martes, 4 de octubre de 2011

Mala noche, mala leche, mala sangre, segunda parte

Por cuitas culinarias —tan sólo a mí se me ocurre tener el antojo de verdura al vapor cuando mi mujer me dejó el congelador repleto de exquisita comida, suficiente como para alimentarme varias semanas—, anoche no logré acostarme hasta hora y media más tarde de la hora límite que me había fijado para meterme en el sobre; que ya de por sí es tarde. Caí inconsciente en segundos pensando que, al menos cuatro horas y media de sueño serían suficientes para afrontar los retos del día siguiente. A las tres de la madrugada me despertó un dolor intenso en la mano. Daba la sensación que me habían arrancado un trozo de carne de un mordisco. No me lo podía creer, otra vez me había picado un puto mosquito. Me levanté hecho un basilisco, arremetí contra él —dado el tamaño medio de los ejemplares que habitan en Parla no es difícil localizarlos incluso con miopía y sin gafas— y le solté un tremendo guantazo, importándome un rábano el ruido y los vecinos. No me esperaba el espectáculo de vísceras y sangre. Está claro que andaba aún bien hinchadito de —con mi— sangre que, a diferencia del otro, en lugar de necesitar varios golpes para acabar con él, a la primera caricia explotó. Madre mía, vaya sangría. Y qué rojo tan intenso.

Varios efectos se derivan del acontecimiento nocturno:

  • Que los vecinos acabarán presentando un escrito para echarme del edificio por los ruidos nocturnos
  • Que he puesto en serio riesgo la integridad estructural del edificio por la tremenda piña que le solté a la columna (amortiguada levemente por el cuerpo del mosquito)
  • Que otra vez he dormido una mierda (por la excitación de la pelea me desvelé durante una hora aproximadamente), que me he levantado hecho una piltrafa —más de lo normal—, y que voy a requerir dosis masivas de café para soportar las horas que se presentan por delante
  • Que he perdido un litro de sangre y sufriré anemia perniciosa durante las próximas semanas
  • Y que voy a tener que pintarle las paredes a la dueña del piso antes de dejarlo para ocultar mi crimen

¿A que va a resultar que la noche de los lunes es «la noche temática de los mosquitos» en Parla y yo no me he enterado?

No tengo muy claro si la hinchazón de la mano se debe a la picadura o al puñetazo. Yo apuesto más por lo primero, que lo segundo no fue para tanto.

4 comentarios:

Luis dijo...

Pues ya sabes, a comprar un antimosquitos de esos por ultrasonidos.

Uno+Cero dijo...

Tengo uno químico. Pero precisamente lo había desenchufado hacía dos días porque prefiero no abusar de él (a saber qué tipo de mutaciones puede provocar la exposición prolongada a los vapores que expele el cacharrito). Está claro que hasta que no llegue el invierno crudo y cruel no podré quitarlo.

Luis dijo...

A mi los químicos tampoco me gustan, básicamente por los mismos motivos. Por eso te decía lo del de ultrasonidos. Aunque para ser sinceros no estoy seguro al 100% de que funcione. Una amiga me dice que si, (puso uno en su despacho y se le acabaron los mosquitos) y la OCU dice que no son efectivos, de ahí mis dudas.

sulaco dijo...

Yo uso uno eléctrico que lo que quema es un líquido con citronella y me va del copón, aunque por suerte aquí arriba lo enciendes una semana al año y si hay suerte dos.