Hoy en día los grandes depredadores escasean en las ciudades, pero seguimos condicionados por estos reflejos de simio, lo cual explica cómo tantos ordenadores acaban siendo víctimas de nuestros atávicos ataques de rabia. Son reacciones que aún pueden salvarnos la vida de vez en cuando, pero que la mayoría del tiempo resultan bastante poco eficaces, especialmente en los entornos corporativos.
Las peores consecuencias del estrés, sin embargo, son las que se derivan de su activación continuada: el estrés crónico. Por un lado, la excitación física y mental provoca el agotamiento, el insomnio, el desgaste del sistema circulatorio y todo tipo de dolores físicos. Por el otro, la inhibición de los sistemas secundarios nos proporciona trastornos digestivos, una reducida capacidad analítica, y una mayor vulnerabilidad a las enfermedades. Desafortunadamente, muchos de nosotros conocemos demasiado bien este estado de emergencia corporal permanente.
Alta diversión
Eduardo Jáuregui / Jesús Damián Fernández
Editorial Alienta
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