El año pasado, más o menos por estas fechas, un matrimonio amigo y su tropa de enanos incordio, vinieron a pasar una semana de vacaciones a la isla. Organizándolo todo ellos mismos desde Madrid, dieron con un complejo de bungalows del grupo Dunas, Dunas Maspalomas, que les ofrecía el espacio suficiente para recoger, bajo un mismo techo y a precio razonable, a la familia numerosa. Como no tenemos muchas oportunidades de pasar tiempo con ellos durante el año, mi mujer y yo decidimos coger otro de los bungalows. En nuestro caso con menos habitaciones, por aquello de no tener aún descendencia y evitar que se llenase con familiares.
Mi mujer y yo nos consideramos personas de gustos sencillos, que aprecian las cosas simples. El complejo Dunas Maspalomas no es, desde luego, un lugar para personas especialmente exigentes. Se aprecia a simple vista que en algunos bungalows haría falta un mantenimiento más exhaustivo o, simplemente, que lo tirasen abajo y lo reconstruyesen. Pero en general, el estado de conservación es más que aceptable y rara vez tienes que preocuparte porque algo no funcione adecuadamente. Y por aquello de que una cosa quita la otra, se agradece tener cafetera, microondas y tostadora. Así que, desde aquella primera vez, y aunque como hábito más o menos reciente, todos los meses intentamos darnos una escapada de fin de semana para pasarlo tranquilos. Tranquilos siempre y cuando la familia nos lo permita.
Siempre intentamos que nos asignen un bungalow alejado de alguna de las muchas piscinas que hay en el complejo. Es un placer difícilmente descriptible el sentarse en la pequeña terraza a leer mientras te calienta el sol de primera hora de la mañana, con una taza de café o un vaso de refresco, ajeno al griterío que se produce en las piscinas y que rara vez te llega como un lejano eco, inmerso en libro mientras una suave brisa agita las hojas de las plantas que hay por todas partes y levantas la vista un momento para ver a un gato joven juguetear en el césped del vecino. Rara vez encuentro una experiencia al mismo tiempo tan gratificante, tan relajante y tan intensa como el leer en ese sitio alejado de las hordas de homínidos que se tiran en bomba en la piscina.
Sin embargo, nuestra breve escapada se está convirtiendo en toda una huida. Nunca ha sido más cierto aquello de que los familiares son una lacra. Haciendo gala del más vulgar de los comportamientos que tan mala fama nos ha ganado a los lugareños de cara a los complejos turísticos de la zona, los rusos nos denominan, hay que hacer verdaderas y agotadoras filigranas para que no se nos cuelen ni cuelguen los familiares gorrones. Antes de sufrir esta forma de hemorroides consanguínea, les decía de forma cariñosa que eran una panda de gitanos. Pero como no hay Hemoal que alivie esta sintomática persecución, y la cirugía en este caso estaría penada con la cárcel, ha pasado a convertirse en una expresión harto despectiva cuando sale de mis labios. Más aún en presencia de los referidos. Me tienen tan hinchados los bajos que he pasado a ser un verdadero cafre por decirles abiertamente que no los quiero ver ni en pintura. Cada vez que pienso en los familiares resuenan en mi memoria aquellas célebres advertencias de la película Gremlins: no les des de comer y no los mojes. ¡Los cabrones -la familia- parece que se multiplican en presencia de una piscina! Y si bien en la película era no darles de comer después de media noche, a estos hay que evitar darles de comer a cualquier hora.
Pero más allá de tener que soportar odios y rabias por la frustración que les provoca mi talante intransigente con su presencia, lo cierto es que mi mujer y yo hemos encontrado nuestro pequeño rincón donde eliminar de nuestras dermis el estrés de una semana de trabajo y frustraciones laborales. El sitio perfecto para recargar pilas. Así que, hasta que descubramos otro lugar de características mejores, con un precio similar, mantendremos nuestras escapadas a este sitio que se nos antoja como un pequeño edén. Pese a que no estaría de más un mejor mantenimiento de los bungalows y una alambrada de espinos, con torres de vigilancia provistas de ametralladoras, para mantener alejados a los familiares.
3 comentarios:
Coño, eres casi tan arisco como yo ;-). Lo de los rusos si que es una plaga. Además hay gente con una cara del carajo. En el complejo donde mi padre tiene el bungalow, al que casi nunca voy pa no ser RUSO, hemos pillado a gente que ha estado, ha sacado copia de las llaves de la cancela y luego se cuela. Habrá que buscar un nombre para este tipo de RUSO CABRÖN.
Pero doy fe, que donde tu vas parecen tranquilitos.
El año y medio que vivimos en el bungalow de Puerto Rico mantuvimos a toda esa gentuza a raya e incluso ahora, la regla de mis padres es que NO se presta ni se alquila a nadie entre los conocidos porque se pierden las amistades. Alguno se ha llevado un calentón con la norma pero como que nos la refresca. En algunos de los Bungalows del complejo de mis padres, con dos dormitorios, hemos visto hasta veinte personas quedándose un fin de semana. Más que rusos parecen chinos.
Luis, lo confieso, soy muy arisco. Pero tiene mucho que ver con la utilidad que esperas sacar a lo que pagas. Pagar un bungalow para no poder sentarte en la terraza a leer porque todos tus familiares-rusos están ocupando hasta el último rincón disponible es algo que me cabrea mucho.
Lamentablemente, lo que cuentas de la gente es más común de lo que pensaríamos y es lo que nos da tan mala fama a los lugareños.
Sulaco, lo mismo que comentaba a Luis. Por desgracia este tipo de talante deshonesto está demasiado arraigado en los lugareños, lo que provoca que nos miren como escoria allí donde vamos. Damos muy mala imagen.
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