lunes, 17 de diciembre de 2012

Todo sea por la gloria

En mi vida —como imagino que le habrá pasado a casi todo el mundo— he tropezado con gente de todo tipo. En general he tenido suerte y puedo decir que la gran mayoría han sido personas que de una forma u otra, en mayor o menor medida, han conseguido dejar su impronta, siempre positiva. Aunque también he tropezado con esos que decimos "ruines y malvados"; por no mentar directamente a sus madres, que bastante habrán sufrido ya con parirlos y, en el fondo, desconozco cuál es su fuente de ingresos. También sé que con la mayoría de estos especímenes, y con el tiempo, mi sentimiento visceral —porque sí, soy muy visceral aunque las arrugas han conseguido mitigar mis prontos asesinos— va desapareciendo y tan solo resta un regusto amargo de experiencias que ahí quedan y sirven para aprender. Uno de esos individuos, a los que en su momento quise arrancarle la cabeza a patadas —al menos en mis fantasías, algo que David Buss demostró en su momento para el 92% de los hombres—, lo sufrí justo cuando comencé a trabajar por cuenta ajena, tras un fracasado intento de montar una empresa con amig… compañeros de clase. Había muchas cosas que me fastidiaban de él, aunque había una que al principio me hacía gracia y al final consiguió sacarme de quicio: su afán de protagonismo con los méritos ajenos. En aquel entonces empecé a trabajar bajo su responsabilidad. Recuerdo que hacía muchas tareas desagradables y unas pocas interesantes. Pero da igual lo que hiciera, cuando terminaba este hombre cogía el trabajo, levantaba el teléfono marcando el número del jefe de turno que había pedido el trabajo en cuestión, afirmaba rotundamente «ya he hecho lo que me pediste» y se largaba a entregárselo. Luego llegaba tan ancho e hinchado de felicitaciones que no cabía por la puerta, ni de lado. Digo que al principio me hacía gracia porque en el fondo era un poco inútil —él— y el instinto de supervivencia manda mucho cuando tienes a un tío más competente a tu lado; aunque al verlo día sí y día también, acabé cansándome y tomé cartas en el asunto. Poco tiempo después él era mi subordinado. De ahí hubo muchas anécdotas e intentos de socavar mi puesto y mi imagen. Pero eso es otra historia.

¿A qué viene esto? Bueno, era una simple introducción, y ya saben que a mí siempre me van los prolegómenos prolongados, para decir que no me extraña lo más mínimo que siempre haya gente que quiera destacar a costa del trabajo ajeno. Hay ejemplos a puñados, muchos de ellos en el día a día de la función pública y que, por desgracia, deciden nuestro porvenir. Esos son los más visibles, aunque claro está, es algo que escala en todas las medidas y dimensiones donde el ser humano se entromete. Copias de exámenes, de tesis, de trabajos de investigación, de productos, de estilos, etcétera, etcétera. En realidad, repito, que lo entiendo. La genialidad toca a unos pocos y el resto sentimos cierta envidia. Pero el truco de la felicidad es aprender a vivir con ello con humildad. Yo he aprendido, por lo que imagino que todo el mundo puede hacerlo. Aunque, al menos en mi caso, creo que nunca me he adjudicado los méritos del trabajo de otro. Seguramente, de hacerlo cuando podía, ahora sería político de alguna de las fuerzas mayoritarias; o tendría un cargo en alguna empresa estatal con sueldo millonario pagado por el Estado. Pero no, uno ha sido criado de forma honrada y así me ha ido en la vida. Sigo siendo pobre. Pero feliz, repito, en mi mediocridad.

Eso seguía siendo parte de la introducción, por cierto. Así que vayamos ya al grano. Hay muchos entornos, sitios, círculos donde percibo, en mayor o menor medida, el deseo de la gente de trascender. Es un sentimiento que a todos nos posee. Cada uno elige su propia forma y estilo. Éste, mi blog, es también muestra de ello. A fin de cuentas, y aunque escribo para mí, también tengo la esperanza de que mis palabras me pervivan y, quién sabe, tal vez un arqueólogo del siglo treinta encuentre algo de todo esto interesante. Otros eligen la fotografía, hablar de cine, de música, colaborar en la Wikipedia o, por qué no, abrir un blog de cocina. Mi mujer [Mis ratos en la cocina], después de año y pico sin decidirse, finalmente abrió uno. Su deseo era compartir sus experiencias en la cocina, como hace la gran mayoría de los que abren uno así. A ella le gustaría poder dedicar más tiempo a su afición, pero hay que pagar la hipoteca, los varios préstamos que sufrimos, las hipotecas de otros, vía el banco malo, y a los políticos que pergeñan día sí, día también, atentados contra el estado del bienestar. Pero el poco tiempo que le dedica lo hace con cariño. Yo la veo encerrarse en la cocina, esmerarse en conseguir que esta o aquella receta quede bien; luego se dedica a la presentación y, ulteriormente, a la fotografía del resultado. También la he visto desechar recetas porque el trabajo final no hacía honor a la original y preferir no mentir diciendo que había quedado bien cuando, a su gusto, no lo estaba. O dejar de publicar alguna porque la foto no estaba en condiciones para ser utilizada. Es honrada en este juego del blog de cocineros/as hasta decir basta. Aunque yo le recomiendo que haga muchos cambios en las recetas, ella prefiere mantenerse fiel al estilo original y cuando decide hacer algo que lee en otra parte, intenta hacer la menor cantidad de cambios posibles. En sus publicaciones no faltan las referencias a las fuentes originales, porque el mérito de cocinar es suyo, sin duda, pero el de la receta es de otros. Es un juego que ella juega con estas reglas y que, poco a poco, le permite hacerse lo que siempre ha querido, un libro con sus recetas. En este caso en la forma de blog, que tan de moda está.

El apartado de las fotografías es el que más sufre. Quien diga que hacer una buena foto de comida es fácil o no sabe de lo que habla, lo más probable, o nació con un don y todo le resulta sencillo. A veces el encontrar el encuadre, conseguir la luz, y luego repasar las imágenes en el ordenador para quedarse con la mejor de una tirada de veinte, es un porcentaje bastante alto del tiempo que dedica a su afición. Es detallista y quiere que la foto transmita correctamente el resultado que se puede esperar. Entendiendo siempre que lo hace desde el poco conocimiento que tiene de la técnica fotográfica en cuestión, los resultados son más que aceptables. Su trabajo le cuesta.

Por ello, cuando descubro que, de vez en cuando, hay alguien que aprovecha su esfuerzo para llevarse el mérito, sin recurrir a la referencia ni al agradecimiento, retrocedo al estado primigenio y primitivo y anhelo que a ese ser le apliquen un régimen intensivo de osteopatía expeditiva como terapia de choque. ¿Que a qué viene? Voy a poner la siguiente captura para que ustedes mismos busquen las diferencias:


La imagen de la izquierda es la tomada por mi mujer. La foto de la derecha es la de un cabrón que la ha usado, así sin más, en su blog para encabezar su versión de la receta. Tal vez lo de cabrón es ir demasiado lejos. Podríamos pensar que bueno, que al chaval no le saldría bien la foto, y que usó la de otra persona para no tener que repetirlo todo (en su caso, mi mujer habría desechado directamente publicar la receta). Pero hay mucha dedicación a eliminar el fondo de madera y dejarlo blanco. Si se aprecia bien la foto se verá que se dejó manchones. O sea, que no es tan solo robo, es también con premeditación y alevosía. ¿Es o no es un pedazo de cabrón o no? Repito, en estos momento entre de lleno en ese 92% de hombres que reconocen haber fantaseado con matar a alguien y desearía amputarle por la vía dolorosa las extremidades. Pero oiga usted, perro ladrador poco mordedor, y pese a mi cabreo descomunal, nunca haría daño (físico) a nadie.

En fin, un ejemplo más de lo que se puede esperar del género humano. Seguro que después es de los que salen a la calle a vociferar contra el gobierno, contra los bancos y contra todos los mangantes que se aprovechan del trabajo ajeno, y encima se jacta de ello con los amigos. O, en el peor de los casos, es hijo de un diputado del PP y hasta lo ve normal. Eso suponiendo que sea nacional y no extranjero. Lo dicho, otro ejemplo más de lo que se puede esperar de los demás.

¡Qué ganas me han entrado de echarme una partida al God of War para destensarme! Ahí sí que me lo paso bien arrancando cabezas.

PD: Estaba por poner un enlace a su página y hacer un llamamiento a los demonios del Averno (o sea, mis amistades) para que lo humillasen a base de comentarios, pero no quería encima regalarle referencias que malinterpreten los bots de los buscadores y ascienda en el ranking de los mismos. En la receta de mi mujer hay un comentario con la referencia a su blog. Sírvanse ustedes mismos.

PPD: A ver cuánto tiempo tarda en eliminar el comentario, pero le he dejado un comentario deseándole «lo mejor» para su futuro. Aquí va captura para que también quede para la posteridad:


3 comentarios:

sulaco dijo...

A mí me han robado tantas que opté por ponerlas en una resolución mierdosa para darme el gusto de joderlos. Una de las chicas que comenta en mi bitácora la encontró después de presionar al presunto autor de unas historias en un foro que resultaban ser mis anotaciones, las cuales se apropiaba y ponía allí tal cual. Y bueno, un hijoputa del que me cagué en todos sus putos muertos y en la zorra que lo jiñó cogió un álbum completo, el de Valencia y lo puso en su bitácora como propio. Me tomó meses y mucha insistencia pero conseguí que GooglEvil se la cerrara.

En fin, esto pasa y vuelve a pasar. El mundo está lleno de perdedores, miserables y rastreros.

Cambiando el tono, esta mañana me acordaba de esa tarta mientras me duchaba y decidía que me la haré para mi cumpleaños.

Nieves dijo...

Nunca pensé que algo así me pasaría, aunque sé que sucede. El caso es que no sé como tomármelo, si será la mejor foto de tarta guinness de la blogosfera o la más fácil de "piratear". En fin, cada cual que haga de su propia imagen lo que crea conveniente.

Uno+Cero dijo...

sulaco, estoy por hacer campaña agresiva contra él. Persona que se le agregue como seguidor, persona a la que enviar un correo diciéndole que fomenta el uso ilegítimo de imágenes ajenas :-)

Hay que reconocer que es una tarta cojonuda. Mi mujer la hace mucho últimamente. Aunque curiosamente nunca llego a tiempo para pillar cacho :-/

Nieves, sería una mezcla de las dos. Poniendo la marca de agua de forma tan sutil y que ocupe poco, se invita a que la saqueen los miserables de espíritu.