Pero arbitrario o no, hoy es fin de año -y fin de década- y toca, por un lado porque me da la gana y por otro porque no deja de estar bien, hacer un poco de repaso (o revisión de conciencia). Sin embargo me permitiré, sin que sirva ello de precedente, ser breve. Principalmente porque todos queremos dedicar el día de hoy a cosas más interesantes que a leer (o escribir, en mi caso) un resumen de una década. Y todos sabemos, a estas alturas, que lo mío no es resumir ni ser breve. Se intenta, pero hay cosas que le superan a uno. Pero más que un resumen haré un esbozo. El que hace alguien que, aún en marcha, mira brevemente para atrás. Tal vez para confirmar que la carretera sigue ahí. Que el camino andado es el que se recuerda haber dejado atrás ya.
Así que, sin más preámbulos, diré que este último año sirve de reflejo de lo que ha sido toda la década y que, resumido éste, resumido diez. Y como resumen habré de decir que, como la vida en sí misma, no ha estado exento de malos momentos, de equivocaciones, de pérdidas, de inseguridades, de indecisiones y de miedos, pero que acaba con un saldo positivo, el año y la década. De orden, módulo, grado o valor, lo que sea, elevado, añado. El que arroja haber contado con la compañía de mi mujer, el mejor apoyo y mi mejor amiga en los últimos once años. El de multiplicar su acción benefactora con mi familia. Pequeña y contundente. Y, cómo no, el de elevar el resultante a la enésima potencia con los amigos. Pocos, eficaces y eficientes. Si la vida es un océano de límites desconocidos por el que uno ha de navegar sin rumbo, cartas ni estrellas, creo haber encontrado en todos ellos la mejor tripulación con la que podría haber contado para esta empresa.
La primera década del siglo, que me asaltó entrando en los treinta y me abandona a las puertas de los cuarenta, ha sido una buena década, sí. Profesionalmente ha habido baches, pero en general creo que conseguí todo cuanto me propuse. Fiel seguidor de la escuela del «no se gana o se pierde, se gana o se aprende», he evitado dejar de tomar decisiones por miedo a equivocarme. Los errores se dejan atrás -y tengo muchos-, los éxitos te acompañan. En lo personal, las personas que aún están conmigo son mis éxitos. Los que optaron por alejarse son los errores de los que se van aprendiendo. Sin rencores ni acritud.
Aunque el futuro siempre será incierto, volveré a encararlo y a enfrentarme, día a día, con lo que haya de venir. Por eso, y pese a que nadie puede predecir dónde estará en diez años más, queda la esperanza de hacer propio lo que cantaba Serrat: «Hoy puede ser un gran día, depende en parte de ti», para llegar, otra vez más, a escribir un resumen como éste.
Pero, pese a caer en la reiteración, como uno no llega a sitio alguno sin la ayuda y el apoyo de otros, quiero aprovechar este último día de un año, último día de una década, para dar las gracias a todos y desearles una feliz y excelente entrada en 2010. A todos, a los que estuvieron cada día, a los que estuvieron en la sombra y aparecieron para reconfortarme tras el golpe, a los que entraron y salieron pero siempre estuvieron, y, en general, a los que siempre desearon lo mejor para mí, lo mejor para todos, les grito, en este último día...
Y que dure -al menos- otros diez años más.
Y no combinen alcohol y volante.
1 comentario:
¡Feliz año a ti también!
… y que se cumplan tus planes de futuro.
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