viernes, 20 de noviembre de 2009

Dos bandas sonoras para sentir

Hay música que molesta. Hay música que no gusta. Hay música que te acompaña. Hay música que se tararea en el trabajo, ocasionalmente de forma inconsciente. Hay música que se repite; no como el ajo. Y hay música que te hace sentir, que hurga en las entrañas de tus emociones, y que suponen «un antes y un después». Mi biblioteca iTunes tiene mucha música que entra dentro de este último grupo. Sin embargo, o tal vez por tener tanta, hasta dentro de esta música poseo algunas que alabo como «especiales».

Hace ya una eternidad hablaba de dos magníficas obras de arte del cine documental. Baraka y Home son, para el que no lo recuerde, estas dos joyas. En gran medida porque conjugaban unas fotografías increíbles con unos sonidos que acariciaban, durante la mayor parte del tiempo de la partitura, el alma. Música que no quitaba protagonismo, como debe hacer el buen vino con la buena comida, sino que amplificaba la experiencia, que la duplicaba seduciendo otros sentidos, pero cuyos ecos duraban mucho más tiempo que las propias imágenes.

Las dos bandas sonoras son obras magníficas, que compré en la tienda iTunes al día siguiente de ver cada una de las películas, y que son fieles compañeras en mis andares. Desde entonces me acompañan, primero en mi iPod y ahora en el iPhone, allá a donde vaya. No es raro que aparezcan en la lista de reproducción 'Reproducciones recientes' cada vez que sincronizo con la biblioteca de iTunes.

Considero las dos como obras muy buenas, exquisitas, en su totalidad. Pero supongo inevitable que con el tiempo me haya decantado por la de Armand Amar, en general más coherente y dulce, sobre la de Michael Stearns, para escuchar el disco «como un todo». Sin embargo, aunque Cum Dederit es magnífico, uno de mis favoritos, no hay un único tema en la banda sonora Home que tenga la fuerza e intensidad que tienen The Host of Seraphim. Es un tema duro, traído -y atraído- por una voz preciosa, que te desgarra, que te hace consciente de lo pequeño e insignificante que eres en el universo, pero que al mismo tiempo te libera de la carga de tener que soportar el mundo sobre tus hombros. Es un tema hermoso que te hace sentir como una piedra para luego elevarte como una pluma. Y no, no he fumado ni tomado ninguna sustancia ilegal.

Todo el tiempo las he tratado como bandas sonoras, como acompañantes «de segunda», pues la banda sonora se crea para acompañar a la imagen, la que habrá de ser la verdadera protagonista. Sin embargo, en este caso, ambos compositores han creado música que trasciende y traspasa sus propias fronteras. Que va más allá del cuarto en que se confinó originalmente. Que se expande. Es, a todas luces, música del y para el mundo. Dos magníficas obras con las que, como si del amor se tratara, sufrí un verdadero flechazo nada más verlas. O mejor dicho, escucharlas.

4 comentarios:

sulaco dijo...

Yo desde siempre he llevado en mis anteriores iPods y mi actual iPhone la banda sonora de Gattaca, compuesta por Michael Nyman. Varias de las canciones están en la lista de lo más escuchado en mi iTunes.

Uno+Cero dijo...

De Michael Nyman tengo varias cosas, pero nunca me he atrevido a pillarme la banda sonora de Gattaca, porque cuando vi la película no recuerdo que destacara particularmente. Tentado un par de veces, pero al final siempre la retiro de la cesta de la compra. Igual, tras leer tu comentario, me animo y hago mío aquello de «a la tercera, la vencida».

sulaco dijo...

La otra banda sonora que llevo siempre conmigo es la del Show de Truman

Uno+Cero dijo...

También me la apunto. Tradicionalmente, desde mi pubertad, he sido un gran devorador de bandas sonoras. Llegué a tener unos cuantos vinilos de grandes bandas sonoras. Aún no he conseguido la de Arma Letal en CD (o digital), la primera parte, que me parece magnífica.