No se pueden imaginar lo que me he podido reír en el avión cuando volaba de vuelta a Madrid, compré El País, y tropecé con
la viñeta de Forges entre turbulencia y turbulencia. El espectáculo hubiese podido empeorar si la carcajada me pilla en mitad de un trago de capuchino —que por cierto cada vez preparan, o sabe, peor—. Lo triste es que la realidad no es para andar carcajeándose.
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