Cierto es -o asumido como cierto lo tiene la gente- que toda regla tiene su excepción. Por un momento, con la esperanza de que no fuera interpretado como signo de debilidad y de futura degeneración de éste, mi vertedero personal de verborrea sin sentido, estuve tentado de incrustar un vídeo para felicitar la navidad a todos aquellos que, como cortesía, se pasan por aquí de vez en cuando. Una de las pocas bitácoras, sospecho, que no aparecen -o no debería hacerlo- en el buscador de buscadores. Si llegas aquí es porque me conoces -y he sido tan imprudente de contártelo- o porque las casualidades existen. Buscaba un vídeo que representase, en superficie, y no necesariamente en base, lo que pienso sobre las fechas navideñas. Sé que cuesta creerlo, pero la simple idea de mancillar mi espacio con semejante subproducto de la web-dos-punto-cero me producía una sensación similar a la que podría sentir si metiese los testículos bajo una plancha industrial para el marcado al rojo vivo de placas metálicas. Duele.
Visto que soy materialmente incapaz de recurrir al artefacto en cuestión, he optado por buscar alguna foto que pudiese concretar, y resumir, lo vivido en Madrid en estos dos meses y poco que ya llevo por aquí. Sin ser la más destacable, ni la más adecuada para las fechas en cuestión, he optado por ésta:
Por un lado refleja lo cotidiano. Mi vida, como la de muchos habitantes de Madrid -e imagino que de otras grandes ciudades-, está ligada a los trenes y a sus horarios. A las inclemencias -o bondades- del tiempo reinante. Es lo tradicional. Por otro lado, la imagen contiene lo insólito, lo nuevo para alguien que no es natural del lugar. Ni para muchos de los habitantes. La nevada que vivimos esta semana. Quería tener la experiencia de vivir un día de nieve antes de volverme a Las Palmas, fuera por Navidad o definitivamente, y lo he podido experimentar. Es un regalo. Y estamos en fechas de regalos. Ésta es una estampa que refleja ambas circunstancias. No es una gran foto -y con un iPhone tampoco se va a poder conseguir mucho más-, pero me gusta porque es una buena síntesis de lo que he vivido y estoy viviendo en Madrid.
Me enrollo mucho. En fin...
Para cuando se publique esto deberíamos estar iniciando la maniobra de descenso hacia el aeropuerto de Gran Canaria, donde espero poder pasar, sin sobresaltos, las próximas dos semanas, antes de volverme a Madrid. A algunos espero verlos durante estos días. Y al resto, pues recuerden que los excesos se acaban pagando. Pero en la medida de las posibilidades de cada cual, intenten que sea siempre otro el que los pague.
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