lunes, 1 de septiembre de 2008

Celebrando el fin de las vacaciones y el retorno al trabajo

Hoy es lunes, principio de semana, y coincide con el primer día del mes de septiembre. Y hoy retomo la vida laboral, después de algo más de dos semanas. Como a casi todos, de las cincuenta y dos semanas que tiene el año, el tiempo dedicado a trabajar supone unas cuarenta y seis (he quitado otras dos semanas por la cantidad de festivos que tenemos en España). La mayor parte de los años que llevo trabajando -¿catorce? ¿trece? ¿quince?- me ha gustado profundamente lo que he hecho dentro de mi profesión. He tenido momentos de tremenda bajona porque, como la gran mayoría de las personas, no he sabido gestionar mis propias expectativas ni las de otros. Pero eso, en los últimos años, ha cambiado. Todos aprendemos de nuestros errores, porque, como dicen los que saben de motivación, no se trata de ganar o perder, se trata de ganar o aprender. Y yo me vanaglorio de aprender de mis errores y mejorar con cada uno que cometo. ¿Podría ser de otra forma?

Ahora me encuentro, desde hace tiempo ya, en un estado de gran satisfacción personal en relación a la vida profesional. Echo de menos un poco más de presión en la empresa actual, pero de forma global el resultado es bueno. He conseguido lo que mucha gente en mi profesión ni siquiera ha conseguido oler de cerca. En las dos últimas empresas ha sido la empresa la que me ha llamado para que me vaya a trabajar con ellos, sin tener que realizar una búsqueda activa por mi parte. Ellos se han puesto en contacto conmigo para ofrecerme el trabajo. Eso se escucha de Estados Unidos, ¿pero cuántos de aquí lo han experimentado en sus propias carnes?

Hay dos meses del año que parecen marcar mis cambios profesionales. Son los meses de junio y de septiembre. Es curioso, pero buena parte de los cambios de empresa los he realizado en junio o en septiembre, y ya van unos cuantos. Hoy comienza septiembre y esta semana me comunicarán una nueva oferta económica.

La semana pasada me llamó un antiguo cliente para el que llevé un proyecto hace casi dos años. Hay cambios de organigrama en su empresa y pensó automáticamente en mí, después de tanto tiempo, según sus propias palabras. Me pidió que fuese a verlo con urgencia y me expuso su plan estratégico para el departamento: "Me ascienden a director y quiero que tú seas mi mano derecha. Tendrás libertad absoluta", me dijo. "Cobro X al año. Si lo igualas soy todo tuyo", le respondí yo. "El director de la compañía vuelve la próxima semana. Lo discuto con él y te llamo, pero creo que estamos cerca". ¿No parece el comienzo de una bonita historia de amor?

Me atrae muchísimo el proyecto y el contexto del mismo, por eso no pido aumentar. Será todo un reto, de los grandes además, algo que me encanta. Y ya es la tercera empresa, me vaya al final o no con ellos, que viene a buscarme. Y eso que nunca me he considerado especialmente inteligente, más bien todo lo contrario. Será que, como dicen, la inteligencia (mucha) en estos casos suele ser más un lastre que una ventaja. En cualquier caso, que te busquen es algo que le hace sentir a uno muy bien. Soy consciente que no siempre será así, pero como dicen por ahí, "que me quiten lo bailao".

De todas formas, si no igualan la oferta tampoco pasa nada. En la empresa en la que estoy ahora mismo me encuentro muy a gusto. Trabajar con gente inteligente es lo que tiene, que a uno le motiva. Un sueldo justo, seguro privado a cargo de la empresa, plaza de garaje (que no uso) y cursos de formación cuando los necesite. ¿Como para sentirme mal? Y, además, me gusta lo que hago. Tal vez hable de ello en otro momento, pero tiene que ver principalmente con análisis estadístico de datos en tiempo real.

Me gusta trabajar y me gustan mi profesión y mi trabajo. Y es que, en el fondo, por mucho que te paguen, si no te gusta lo que haces, siempre acabará sabiéndote a poco lo que te ofrezcan. ¿Acaso las putas de lujo disfrutan más que las que se esconden en las esquinas de mala muerte cuando el cliente las sodomiza? Sinceramente, creo que no.

Cambiando de asunto y volviendo a las estadísticas, algo que siempre me ha encantado, agradezco al anónimo visitante de mi exposición en Flickr que se haya tragado el 24 de agosto toda la galería de fotos públicas que tengo. Cuando empecé con la cuenta en Flickr no pensé que llegase a tener fotos vistas más de cien veces ni que nadie tuviese el deseo de tragarse todas las fotos de golpe. Pero ya hay unas cuantas que superan el centenar de visitas y a alguien se le ocurrió pegarse un maratón por mi galería. Por supuesto eso está lejísimos de gente más popular, que cuenta las visitas por miles, pero es que yo rara vez añado mis fotos a los grupos de Flickr y tampoco he hecho publicidad muy activa de la misma. Para mí, Flickr es una copia de seguridad oportunamente barata y una forma de que mi familia acceda al álbum privado. Pero me gusta este tipo de sucesos. A ver si cunde el ejemplo y hay más gente que la visite asiduamente.



A ponerse las pilas, que hoy va a ser un gran día.

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