naturaleza. Te sientes desamparado con él y ya estás listo para la segunda parte de cada capítulo. Que es simple y llanamente cruda y descarnada. A lo que ayuda la prosa parca, austera y directa del autor. Cortante y afilada. La suma de las dos partes hace que acabes cada capítulo ligeramente acongojado.
Y realmente funciona. Engancha.
Cruzó Ryan Street con la sangre que se le encharcaba en las botas. Se puso la bolsa delante y abrió la cremallera y metió la escopeta dentro y la volvió a cerrar. Se quedó en pie tambaleándose. Luego se dirigió al puente. Tenía frío y tiritaba y pensó que iba a vomitar.
Disfruté mucho con la lectura de 'No es país para viejos'. Aunque reconozco que 'La carretera' me gustó más. Bastante más. Este es un libro bastante duro, aunque en otros aspectos y, quizá por ello, más realista. 'La carretera' es intensamente devastador porque nos habla de un futuro plausible, distópico, aunque nos deja la posibilidad de creer que nunca llegaremos tan lejos. 'No es país para viejos' no te deja oportunidad. Es un retrato visceral de un universo al que no queremos mirar, pero que nuestro cerebro de lagarto reconoce como existente y siempre cercano. Hay un Anton Chugurh acechando tras cada esquina. Está aquí. Convivimos con él. Es inquietante por ser tan próximo a la realidad.
Libro recomendable.
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