miércoles, 30 de junio de 2010

Paseo con Luis, Sulaco y un holandés (supuestamente no errante)

No escribo casi nada últimamente. Esto va por ciclos. Todo (o casi todo) el que tiene una bitácora lo sabe. No voy a repetir yo la búsqueda de profundidad en las acciones, o mejor dicho no acciones, relacionadas con el abandono de la misma. Aunque supongo que un factor importante, al menos en mi caso resulta serlo, es que depende mucho, también, de la cantidad de trabajo que tenga. Ahora mismo tengo mucho. En realidad más que cantidad, tengo muchas cosas interesantes en las que estoy involucrado, me quieren involucrar o, simplemente, acabaré involucrado. Desgraciadamente también las hay donde no me permiten involucrarme, lamentos pospuestos para una entrada futura, tal vez. La mayoría de las cosas plausibles dentro de mi horizonte de sucesos, por no decir todas y concederme así el beneficio de la duda, acabarán abandonadas. Por mí o por otros. No siempre es uno el que tira la toalla. A veces también te dan la patada. Pero sea propio o ajeno el arranque del proceso de divorcio, esa es casi siempre la historia. En cualquier caso, y a modo de resumen, tengo olvidado este rincón porque hay cosas más interesantes a las que dedicar mi atención. Mea culpa. No lo voy a negar. Que soy un volátil, quiero decir, o «no negar».

Cenobio de Valerón
Aunque el blog no es lo único que tengo en régimen de abandono. La fotografía, además de cara —en realidad no lo es tanto, o a mí no me lo parece—, últimamente se me antoja ajena. Las pocas veces que estoy cogiendo con mis manos el equipo fotográfico caen dentro de las categorías para hacer algún encarguillo/favor para alguien, algún evento familiar menor y, básicamente, para moverlo de un sitio a otro porque lo tengo encima de algo que quiero coger en un momento determinado y me veo obligado a sacar la bolsa de la cámara antes de alcanzar lo que ande buscando. Triste. Pero no por triste deja de ser menos cierto, como decía aquel. Ni más, tampoco.

Con esta desgana profunda para ponerme a hacer fotos, el aviso sobre la proximidad de otra visita a la isla por parte del amigo sulaco [su web] y su declarada intención de sacarme a otro paseo fotográfico por la isla los viví con sentimientos enfrentados. Nulas ganas de coger la cámara, casi un sacrificio, pero muchas de verlo. Si has tenido la posibilidad de leer lo que escribe en su blog ya sabrás —o podrás intuir— que aburrirte no te vas a aburrir con él. Y una vez más no defraudó. Al final, la salida fotográfica del pasado domingo se convirtió en un paseo en coche por la isla, por zonas que no habíamos visitado hacía tiempo, y con pocas fotos porque, al menos para mí, es más de lo mismo. La isla no da para mucho si sales con frecuencia. O sufres de apatía fotográfica extrema, cual mi caso.

Barca abandonada en Sardina del Norte

Decía que con sulaco es difícil no divertirte o, lo que es lo mismo, resulta imposible aburrirte. Así que las casi nueve horas que compartimos en coche, caminatas cortas aquí y allá, almuerzo y otros pormenores de la experiencia conjunta, y pese a mis raquíticas ganas de andar sacando la cámara del bolso, se pasaron volando. A lo que ayudó también tener a Luis al volante y como compadre de andaduras, siempre dispuesto a poner su vehículo en nuestro provecho y, lo que es a veces asombroso, meterlo por carreteras en las que uno difícilmente se plantearía meter a su peor enemigo no fuera acusado de crueldad extrema y juzgado como peor criminal de guerra. Impresiona lo que es capaz de aguantar su coche.

Si dos se divierten, tres ya se convierte en una fiesta. Pero hubo, además, un cuarto invitado a esta fiesta particular de aficionados a la instantánea digital. Sulaco se presentó con «el niño», personaje que uno diría de ficción leyendo sus anécdotas, pero que es de carne y hueso y nos saca dos palmos de estatura a casi todos. Mira que es alto el chico, sí señor. O qué bajos somos el resto, tomando otro punto de referencia.

Ya me lo advirtió sulaco antes de vernos: practica el inglés porque el niño no habla otra cosa además del holandés. Pero mi terror escénico a hablarlo me anula. Entenderlo más o menos entendía las cosas. Es hablarlo lo que no consigo hacer. Y a estas alturas de mi vida me parece que no va a cambiar mucho. Seguiré intentándolo, eso sí, pero no creo que mi reseco seso de ya para mucho más. Cada uno tiene sus limitaciones, eso está claro. Una de las mías está en los idiomas bárbaros como el inglés.

La andadura nos llevó esta vez por la zona norte y centro de la isla. Comenzamos con una visita temprana al Cenobio de Valerón [web oficial]. Cuesta asimilar que para que te permitan subir unas escaleras y quedarte a pié de unas cuevas que únicamente puedes ver de lejos te casquen una multa de dos euros y medio. La anécdota la puso una chica que apareció en una furgoneta, con colchón en la parte de atrás, y que dijo que ella era la que abría. Nos pilló retrocediendo y maldiciendo porque supuestamente debía llevar media hora abierto. Era domingo, así que es perdonable. Y la chica era simpática. Lo imperdonable es que nos costara dos euros y medio por barba para apenas ver gran cosa.

El Cristo de Artenara

Luego un paseo rápido por Guía, Galdar y saltamos a Agaete para darnos un pequeño homenaje en Las Nasas. El niño parecía no estar acostumbrado a los sabores del pescaíto fríto de aquí y tuvimos que contenernos un poco en cuanto a la variedad de viandas y manjares a degustar. Increíble, hay gente a la que no le gustan los calamares. También es cierto que en la tierra de donde viene no se almuerza, al menos no como aquí, sino que se hace una cena temprana. Así que su organismo no estará acostumbrado, además de a los gustos locales, a los horarios indigestos en los que vivimos. Mala suerte. Para él. Yo me puse las botas. Como bien dice sulaco, yo tengo alma de obeso. Y cuerpo también.

Empanchados partimos para el pinar de Tamadaba, con parada breve en Artenara. Creo no mentir si digo que hace más de dos décadas que no subo hasta ese sitio. Me sorprendió el parecido tan increíble que mantenía con mis recuerdos de catorce y quince años, cuando acampaba allí. Eso sí, la monotonía del trayecto, las curvas y los baches hicieron que el trayecto cayese ligeramente pesado para unos vientres hinchados y hartos por la comilona previa. Si bien recordaba casi perfectamente el aspecto de la zona de acampada tras veinte años, había olvidado completamente el suplicio que suponen las carreteras de esa zona. Aunque no sé si sería bueno que las arreglasen. Al ponerlo difícil, supongo que la zona se ve libre de mucho dominguero sin escrúpulos. Tal vez, de haber sido más fácil llegar mis recuerdos no se parecerían en nada a lo que aún permanece allí. Casi prefiero que las dejen como están, aunque eso signifique que tardaré otros veinte años en volver. Si el cuerpo me aguanta en tiempo y forma.

Lástima que cuando llegamos arriba, con la intención de asomarnos al vacío del Valle de Agaete, nos encontrásemos con un cielo completamente cubierto por la niebla. Es lo fantástico —y que jode un huevo también— de esta isla: de un sol que rompe las piedras en Agaete te adentras en la niebla más absoluta diez kilómetros más al centro. Y esto es lo que hay. Como escuché en repetidas ocasiones durante mi estancia en Madrid: «son lentejas, si te gustan bien y si no las dejas». Aunque en mi caso la alternativa de dejarlo está cada vez más distante en un pasado alternativo y ya inexistente.

En fin, lamentos aparte, el saldo final resultó una vez más en un buen día. Quitando que el salir a sacar fotos quedó como anecdótico, tanto para Luis como para mí —y no digo nada del niño, que parecía andar en un universo alternativo—, el día se pasó de forma estupenda. Como siempre, espero que repitamos en la próxima visita de sulaco. Tal vez se vaya imponiendo aprovechar y cambiar de isla, alternativa que se comentó de pasada en el camino. Y también tal vez vuelva a coger la cámara con ganas para entonces. ¿Era en septiembre? No queda mucho para eso, la verdad. Aunque de momento, tengo que ir forzándome a retomar el gusto porque en una semana empieza el campeonato de windsurf de Pozo Izquierdo y, francamente, no me gustaría perdérmelo por la tontería que me ha entrado ahora con esta desgana absurda. ¿Será que he pillado un virus?

4 comentarios:

Luis dijo...

La verdad es que se pasó bien.

En cuanto a lo de otra isla, hay que mirarlo bien. La última vez que me fui a Tenerife por un día, me resultó más barato ir en avión y alquilar un coche allí que pagar el Fred Olsen. La opción de Armas es la más barata, pero para un solo día meterse 6 horas de barco, es como un poco mucho.

sulaco dijo...

La Palma también es una posibilidad. Acabo de mirar Binter y tienen idas desde LPA a las 7.20 de la mañana y regresos a las 22.10 de la noche, con lo que un día entero se puede aprovechar muy bien alquilando un coche.

Ya conozco mis fechas de diciembre y no son las mejores del universo. del 23 por la noche al 2 de enero así que vayan mirando los días que hay en ese estrecho cerco en el que también tenemos nochebuena, navidad, fin de año y año nuevo!

Mi próxima visita a Tamadaba a partir del 2020 y espero que para entonces ya tengan instaladas las cápsulas de teletransporte.

Me gusta mucho la foto de la barca.

iPad rulez!

Luis dijo...

Sulaco, ¿te pareció mucho tute de coche?

por cierto, ¿el niño cómo se lo pasó ese día? me da que se aburrió un poco

sulaco dijo...

El Niño se quejó de que fue un palizón en coche, más bien por la subida y bajada a Tamadaba (que hay que reconocer que está en el carajo).