En el momento de publicarse esto debería haber aterrizado o estar a punto de hacerlo. En teoría mi avión despegaba de Madrid a las 21:45. Ryanair nunca despega en hora. De media unos 20 o 25 minutos más tarde. Pero siempre dicen que el vuelo durará tres horas para aterrizar a tiempo y ponerte la fanfarria del séptimo de caballería y comerte la oreja demostrándonos una vez más que no tienen abuela.
Lo dicho, sobre esta hora deberé estar ya en tierra. Tal vez llegando, tal vez aún en tránsito hasta la terminal, tal vez saliendo del aeropuerto o, tal vez, de camino en coche a mi casa. O aún volando porque salimos más tarde de lo que pensaba. Siguiendo la fórmula del indeterminismo adaptada del gato, estaré en un estado volando-llegando-tránsito-saliendo-coche. O no estaré. Porque no tengo muy claro cuándo tocaba el fin del Mundo. Era el 21 de diciembre, vale, ¿pero a qué hora? ¿A las cero horas según Meridiano de Greenwich? ¿O, como son del otro lado del Atlántico es el 21 de diciembre según los de allá? ¿O más bien un final de esos agónicos que se prolongará veinticuatro horas para que todo el mundo tenga el suyo según huso horario pertinente? Ya sería mala suerte, en cualquier caso, que me pillase en el aire y no tuviésemos Tierra en la que aterrizar. Con lo rácanos que son los comandantes de vuelo de Ryanair con esto del combustible, tendríamos para veinte minutos más de vuelo antes de caer allí donde tenía que estar la isla. Esos veinte minutos sí serían una agonía. Si tiene que ser, que sea rápido al menos.
En fin, que mi esperanza es llegar y, si toca El Final en mayúsculas, que sea con mi mujer y mi familia. Y si no lo es, que Iker ha confirmado que los mayas andaban errados en sus cálculos, pues aún queda otro evento especial: La Lotearía de Navidad. La última en la que no clavarán a impuestos al afortunado ganador. Este es otro evento que me apetece vivir en familia. Toque o no toque. Y, en resumen, lo que me apetece es pasar varias semanas en casa, y eso es lo que haré porque voy a tener dos de vacaciones, sin estar pendiente de que tengo que volar a Madrid para un par de días, y luego volver a Las Palmas otro par de días, y luego volver a… Empiezo a tener complejo de bola de pinball. Aunque con arcos de mil ochocientos kilómetros de longitud.
Y ya que hablo de distancias, este año estimo que he ido a y vuelto de Madrid en torno a las treinta veces. O sea, treinta veces ida, treinta veces vuelta. Un promedio de dos coma cinco viajes al mes. La distancia entre Madrid y Las Palmas es de unos mil setecientos y pico largos kilómetros. Si sumamos lo que hago en tren hasta el aeropuerto o desde el aeropuerto al piso de Madrid, y lo que hago en coche en Gran Canaria desde el aeropuerto a mi casa y viceversa, lo podemos redondear en mil ochocientos. Mil ochocientos kilómetros, por sesenta vuelos hacen un total de… tachán, tachán… ¡108.000 kilómetros! ¡El equivalente a dos vueltas y pico a la Tierra por el Ecuador! A punto de hacer las tres. Mira que hay lugares en el Planeta, ¿entonces por qué me han parecido tan iguales todos esos kilómetros sobre el Océano Atlántico?
Medido en horas, y suponiendo un promedio de dos horas y media por trayecto, he empleado ciento cincuenta horas sobrevolando el mismo trozo de Océano Atlántico. Ciento cincuenta horas equivalen a seis días y cuarto. Un poco más y de las cincuenta y dos semanas que tiene el año, una la paso en el aire. Peor si sumamos el tiempo P2P, que no es nada relativo al intercambio de archivo de procedencia dudosa, sino el "puerta-a-puerta". Entonces la cosa se agudiza un poco. De media he empleado unas cuatro horas y media, tal vez un poco más, desde que salgo de un piso y llego a otro o desde que salgo de la oficina del cliente en Madrid y llego a mi casa. Usando estos valores entonces la cosa se pone en doscientas setenta horas. O lo que es lo mismo once días y pico. El 3% del año lo he pasado dedicado a volar o en tránsito hacia o desde el aeropuerto. Sinceramente abrumador. Aunque confieso que buena parte de ese tiempo, al final, lo pasaba durmiendo. Hay que enfocarlo siempre todo desde el punto de vista productivo.
Y si ya nos ponemos con el aspecto económico… Vamos a dejarlo porque entonces me deprimo mucho, que al final resulta que trabajo para pagar a los de Ryanair. Suerte que aún soy residente, que no han quitado aún la bonificación por tal, y que Ryanair sigue siendo la más económica de las aerolíneas que vuelan a Gran Canaria. Más de una vez he conseguido ir y volver por poco más de unos 40 €. En caso contrario tendría complicado ver a mi familia.
Actualización del Juicio Final: De momento parece que todo tranquilo por aquí; va a ser cierto eso que decía Íker Jiménez de que se equivocaron los mayas. Igual hay que esperar un poco por los ajustes horarios de verano e invierno.
Mira que llevo volando veces con Ryanair desde que empecé a trabajar en Madrid, ayer fue una de esas extrañas ocasiones en que acumularon muchísimo retraso. Habíamos embarcado todos a la hora en que suele terminar el embarque con esta gente, más o menos cuando se supone que toca despegar, pero el personal de tierra aún no había finalizado la extracción de maletas de la bodega provenientes del vuelo anterior. Con eso, más luego meter las maletas de este vuelo, más la pérdida de ventana de despegue, más vete tú a saber qué problema de las azafatas, acabamos despegando una hora más tarde de lo previsto. Durante ese tiempo nos sancochamos en nuestra salsa en el avión, porque no encendieron el aire acondicionado hasta diez minutos antes de despegar y había mucha carne humana allí fermentando. Por mucho que apretó el piloto aún así llegamos a la una menos veinte al aeropuerto de Gran Canaria. En cualquier caso no me enteré… de casi nada. De las dos horas y media que duró el vuelo, casi dos las pasé durmiendo. ¡Qué sobada, diossantobendito! La última gran sobada sobre el Atlántico de este año.
2 comentarios:
Al final tienes más kilómetros que yo, solo que los míos están repartidos por un montón de sitios ...
Me sorprende que haya hecho más kilómetros que tú este año, habiendo estado tú saltando de aquí a allá constantemente. De todas formas, lo mío ha sido extremadamente monótono; con gusto de los cambio. Quien diga que la repetición no embrutece o es un cretino o no sabe de lo que habla.
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