lunes, 31 de diciembre de 2012

'Españistán'

Para acabar el año toca revisión literaria. Bueno, en este caso de una novela gráfica, si así se la puede llamar. Por longitud sería más bien cuento gráfico. Aunque para la mayoría será un comic, tebeo o historieta. Sirva igualmente el mismo, su contenido crítico, para reflexión —al menos para intentarlo— de lo que somos y por qué lo somos, y de cómo nuestro pasado se ha escrito y rescrito a base de promesas rotas y mentiras desproporcionadas. Del estilo y categoría de las que lleva un año protagonizando nuestro actual gobierno. Sirva, por tanto, esta propuesta de hoy para repasar lo que somos y por qué lo somos.

Conocí (o más bien, descubrí) la obra 'Españistán' porque alguien —hace ya tanto tiempo que no recuerdo ni quién— publicó en alguna red social —hace ya tanto tiempo que no recuerdo ni dónde— o envió un correo electrónico a alguno de los foros en los que participo pasivamente —hace ya tanto tiempo que no recuerdo ni cómo— conteniendo la URL de un video que, en su momento, como imagino que a millones de otros conciudadanos, me pareció una explicación y crítica magníficas al modelo de crecimiento español de la última década. Hablo del vídeo 'Españistán, de la burbuja inmobiliaria a la crísis' [@ YouTube], de Aleix Saló [1]. El vídeo, que servía de preámbulo e introducción para la historia que se nos cuenta en el comic, me pareció de una claridad pasmosa, de un ingenio aplastante y de una simpleza apabullante. Casi una epifanía de verdades como puños.

Lo que sí recuerdo exactamente es la época o el cuándo —de exactitud aproximada, claro— vi por primera vez el vídeo. Fue al poco de empezar a trabajar en Madrid, cuando dormía en un micropiso de la calle Mayor y tenía todo a un tiro de piedra porque estaba en el maldito centro de la capital. También sé que coincidió con una visita de mi madre a la ciudad para ella consultar fondos de la Biblioteca Nacional en busca de textos antiguos que la ayudaran en la elaboración de su tesis. Por el día cada uno trabajaba en lo suyo, por la tarde noche nos reuníamos para tomarnos algo y charlar un rato aprovechando las tardes infinitas del verano. Nada más ver el vídeo salí disparado a comprar el comic. Pregunté en un par de sitios y en ninguno la tenían. Incluso en una librería me dijeron que no sabían que obra tal existía. Desistí y, pronto, teniendo miles de millones de cosas en la cabeza, lo olvidé. Como me pasa con muchos otros cientos de cosas al día.


Recientemente, en una de esas veces que abro el iBooks en el iPad para leer, pero teniendo el cerebro tan chamuscado que en realidad no tengo ni idea de lo que realmente quiero y acabo navegando por la biblioteca de la iTunes Store de Apple a la caza de algún libro que me resultara interesante, descubrí que estaba esta pequeña obra disponible por apenas unos dos euros y poco. Me faltó tiempo para darle al botón comprar y, excitado por la novedad, me puse a leerla inmediatamente.

Se lee y visualiza en un plis plás. Con una sencillez agradable en los trazos de los dibujos, de esa sencillez que invita a disfrutar de la austeridad en pos de la historia, a la que no quiere restar protagonismo, y por ello ayuda. Sin embargo la historia en sí decepciona. A mí me ha decepcionado. Son todo arquetipos y prejuicios. Cierto que es una simplificación de la realidad. Pero a mí se me antojó vulgar y simplona. No me convenció, lamentablemente. Y mira que el vídeo de promoción/introducción me pareció brutalmente magnífico. De hecho lo he vuelto a ver buscando el enlace para escribir esta entrada y me sigue pareciendo magistral. Pero la novela gráfica es aburrida. Una pena, porque el ingenio del autor es punzante y afilado. Principalmente en el vídeo.

Tampoco creo que sirva como retrato fiel de lo que somos como país, aunque sí que nos debería forzar a reflexionar sobre ello, sobre qué queremos ser. Como decía al principio de esta entrada, es precisamente para lo que debería servir. No es fiel, pero es uno de los muchos retratos que ofrecemos como sociedad. Hay en la historia pinceladas de aquello que buscábamos hace poco y en qué quisimos convertirnos, y cómo morimos de éxito. El reto es reconocer nuestros fallos, sin recurrir a la externalización de las culpas, algo que es demasiado habitual en aquellos que nos dirigen y deberían predicar con el ejemplo, y sacar las fuerzas para cambiarlo. Cada vez hay más gente que sale a la calle queriendo hacerlo. Pero sigue siendo insuficiente. Sin embargo, si hay moraleja en la historia, yo me la perdí por el camino. Bastante plana. Y si uno, yo, recomiendo la reflexión, no es porque la historia me haya sensibilizado especialmente y descubierto una realidad que desconociera hasta este momento; sino porque veo en ella el riesgo de eliminar poco a poco los matices y quedarnos con la imagen burda y tosca que aquí se refleja. Miedo a que de tanto repetirlo finalmente acabemos siendo eso mismo y perdamos el resto de rasgos de nuestra identidad. O miedo a no querer reconocer conscientemente que en realidad siempre hemos sido así. Sea como fuere, sería bueno acabar el año reflexionando sobre qué fuimos, qué somos y qué queremos ser.

Termina hoy, por tanto, el año 2012, que por bisiesto nos ha obligado a sufrir un poco más —aún infinitesimalmente, no deja de ser sufrimiento adicional— como españistaníes. Pero oiga usted, no merece la pena fustigarnos de esta forma constantemente. Y menos en un día como hoy. Aunque resulta muy necesaria la reflexión, en especial para empezar el año que viene con las ideas claras, también deberíamos hacer todo lo posible para acabar el año actual con una sonrisa. Y, a poder ser, emocionados. Mejor aún si es con los nuestros y las personas que queremos. Para eso el vídeo de la última campaña de Campofrío [@ YouTube] puede ayudar mucho. A veces necesitamos que nos recuerden lo buenos que fuimos, lo buenos que somos y, principalmente, lo bueno que podríamos llegar a ser… [2]


[1] Si aún no lo has visto merece muchísimo la pena hacerlo. Altamente recomedable.
[2] Aunque, la verdad, estoy por pensar más en la línea negativa del artículo 'La España de Campofrío nos hundirá en la miseria', publicado en Zona Crítica de El Diario el 20/12/2012. Los éxitos pasados no se venden eternamente y de eso no se come.

lunes, 24 de diciembre de 2012

Feliz Navidad


Tal día como hoy, justo hace un año, comentaba que tocaba pasarlo en Madrid y que mi mujer decidió acompañarme allí. Fue una buena Noche Buena. En compañía de ella, con una buena cena y disfrutando luego de un rato de televisión antes de acostarnos a dormir. Sin embargo, tal como decía en aquel momento, estábamos los dos solos. Siempre se echa de menos a la familia en estas fechas. Racionalmente sé que estas fechas no implican —o no deberían implicar— nada especial, pero si racionalizamos absolutamente todo sospecho que seríamos seres productiva y perfectamente infelices. Y los jugadores de fútbol se morirían de hambre.

Me voy a permitir un apunte o aclaración: Entiendo por familia a todos aquellos que han estado siempre (o desde que toque) ahí, que siempre te echan una mano en los momentos difíciles y te dan ánimos, que te soportan las calenturas, los desmanes y todos esos momentos en los que deberían espetarte un «mira niño, que te aguante la madre que te parió»; especialmente los que soportan que tengas tus opiniones y, encima, se las des gratuitamente a modo de consejo cuyo valor equivale al que cuesta darlo; y que, en definitiva te sufren como ser humano venido a menos, perdonándote todo lo perdonable y lo imperdonable también. Y que te defienden incluso cuando eres indefendible. En resumen, los que han hecho de tu vida un tránsito más agradable. Así es la familia y con esos quiero pasar estos días. El resto, aunque compartas parentesco hasta tercer y cuatro grado no dejan de ser conocidos.

Entonces, hace un año, no tuve oportunidad de venir a Las Palmas hasta Noche Vieja. Sin embargo este año me organicé mejor y reservé desde enero las dos semanas de Navidad. Finalmente he conseguido, combinando vacaciones y teletrabajo, permanecer aquí hasta después del día de Reyes, uno de los mejores y más genuinos en mi familia. Día en el que nos reunimos todos para partir el roscón de reyes y ver a quién toca coronar ese año. Desde que tengo recuerdos de tal evento juraría que no me ha tocado nunca. Estadísticamente ya empieza a ser un poco coñazo eso, porque siendo más o menos la misma cantidad de participantes año tras año, no me toca tal fortuna. Lo que sí me ha tocado alguna vez es el haba. Para pagar sí, pero para gobernar se ve que no. Es casi una metáfora del día a día que hemos vivido este año (y los anteriores): A pagar impuestos y más impuestos, pero eso de decidir mi futuro en este país va a ser cosa de otros.

En el apartado laboral las cosas mejoraron mucho. El 2011 eran todo incertidumbres de continuidad, aunque acabó el año con mejores perspectivas. Este año, pese a que las incertidumbres ambientales —léanse políticas y económicas de este país— no han cambiado demasiado, y que yo anduve saltando de proyecto en proyecto sin un punto en el que enraizar, tal como esos matorrales del oeste americano que van saltando por el desierto, me lo tomé con mucha más tranquilidad y he continuado haciendo las cosas lo mejor que sabía sin preocuparme si habría otro proyecto en el que engancharme. Las perspectivas para 2013 siguen siendo las de continuidad. Al menos en su primera mitad. Espero que en las mismas condiciones actuales, con mucho teletrabajo. Pero eso ya se escribirá cuando se tenga que escribir. Lo importante es que haya trabajo y oportunidad de seguir mejorando y demostrando que uno es capaz de eso y aún más.

Ya para terminar, y como estamos en fechas tan propicias para ello, les deseo de todo corazón:

¡Feliz Navidad!

viernes, 21 de diciembre de 2012

Compras del fin del mundo, caprichos eternos

Mi jornada laboral empieza siempre sentándome en mi puesto de trabajo —hoy teletrabajo, en pijama además— y repasando los eventos más importantes del día. O sea, leyendo el correo. Habitualmente lo hago en tránsito al trabajo, pero es que hoy el tránsito me ha llevado menos de un minuto. Y leyendo por encima las últimas diez o quince noticias que me da ofrece el agregador de noticias. La primera era una de JavaHispano: «JetBrains ofrece un descuento del fin del mundo…»


Hace unos meses me vi medio involucrado en un proyecto, ya iniciado, con node.js [página oficial], que para quien no lo sepa es algo así como aplicar el antipatrón golden hammer («A un martillo todo son clavos»), pero esta vez usando JavaScript como lenguaje de programación en el servidor. Así hay un único lenguaje, el que se ejecuta en el cliente (navegador) y el que se ejecuta en el servidor. Mi acercamiento (sufrido) fue bastante penoso. Andar con código ajeno resulta siempre un juego complicado, y más si no puedes depurar. Y, entre tú y yo, node.js apesta. Pero parece ser la moda, así que uno tiene que hacer todo lo posible por estar a la moda. Después de mucho buscar en Internet sobre cómo depurar el código node.js —juro que era incapaz de descubrir dónde estaba fallando aquello— llegué a un producto que supuso una maravillosa ayuda. Era el IDE para programación Web que vende JetBrains [página oficial]. Y, para el tiempo que tenía que estar involucrado, me valía con la versión de 30 días. Aunque al final, pasando con más pena que gloria, no aporté gran cosa al proyecto.

Pero esta gente tiene el que algunos compañeros javeros consideran el mejor IDE del universo conocido, y parte del desconocido: IntelliJ IDEA. Y como parece que por más que intento que no se fijen en mí, los jefes malignos abducidos por el universo (tenebroso del) Java —y en algún momento también las desviaciones del Groovy— siguen tirando de mí, he decidido invertir los 56 napos a los que han puesto la edición personal para celebrar que todos nuestros sufrimientos marianos tocan a su fin y, VISA en mano, la he encargado. De los 200 € que cuesta habitualmente, parece un buen descuento.

Por cierto, estos tipos son también los padres de ReSharper (una verdadera joya que todo netero debería poseer; aunque los últimos VisualStudio integran muchas utilidades de refactorización parecidas) y otras herramientas C#. Así que ya puestos, a la saca. Madre mía cuando mi mujer lea esto. La que me espera.

Ahora queda que llegue el correo con el número de licencia o el DVD con el software, porque no me ha quedado muy claro cómo me harán participar de este mundo de las licencias legales. Pero el daño ya está hecho. No sé si finalmente será el final de todo, pero lo que es a mí, poco a poco me voy autoempujando al abismo de la morosidad impenitente… Tranquilos, que tengo un plan para hacerme rico. ¿Cuánto era el sorteo de Navidad? Seguro que algo me toca, seguro. Tan solo falta salir a comprar un décimo.

jueves, 20 de diciembre de 2012

¡El fin del Mundo!… Pero que sea en familia

En el momento de publicarse esto debería haber aterrizado o estar a punto de hacerlo. En teoría mi avión despegaba de Madrid a las 21:45. Ryanair nunca despega en hora. De media unos 20 o 25 minutos más tarde. Pero siempre dicen que el vuelo durará tres horas para aterrizar a tiempo y ponerte la fanfarria del séptimo de caballería y comerte la oreja demostrándonos una vez más que no tienen abuela.

Lo dicho, sobre esta hora deberé estar ya en tierra. Tal vez llegando, tal vez aún en tránsito hasta la terminal, tal vez saliendo del aeropuerto o, tal vez, de camino en coche a mi casa. O aún volando porque salimos más tarde de lo que pensaba. Siguiendo la fórmula del indeterminismo adaptada del gato, estaré en un estado volando-llegando-tránsito-saliendo-coche. O no estaré. Porque no tengo muy claro cuándo tocaba el fin del Mundo. Era el 21 de diciembre, vale, ¿pero a qué hora? ¿A las cero horas según Meridiano de Greenwich? ¿O, como son del otro lado del Atlántico es el 21 de diciembre según los de allá? ¿O más bien un final de esos agónicos que se prolongará veinticuatro horas para que todo el mundo tenga el suyo según huso horario pertinente? Ya sería mala suerte, en cualquier caso, que me pillase en el aire y no tuviésemos Tierra en la que aterrizar. Con lo rácanos que son los comandantes de vuelo de Ryanair con esto del combustible, tendríamos para veinte minutos más de vuelo antes de caer allí donde tenía que estar la isla. Esos veinte minutos sí serían una agonía. Si tiene que ser, que sea rápido al menos.

En fin, que mi esperanza es llegar y, si toca El Final en mayúsculas, que sea con mi mujer y mi familia. Y si no lo es, que Iker ha confirmado que los mayas andaban errados en sus cálculos, pues aún queda otro evento especial: La Lotearía de Navidad. La última en la que no clavarán a impuestos al afortunado ganador. Este es otro evento que me apetece vivir en familia. Toque o no toque. Y, en resumen, lo que me apetece es pasar varias semanas en casa, y eso es lo que haré porque voy a tener dos de vacaciones, sin estar pendiente de que tengo que volar a Madrid para un par de días, y luego volver a Las Palmas otro par de días, y luego volver a… Empiezo a tener complejo de bola de pinball. Aunque con arcos de mil ochocientos kilómetros de longitud.

Y ya que hablo de distancias, este año estimo que he ido a y vuelto de Madrid en torno a las treinta veces. O sea, treinta veces ida, treinta veces vuelta. Un promedio de dos coma cinco viajes al mes. La distancia entre Madrid y Las Palmas es de unos mil setecientos y pico largos kilómetros. Si sumamos lo que hago en tren hasta el aeropuerto o desde el aeropuerto al piso de Madrid, y lo que hago en coche en Gran Canaria desde el aeropuerto a mi casa y viceversa, lo podemos redondear en mil ochocientos. Mil ochocientos kilómetros, por sesenta vuelos hacen un total de… tachán, tachán…  ¡108.000 kilómetros! ¡El equivalente a dos vueltas y pico a la Tierra por el Ecuador! A punto de hacer las tres. Mira que hay lugares en el Planeta, ¿entonces por qué me han parecido tan iguales todos esos kilómetros sobre el Océano Atlántico?

Medido en horas, y suponiendo un promedio de dos horas y media por trayecto, he empleado ciento cincuenta horas sobrevolando el mismo trozo de Océano Atlántico. Ciento cincuenta horas equivalen a seis días y cuarto. Un poco más y de las cincuenta y dos semanas que tiene el año, una la paso en el aire. Peor si sumamos el tiempo P2P, que no es nada relativo al intercambio de archivo de procedencia dudosa, sino el "puerta-a-puerta". Entonces la cosa se agudiza un poco. De media he empleado unas cuatro horas y media, tal vez un poco más, desde que salgo de un piso y llego a otro o desde que salgo de la oficina del cliente en Madrid y llego a mi casa. Usando estos valores entonces la cosa se pone en doscientas setenta horas. O lo que es lo mismo once días y pico. El 3% del año lo he pasado dedicado a volar o en tránsito hacia o desde el aeropuerto. Sinceramente abrumador. Aunque confieso que buena parte de ese tiempo, al final, lo pasaba durmiendo. Hay que enfocarlo siempre todo desde el punto de vista productivo.

Y si ya nos ponemos con el aspecto económico… Vamos a dejarlo porque entonces me deprimo mucho, que al final resulta que trabajo para pagar a los de Ryanair. Suerte que aún soy residente, que no han quitado aún la bonificación por tal, y que Ryanair sigue siendo la más económica de las aerolíneas que vuelan a Gran Canaria. Más de una vez he conseguido ir y volver por poco más de unos 40 €. En caso contrario tendría complicado ver a mi familia.

Actualización del Juicio Final: De momento parece que todo tranquilo por aquí; va a ser cierto eso que decía Íker Jiménez de que se equivocaron los mayas. Igual hay que esperar un poco por los ajustes horarios de verano e invierno.

Mira que llevo volando veces con Ryanair desde que empecé a trabajar en Madrid, ayer fue una de esas extrañas ocasiones en que acumularon muchísimo retraso. Habíamos embarcado todos a la hora en que suele terminar el embarque con esta gente, más o menos cuando se supone que toca despegar, pero el personal de tierra aún no había finalizado la extracción de maletas de la bodega provenientes del vuelo anterior. Con eso, más luego meter las maletas de este vuelo, más la pérdida de ventana de despegue, más vete tú a saber qué problema de las azafatas, acabamos despegando una hora más tarde de lo previsto. Durante ese tiempo nos sancochamos en nuestra salsa en el avión, porque no encendieron el aire acondicionado hasta diez minutos antes de despegar y había mucha carne humana allí fermentando. Por mucho que apretó el piloto aún así llegamos a la una menos veinte al aeropuerto de Gran Canaria. En cualquier caso no me enteré… de casi nada. De las dos horas y media que duró el vuelo, casi dos las pasé durmiendo. ¡Qué sobada, diossantobendito! La última gran sobada sobre el Atlántico de este año.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Tres de tres

Bueno, bueno, bueno. Acabo de terminar —y aprobar— el cuarto examen del tercer curso en el que me había matriculado de programación de videojuegos que ofrecía Eticom mediante su plataforma web. Mañana era el último día para examinarse y andaba un poco tenso porque no había tenido apenas tiempo para leerme la documentación de este último. En realidad para casi ninguno he ido bien de tiempo, la verdad. Sin embargo he aprobado los tres cursos, por lo que me siento ligero y satisfecho conmigo mismo.


Una de las cosas que me hacía gracia es que por cada examen que aprobaba me enviaban un SMS. Y cuando superaba el curso, otro. Pero por correo electrónico no te envían nada. Supongo que es más económico lo segundo que lo primero, pero ahí queda la anécdota. No sé si enviaban cuando suspendías, porque he aprobado todos a la primera. La mayoría con el 100% de aciertos. Tampoco es que fuesen especialmente complejas las pruebas: 10 preguntas sobre el tema. Cada tema unas 100 páginas con mucha captura, mucho código de ejemplo y tal y tal. De promedio he tardado 5 minutos en responder las 10 preguntas para los 11 exámenes (tres para el primer curso y cuatro para los otros dos). Y, también de promedio, habré dedicado unas 6 u 8 horas a leerme la documentación de cada curso. Para mi entender, demasiado fácil.

A este sitio llegué por mi primo Miguel, also known as «el barbas«, also known as «el pelú», also known as «el jeby», also known as «el bombilla»… no, espera, así me llamaban a mí… also known as… ya no recuerdo con qué más sobrenombres lo conocíamos cuando éramos niños, luego adolescentes y ahora adultos.

Aún reconociendo que algunas cosas útiles he aprendido (por ejemplo, en el último hay una explicación bastante detallada sobre cómo hacer un escenario de plataformas en 2D con Unity3D, algo que llevo tiempo buscando un rato para dedicarle, y que en el programación para iOS vi algunas APIs interesantes), en general tampoco creo que me sirva mucho profesionalmente. Máxime por el perfil profesional que tengo y presento, más orientado a jefatura y a proyectos de otro tipo. Aunque en el apartado personal, ya se sabe que la programación de videojuegos es mi debilidad y mi deseo fetiche. No, lo he hecho más con otros objetivos. El primero, más importante y trascendental para mí, ver si conseguía organizarme y buscar tiempo para enfrentarme a cosas más serias, como el de Coursera de Teoría de Juegos que empieza en tres semanas. (Teoría de Juegos no tiene nada que ver, absolutamente nada, con programación de videojuegos). No estoy demasiado satisfecho conmigo mismo en este apartado, aunque ahora lo que prima es que ya me los he quitado de encima.

Mañana me fustigaré por no haber desarrollado una conducta más metódica, ordenada y dedicada.

¿Prevaricación?

Sigo basante de cerca el conflicto de la sanidad pública madrileña. Aunque paso más de la mitad del tiempo en Las Palmas, mi lugar de residencia, trabajo para una empresa de la capital y paso unas cuantas noches al mes —muchas más al año— en Madrid. Cerca del piso en el que me quedo hay un centro de salud y frecuentemente veo al personal del centro manifestarse en la puerta. Tienen mi simpatía por muchos motivos. El primero porque deben pasar un frío de pelotas tanto tiempo en la calle. Frío que aguantan estoicamente luchando por una causa justa. El segundo porque no creo en las privatizaciones innecesarias. Ojo, no estoy en contra de las privatizaciones por ideología o porque sí. Simplemente no creo en aquella que no garantiza el buen uso de los recursos públicos, que pagamos entre todos.

Lo sigo, como decía, no porque viva en Madrid y me perjudique o beneficie directamente la decisión que tomen. Sino porque creo que sienta un precedente, un camino que otras comunidades podría seguir. Para lo bueno, si se opta por la autogestión, y para lo malo, si se delega este caso en el ánimo de lucro. Por convicción creo que la sanidad de un país es un indicador del bienestar de su población y tengo serias dudas de que la gestión privada, en este caso sinónimo del ánimo de lucro —que nadie trabaja por amor al arte— no suponga o un deterioro de la calidad del servicio o un incremento del coste final. Si ahora para garantizar una calidad determinada hay que invertir cien millones, por poner una cantidad, el margen de beneficio que gusta disfrutar al empresario privado hará que suponga ciento treinta y cinco millones tras la privatización [1]. O eso o bajan la calidad, como he dicho.

Claro que lo anterior es un supuesto. Y que el presupuesto que ha presentado el comité profesional de médicos se basa también en supuestos. Pero es que en todo este proceso no hay nada más que argumentos basados en supuestos. Ni el mismo consejero de sanidad de Madrid, Lasquetty, está seguro de cuánto se ahorrará [2], si es que al final se ahorra algo. De lo que sí está seguro es de que algunas de las propuestas que los médicos han llevado a la mesa perjudican a los pacientes y a la sanidad en general. Aunque me permitiré decir que, por muy seguro que esté, en realidad no lo puede estar. Simplemente lo cree. Así que también son supuestos. O sea, que todo esto, y todo el follón que llevan montando con tal de privatizar, no es más que un baile de supuestos y más supuestos. Y, como han demostrado promesa rota tras promesa rota, el PP, y el discurso político en general, no es más que un cúmulo de supuestos y más supuestos. ¿A qué si no vienen con que ellos creían que podrían pero que la realidad ha demostrado que no?

Tras meditar en ello unos minutos, porque mi desorden de atención no me permite profundizar más en los temas interesantes, me fui al diccionario de la Real Academia de la Lengua y busqué el lema prevaricación. En su edición actual pone lo que muestra la siguiente captura:


O sea, traspaso para los buscadores (y para que se lea algo mejor): «Delito consistente en dictar a sabiendas una resolución injusta una autoridad, un juez o un funcionario.». Dicho en román paladín, cuando un juez, una autoridad o un funcionario (¿a qué no saben que un político es una autoridad y ejerce una función pública, eh?) toma una decisión sabiendo que con ello perjudica a unos en beneficio de otros (porque siempre hay quien sale ganando cuando se prevarica).

El matiz está en establecer qué podemos considerar algo como injusto. Aquí vamos a volver al juego de los supuestos. El primero es sobre el Estatuto de los trabajadores. La privatización de un centro conlleva un cambio sustancial en las condiciones de trabajo de sus empleados. Tal vez cogido por los pelos, cierto, pero no por ello menos válido. Si el recorte en gasto implica la eliminación de puestos de trabajo tenemos que a) los que se quedan deben realizar mayor cantidad de esfuerzo (falsa productividad) para mantener el mismo grado de calidad prestado (la falacia de la reducción de personal cuando hay que recortar), b) los despedidos salen perjudicados porque pierden su medio de sustento, y tal vez el de sus familias, y c) porque un incremento del número de parados implica que la fuerza laboral de este país, cada vez más exigua, debe dedicar más dinero a las prestaciones por desempleo.

Vamos a suponer, no obstante, que existe una fórmula mágica que únicamente conocen los empresarios que se quedarían con el servicio por la que, sin despedir a nadie, sin detrimento de la calidad prestada, consiguen obtener su margen de beneficio y, encima, nos ahorran una pasta gansa al resto de españoles. ¿Dónde recortarían? ¿Pagando menos al personal? Entonces volvería a perjudicar al sistema, dado que este modelo económico por el que todos hemos apostado no se basa en otra cosa sino en que la gente consuma. Cuanto menos dinero tiene la gente, menos se consume, así que directa o indirectamente lo acabaremos pagando todos. Cierre de empresas que ya no consiguen vender lo suficiente, cierre de servicios agregados, etcétera, etcétera. ¿Reducir comprando productos sanitarios más económicos? Es posible, ¿pero de misma calidad? Recordemos que la premisa es que no hay pérdida de calidad. ¿Dónde se ahorra entonces? Si ni el consejero de sanidad lo sabe, entiendo que es una quimera. Una autoridad que apuesta por algo que desconoce está actuando de forma descuidada e injusta para los ciudadanos, los que le votaron y los que no.

Por otro lado, si al final el régimen de ahorro se consigue aplicando las propuestas que los médicos han llevado a la mesa, u otras similares, ya que algunas parecen realmente interesante y correctas, también entiendo una medida injusta, pues no ha dado oportunidad a las mejoras propuestas por un equipo directamente relacionado con el problema; máxime cuando la supuesta privatización puede posponerse a los resultados de un año, mientras que la marcha atrás, en caso de que falle la privatización, supondrá un coste adicional a las arcas públicas.

Se me ocurren más supuestos (supuesto, supuestos, supuestos…) por los que la privatización, en este momento, me parece una decisión injusta. Pero no quiero alargar mucho más la entrada.

Todo esto que he expuesto me hace creer que hay indicios suficientes para, de aprobar la decisión mañana tras todos los datos y análisis presentados en prensa estos días, el consejero de sanidad estaría cometiendo prevaricación. Por ello, estaré dispuesto a secundar y firmar cualquier causa que solicite la imputación a Javier Fernández-Lasquetty de un presunto delito de prevaricación. Asimismo, y por la comisión de omisión para evitarlo, a Jaime Ignacio González González, actual presidente de la Comunidad de Madrid. Creo que hay causa justificada tras leer «El delito de prevaricación».

Pero claro, yo soy un lego en leyes. Y esto no es más que otra sarta de supuestos. ¿Algún especialista en la materia que considere bueno ofrecer algo de luz? ¿Habría o no habría caso? En un mundo ideal, de ser imputado, y por la guía de buenas conductas que sigue a rajatabla el PP debería dimitir para no comprometer a su partido. Esto último lo he dicho irónicamente, por si cabía alguna duda de ello.


[1] Artículo de El País «Privatizar la gestión de 27 centros de salud costará 20 millones en 2013» de 18 de diciembre de 2012 [http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/12/18/madrid/1355869408_194898.html]. La partida destinada a pagar a las empresas es de veinte millones, por medio año. Por tanto, y aplicando aritmética simple, para el siguiente serán cuarenta.
[2] Artículo de El País «Lasquetty admite que no sabe cuánto ahorrará privatizando los hospitales» de 19 de diembre de 2012 [http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/12/19/madrid/1355912557_178097.html]

lunes, 17 de diciembre de 2012

Todo sea por la gloria

En mi vida —como imagino que le habrá pasado a casi todo el mundo— he tropezado con gente de todo tipo. En general he tenido suerte y puedo decir que la gran mayoría han sido personas que de una forma u otra, en mayor o menor medida, han conseguido dejar su impronta, siempre positiva. Aunque también he tropezado con esos que decimos "ruines y malvados"; por no mentar directamente a sus madres, que bastante habrán sufrido ya con parirlos y, en el fondo, desconozco cuál es su fuente de ingresos. También sé que con la mayoría de estos especímenes, y con el tiempo, mi sentimiento visceral —porque sí, soy muy visceral aunque las arrugas han conseguido mitigar mis prontos asesinos— va desapareciendo y tan solo resta un regusto amargo de experiencias que ahí quedan y sirven para aprender. Uno de esos individuos, a los que en su momento quise arrancarle la cabeza a patadas —al menos en mis fantasías, algo que David Buss demostró en su momento para el 92% de los hombres—, lo sufrí justo cuando comencé a trabajar por cuenta ajena, tras un fracasado intento de montar una empresa con amig… compañeros de clase. Había muchas cosas que me fastidiaban de él, aunque había una que al principio me hacía gracia y al final consiguió sacarme de quicio: su afán de protagonismo con los méritos ajenos. En aquel entonces empecé a trabajar bajo su responsabilidad. Recuerdo que hacía muchas tareas desagradables y unas pocas interesantes. Pero da igual lo que hiciera, cuando terminaba este hombre cogía el trabajo, levantaba el teléfono marcando el número del jefe de turno que había pedido el trabajo en cuestión, afirmaba rotundamente «ya he hecho lo que me pediste» y se largaba a entregárselo. Luego llegaba tan ancho e hinchado de felicitaciones que no cabía por la puerta, ni de lado. Digo que al principio me hacía gracia porque en el fondo era un poco inútil —él— y el instinto de supervivencia manda mucho cuando tienes a un tío más competente a tu lado; aunque al verlo día sí y día también, acabé cansándome y tomé cartas en el asunto. Poco tiempo después él era mi subordinado. De ahí hubo muchas anécdotas e intentos de socavar mi puesto y mi imagen. Pero eso es otra historia.

¿A qué viene esto? Bueno, era una simple introducción, y ya saben que a mí siempre me van los prolegómenos prolongados, para decir que no me extraña lo más mínimo que siempre haya gente que quiera destacar a costa del trabajo ajeno. Hay ejemplos a puñados, muchos de ellos en el día a día de la función pública y que, por desgracia, deciden nuestro porvenir. Esos son los más visibles, aunque claro está, es algo que escala en todas las medidas y dimensiones donde el ser humano se entromete. Copias de exámenes, de tesis, de trabajos de investigación, de productos, de estilos, etcétera, etcétera. En realidad, repito, que lo entiendo. La genialidad toca a unos pocos y el resto sentimos cierta envidia. Pero el truco de la felicidad es aprender a vivir con ello con humildad. Yo he aprendido, por lo que imagino que todo el mundo puede hacerlo. Aunque, al menos en mi caso, creo que nunca me he adjudicado los méritos del trabajo de otro. Seguramente, de hacerlo cuando podía, ahora sería político de alguna de las fuerzas mayoritarias; o tendría un cargo en alguna empresa estatal con sueldo millonario pagado por el Estado. Pero no, uno ha sido criado de forma honrada y así me ha ido en la vida. Sigo siendo pobre. Pero feliz, repito, en mi mediocridad.

Eso seguía siendo parte de la introducción, por cierto. Así que vayamos ya al grano. Hay muchos entornos, sitios, círculos donde percibo, en mayor o menor medida, el deseo de la gente de trascender. Es un sentimiento que a todos nos posee. Cada uno elige su propia forma y estilo. Éste, mi blog, es también muestra de ello. A fin de cuentas, y aunque escribo para mí, también tengo la esperanza de que mis palabras me pervivan y, quién sabe, tal vez un arqueólogo del siglo treinta encuentre algo de todo esto interesante. Otros eligen la fotografía, hablar de cine, de música, colaborar en la Wikipedia o, por qué no, abrir un blog de cocina. Mi mujer [Mis ratos en la cocina], después de año y pico sin decidirse, finalmente abrió uno. Su deseo era compartir sus experiencias en la cocina, como hace la gran mayoría de los que abren uno así. A ella le gustaría poder dedicar más tiempo a su afición, pero hay que pagar la hipoteca, los varios préstamos que sufrimos, las hipotecas de otros, vía el banco malo, y a los políticos que pergeñan día sí, día también, atentados contra el estado del bienestar. Pero el poco tiempo que le dedica lo hace con cariño. Yo la veo encerrarse en la cocina, esmerarse en conseguir que esta o aquella receta quede bien; luego se dedica a la presentación y, ulteriormente, a la fotografía del resultado. También la he visto desechar recetas porque el trabajo final no hacía honor a la original y preferir no mentir diciendo que había quedado bien cuando, a su gusto, no lo estaba. O dejar de publicar alguna porque la foto no estaba en condiciones para ser utilizada. Es honrada en este juego del blog de cocineros/as hasta decir basta. Aunque yo le recomiendo que haga muchos cambios en las recetas, ella prefiere mantenerse fiel al estilo original y cuando decide hacer algo que lee en otra parte, intenta hacer la menor cantidad de cambios posibles. En sus publicaciones no faltan las referencias a las fuentes originales, porque el mérito de cocinar es suyo, sin duda, pero el de la receta es de otros. Es un juego que ella juega con estas reglas y que, poco a poco, le permite hacerse lo que siempre ha querido, un libro con sus recetas. En este caso en la forma de blog, que tan de moda está.

El apartado de las fotografías es el que más sufre. Quien diga que hacer una buena foto de comida es fácil o no sabe de lo que habla, lo más probable, o nació con un don y todo le resulta sencillo. A veces el encontrar el encuadre, conseguir la luz, y luego repasar las imágenes en el ordenador para quedarse con la mejor de una tirada de veinte, es un porcentaje bastante alto del tiempo que dedica a su afición. Es detallista y quiere que la foto transmita correctamente el resultado que se puede esperar. Entendiendo siempre que lo hace desde el poco conocimiento que tiene de la técnica fotográfica en cuestión, los resultados son más que aceptables. Su trabajo le cuesta.

Por ello, cuando descubro que, de vez en cuando, hay alguien que aprovecha su esfuerzo para llevarse el mérito, sin recurrir a la referencia ni al agradecimiento, retrocedo al estado primigenio y primitivo y anhelo que a ese ser le apliquen un régimen intensivo de osteopatía expeditiva como terapia de choque. ¿Que a qué viene? Voy a poner la siguiente captura para que ustedes mismos busquen las diferencias:


La imagen de la izquierda es la tomada por mi mujer. La foto de la derecha es la de un cabrón que la ha usado, así sin más, en su blog para encabezar su versión de la receta. Tal vez lo de cabrón es ir demasiado lejos. Podríamos pensar que bueno, que al chaval no le saldría bien la foto, y que usó la de otra persona para no tener que repetirlo todo (en su caso, mi mujer habría desechado directamente publicar la receta). Pero hay mucha dedicación a eliminar el fondo de madera y dejarlo blanco. Si se aprecia bien la foto se verá que se dejó manchones. O sea, que no es tan solo robo, es también con premeditación y alevosía. ¿Es o no es un pedazo de cabrón o no? Repito, en estos momento entre de lleno en ese 92% de hombres que reconocen haber fantaseado con matar a alguien y desearía amputarle por la vía dolorosa las extremidades. Pero oiga usted, perro ladrador poco mordedor, y pese a mi cabreo descomunal, nunca haría daño (físico) a nadie.

En fin, un ejemplo más de lo que se puede esperar del género humano. Seguro que después es de los que salen a la calle a vociferar contra el gobierno, contra los bancos y contra todos los mangantes que se aprovechan del trabajo ajeno, y encima se jacta de ello con los amigos. O, en el peor de los casos, es hijo de un diputado del PP y hasta lo ve normal. Eso suponiendo que sea nacional y no extranjero. Lo dicho, otro ejemplo más de lo que se puede esperar de los demás.

¡Qué ganas me han entrado de echarme una partida al God of War para destensarme! Ahí sí que me lo paso bien arrancando cabezas.

PD: Estaba por poner un enlace a su página y hacer un llamamiento a los demonios del Averno (o sea, mis amistades) para que lo humillasen a base de comentarios, pero no quería encima regalarle referencias que malinterpreten los bots de los buscadores y ascienda en el ranking de los mismos. En la receta de mi mujer hay un comentario con la referencia a su blog. Sírvanse ustedes mismos.

PPD: A ver cuánto tiempo tarda en eliminar el comentario, pero le he dejado un comentario deseándole «lo mejor» para su futuro. Aquí va captura para que también quede para la posteridad: