lunes, 24 de diciembre de 2012

Feliz Navidad


Tal día como hoy, justo hace un año, comentaba que tocaba pasarlo en Madrid y que mi mujer decidió acompañarme allí. Fue una buena Noche Buena. En compañía de ella, con una buena cena y disfrutando luego de un rato de televisión antes de acostarnos a dormir. Sin embargo, tal como decía en aquel momento, estábamos los dos solos. Siempre se echa de menos a la familia en estas fechas. Racionalmente sé que estas fechas no implican —o no deberían implicar— nada especial, pero si racionalizamos absolutamente todo sospecho que seríamos seres productiva y perfectamente infelices. Y los jugadores de fútbol se morirían de hambre.

Me voy a permitir un apunte o aclaración: Entiendo por familia a todos aquellos que han estado siempre (o desde que toque) ahí, que siempre te echan una mano en los momentos difíciles y te dan ánimos, que te soportan las calenturas, los desmanes y todos esos momentos en los que deberían espetarte un «mira niño, que te aguante la madre que te parió»; especialmente los que soportan que tengas tus opiniones y, encima, se las des gratuitamente a modo de consejo cuyo valor equivale al que cuesta darlo; y que, en definitiva te sufren como ser humano venido a menos, perdonándote todo lo perdonable y lo imperdonable también. Y que te defienden incluso cuando eres indefendible. En resumen, los que han hecho de tu vida un tránsito más agradable. Así es la familia y con esos quiero pasar estos días. El resto, aunque compartas parentesco hasta tercer y cuatro grado no dejan de ser conocidos.

Entonces, hace un año, no tuve oportunidad de venir a Las Palmas hasta Noche Vieja. Sin embargo este año me organicé mejor y reservé desde enero las dos semanas de Navidad. Finalmente he conseguido, combinando vacaciones y teletrabajo, permanecer aquí hasta después del día de Reyes, uno de los mejores y más genuinos en mi familia. Día en el que nos reunimos todos para partir el roscón de reyes y ver a quién toca coronar ese año. Desde que tengo recuerdos de tal evento juraría que no me ha tocado nunca. Estadísticamente ya empieza a ser un poco coñazo eso, porque siendo más o menos la misma cantidad de participantes año tras año, no me toca tal fortuna. Lo que sí me ha tocado alguna vez es el haba. Para pagar sí, pero para gobernar se ve que no. Es casi una metáfora del día a día que hemos vivido este año (y los anteriores): A pagar impuestos y más impuestos, pero eso de decidir mi futuro en este país va a ser cosa de otros.

En el apartado laboral las cosas mejoraron mucho. El 2011 eran todo incertidumbres de continuidad, aunque acabó el año con mejores perspectivas. Este año, pese a que las incertidumbres ambientales —léanse políticas y económicas de este país— no han cambiado demasiado, y que yo anduve saltando de proyecto en proyecto sin un punto en el que enraizar, tal como esos matorrales del oeste americano que van saltando por el desierto, me lo tomé con mucha más tranquilidad y he continuado haciendo las cosas lo mejor que sabía sin preocuparme si habría otro proyecto en el que engancharme. Las perspectivas para 2013 siguen siendo las de continuidad. Al menos en su primera mitad. Espero que en las mismas condiciones actuales, con mucho teletrabajo. Pero eso ya se escribirá cuando se tenga que escribir. Lo importante es que haya trabajo y oportunidad de seguir mejorando y demostrando que uno es capaz de eso y aún más.

Ya para terminar, y como estamos en fechas tan propicias para ello, les deseo de todo corazón:

¡Feliz Navidad!

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