En estos tiempo en los que el CCCC (Contubernio de Cerebros Cavernicolas pro Creacionismo) acecha a los inocentes niños en las esquinas de los colegios, para robarles el poco autocriterio que hayan desarrollado, se hace más importante que nunca huir de las explicaciones sencillas y dogmáticas y permitirnos el placer de no entender ni papa -patata para los continentales-, pese a que lo intentemos con persistente insistencia, de los fundamentos de la ciencia. ¿Pues qué hay más satisfactorio que la frustración de no entender el -o mejor dicho los- método científico aunque te calces supositorios tamaño jumbo-XXL para mejorar tu capacidad cognoscitiva?
Por ello, por ser de esos seres elegidos por la genética, que demuestran tener necesidad de saber y no conformarse con ver los realities, buscando en la ciencia y el conocimiento científico esas pequeñas aportaciones que te definen como individuo; a tí, que disfrutas de maravillarte por conocer lo que otros ya conocen, seguramente mejor de lo que lo harás tú en tu vida, te recomiendo que leas el libro 'Una breve historia de casi todo', de Bill Bryson. Si no eres de los elegidos, también. Porque igual se te pega algo. ¿Quién sabe?
El libro en cuestión es un divulgativo y entretenido repaso por la ciencia, la propia historia de la ciencia y de los descubrimientos y aportaciones más característicos de la misma. Plagado de anécdotas de contradicciones y batallas ideológicas que culminaron, por suerte para los pocos interesados en ello, en verdades carentes de pestilencias teológicas.
El recorrido es extenso y rápido -¿quién coño condensa la sabiduría de siglos en cuatrocientas páginas?- y toca muchos temas interesantes, así que es más que posible que haya un capítulo al que prestes especial atención y del que seguro aprendes algo nuevo. En todos los capítulos encontrarás, también, datos de esos que luego querrás comentar en las tertulias del café, para dártelas de intelecto documentado delante de la buenorra o el buenorro de la oficina. O, simplemente, porque de verdad te llama la atención conocer esos detalles, que hay enfermos de todo tipo.
Te enteras de cosas, al menos si has desarrolado convenientemente la lectura comprensiva en el colegio, como la existencia de los supervolcanes y lo mal que lo vas a pasar cuando estalle, vivas o no cerca. O de cómo la probabilidad es 1 de que seas el fruto de una relación incestuosa de tus tatarabuelos -hala, ya puedes ir a 'tocarte' con esa turbadora idea-. O cómo los victorianos científicos, seres de sesuda y profunda preocupación por el conocimiento empírico todos ellos, consideraban que la mejor forma de preservar una especie era disecándola. Hay muchas anédotas, muchísimas en realidad, muy interesantes en las entrañas de uno de los libros de divulgación científica que, aunque sea difícil de creer, más acogida parece haber tenido en los últimos años.
En definitiva, si eres de los que les duele el simple hecho de pensar, o de los que temen descubrir que cuando estiras la pata no pasas de algo más que ser suculenta comida para los gusanos, entonces este libro puede hacerte más mal que bien. Aléjate de él y suscribe la petición que recorre Internet para que sea quemado en acto público y su autor severamente apaleado. Ahora bien, si tienes cuando menos la inquietud de no tragarte supersticiones y supercherías, y menos la batalla de un diseño inteligente, que más bien salió defectuoso, más algo de curiosidad por saber lo que se sabe, a grandes rasgos, entonces es un libro que pasará a ser, en poco tiempo, un buen compañero. Disfrútalo.
¡Ojo! Que dicen por ahí que la edición en español tiene fallos garrafales. ¿Pero realmente te va a importar si no tienes ni pajorera idea de ciencia? Bueno, al menos quédate con los detalles y las ideas generales, lo que ya será todo un logro.
2 comentarios:
¿Me lo prestas?
Cuando me lo devuelva un colega al que se lo presté antes.
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