Después de algunas llamadas que caían más en la alarma que en la euforia propia del día, optamos por imponer unas normas mínimas de conducta. Además de que, por aquello de «hombre precavido vale por dos», más bien mujer en nuestro caso, mi mujer optó por desconectar los teléfonos para evitar cualquier desliz de alguien que prefiriera obviar u olvidar convenientemente el decoro debido al resto de la familia (y a los propios vecinos) con tal de adjudicarse la primicia del día. Así que es de suponer que al menos habremos dormido hoy hasta las siete de la mañana.
Mi familia, siempre hablo de la materna, pequeña y contundente, también es exagerada para el asunto de los regalos. A veces rayan en el comportamiento «coñazo» y en el desorden obsesivo compulsivo insistiendo y persistiendo con el repetitivo «un detallito» o con el no menos reiterativo «pásame la carta de los reyes». Para un cochino capitalista pre-cuarentón e hiper-consumista, que se compra más caprichos de los que debe y podrá nunca disfrutar, andar devanándose los sesos con el objeto de confeccionar una lista repleta de detallitos para los insaciables familiares puede resultar un ejercicio intelectual harto complicado. Al final uno recurre a lo sencillo: libros, libros, libros, alguna película y tarjetas regalo para la iTunes Store. La música, salvo rarezas o chollazos en las superficies comerciales, léase hipermercados, me la compro ahí. Hace años —tres para ser exactos— que me pasé al sistema de Apple y, hasta la fecha, estoy encantado.
La parte contratante de la segunda parte, que será considerada la parte contratante de la segunda parte, o sea mi mujer y yo, entramos en el juego para encontrarnos con que aquellos que les resulta sencillo reclamar «el detallito» se quedan mudos —no saben qué pedir— y nos tienen de cabeza hasta que damos con algo prudencialmente aceptable. Para nuestros bolsillo, claro está. Así que entre expresiones del tipo «¿pero qué coño quieres?», «¿dónde demonios viste eso?», «dime otra cosa, que de eso no les queda», « oye, que estoy aquí y me dice la chica que el que les queda es el de color verde pistacho, que es más caro pero que funciona mejor, ¿crees que le gustará ese?», «¿pero te vas a decidir ya por un puto regalo que estamos a día 4 de enero?», y la no menos repetida «¡el año que viene se van todos a tomar por culo y les pongo una tarjeta regalo del Corte Inglés, que cada cual se compre lo que le salga de los mismísimos!» van pasando los días previos al Día de Reyes. Y, pese a que el estrés de la «persecución del regalo» hace que a uno le den ganas de meterse entre el frontal, los parietales y el occipital treinta veces la película 'Asesinos natos' —obviamente con malas intenciones y sopesando si el parricidio contempla el Día de Reyes como atenuante—, al final te lo acabas pasando bien cuando consigues lo que andas buscando. Más entretenido aún cuando la «caza» se realiza en grupo. Nos sale lo más tribal que llevamos dentro.
La contrapartida, es obvio, está en que el día 6 de enero es una fiesta. Regalos que cambian de manos. Hectómetros de papel regalo hechos pedazos y desperdigados por cada rincón de cada casa, en especial la de la matriarca del clan, mi abuela, donde todos confluimos a lo largo del día. Risas, sorpresas, expresiones del tipo «¡esto es demasiado!», respondidas por «calla, calla, que es poco». El roscón de reyes y la corona y el haba. «¿Y a ti qué te han puesto?» seguido de un «¡Ño! ¡Qué pasada!». Y, en definitiva, un día genuino y rico en matices familiares, que bien merece la pena todos los sacrificios vividos los días anteriores y cuyo calor perdura los días siguientes, en los que vas retomando, cogido nuevamente de la mano por la diosa rutina, lo mundano y ordinario del día a día, olvidado ya todas las quejas y angustias de los primeros días del año.
El Día de Reyes es un día que mi familia convierte en especial. Espero que el tuyo, estimado lector, sea —o haya sido— igualmente bueno.
La nota triste del día la pone el hecho de que hoy vuelvo, bastante temprano, a Madrid. Apenas podré disfrutar de los «juguetes» con mi familia. Si salgo de lo que se espera un vuelo «movidito», según previsiones climatológicas, habré de disfrutarlos en solitario bien refugiado del frío invernal que sigue asolando el centro de la Península. O dejarlos en casa hasta que vuelva otro fin de semana. Ya llevo bastante llena la maleta.
3 comentarios:
Chaval, -6 grados aquí arriba y 5 cm. de nieve en el jardín.
Voy a introducir en el español bosmongolo como palabra, junto con dosputocerolo, dosputocerolismo y dosputocerolita.
Mi regalo de Reyes es una resaca de cuidado y una lavadora nueva porque la mía se escoñó. Era coreana, como la tele que también se escoñó tras 4 años. Ya no queda nada de esa mierda de país en mi casa. Ahora estoy trabajando en el perímetro de seguridad y convenciendo a los vecinos de los lados para que se deshagan de cualquier cosa del país de los cabezudos.
¡JARL! ¡Qué gozada! Aquí hubo amago de nevada hoy. Cuando llegué anoche había 2 grados y se pronosticaba hielo. Pero empezó a nevar a media mañana y no paró hasta las cinco y pico. Como el suelo estaba mojado de la lluvia anterior no logró cuajar. Al menos en la zona donde vivo y trabajo. Al menos sí que vi cómo nevaba. En realidad agua-nieve y ventiscas.
Esta noche puede que lleguemos a -12ºC. Lo de la nieve ya es como natural, la hay por todos lados salvo en las carreteras y carriles bici de calles principales. En las calles secundarias, como la de mi casa, son pistas de hielo. Y los canales helados. Este fin de semana voy a patinar.
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