Vulgarmente, y según qué enemigo lo proclame, se puede llegar a aducir que me lo trago absolutamente todo. Aunque eso, creo haber demostrado con el tiempo, no sea del todo cierto. Si he de tragar, al menos quiero que haya sentimientos durante el acto. A mí también me gusta que me traten con cariño.
Sea como fuere, lo cierto es que no suelo hacerle ascos a casi ningún género. Me gustan las policiacas, las de abogados, las de ciencia ficción, las de fenómenos extraños, etc., etc., etc. Recalco el casi subrayado anterior porque detesto profundamente y a muerte (a poder ser el fallecimiento violento de sus guionistas) los culebrones: para dramones ya tengo la prensa seria, el proceso de Bolonia y la corrupción despiadada que reina en la casta política de este país. Lo único que pido es que la serie mantenga algo de coherencia en el tiempo y resulte entretenida. Eso suele ser suficiente para perder mi tiempo con ella.
Este es el caso de 'Boston Legal', serie de abogados que aborda la temática de los juzgados yakies (¿dónde iba a ser si no?) de forma atípicamente cómica, y que concluyó su emisión en los e-e-u-u en diciembre del año pasado -2008- tras cinco temporadas (o cuatro y media, si tenemos en cuenta que la última tuvo la mitad de capítulos).
Empezando a visionar la segunda temporada (se está emitiendo la cuarta en alguna cadena de las plataformas satélite), un elemento que me agrada profundamente es que no cae -al menos de momento- en intentar profundizar en exceso en las relaciones entre los personajes y derivando, con ello, en culebrones aburridos, lacrimógenos y lastimeros. El llevar más allá las relaciones entre los personajes, que tienden a acabar en cuestiones de cama (vulgarmente follando, se diría), suele ser uno de los mayores pecados que cometen casi todas las series. Pecado que acaba jodiendo la temática y siendo mortal para la serie. En este caso, de momento y como decía, mantiene una justa y agradable tensión cómica capítulo tras capítulo. Y hay más de un momento en el que no puedes evitar partirte la caja con un ataque de carcajadas.
Varios premios avalan las actuaciones, en general de todos los actores, pero entre las que hay que destacar, obviamente, las de James Spader y de William Shatner (otrora El Capitan Kirk -no ha habido otro después de él-, ahora como un magnífico y destartalado Denny Crane). Algunas de las situaciones en las que se mete esta atípica pareja, y las formas en que salen de ellas, merecen firmar exigiendo la canonización del guionista.
El apartado de los doblajes es igualmente estupendo. Es uno de esos casos en que agradeces que en España se tomen tan en serio el doblaje. Poco más que decir al respecto.
En conjunto una serie redonda y recomendable.
Sabiendo que eres una persona de moralidad dudosa, daré por hecho que no servirá de nada proponerte que vayas a comprarla y supongo que, si te van este tipo de series, acudirás a tu oscuro portal de acceso a las miserables redes de mafias del peer-to-peer para empezarar a descargarla de forma compulsiva (recuerda, ya hay casi cuatro temporadas disponibles). Pero aunque te recomiendo pagar por ella, que lo merece, haré la vista gorda. Merece aún más ser vista. No pierdas la oportunidad por tonterías del tipo "si eres legar, eres legar". ¿A qué estás esperando para poner la mula a funcionar?
2 comentarios:
A mí también me gusta.
La segunda temporada me está resultando más entretenida que la primera. Esperemos que continúe así.
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