Hoy ha tocado madrugar más de lo normal, pues he de entrevistar a una candidata a primerísima hora. Al ir a coger la guagua, interioricé lo que llevo algo más de una semana observando acongojado: que los días tardan cada vez más en aclarar y que, por consiguiente y dado que las noches llegan cada día antes, la permanencia del Sol en el cielo se está acortando; y a velocidad de vértigo, añado. Lo que además, y para mi desgracia, significa que el horario de verano, que disfruto ahora mismo, ha pasado el ecuador y que apenas queda poco más de un mes para disfrutar de una jornada intensiva. ¡Si parece que fue la semana pasada cuando empezó la jornada de verano! El 15 se septiembre volveré a tener el horario normal, que implica entrar a las ocho de la mañana y salir a las seis y cuarto de la tarde. Entraré con el cielo oscuro y saldré de la oficina con el cielo de similar forma. ¿No es algo como para deprimirse?
Por suerte soy consciente que el cerebro asume la química de los pensamientos que se desarrollan en su interior, y disfruto con saber que aún queda un mes y el miércoles comienzan mis vacaciones. Siempre hay que intentar desarrollar la visión optimista y, además, solo los perdedores y los lilas se regodean en sus propias miserias y desgracias. Así que hasta el 1 de septiembre no vuelvo a pisar la oficina. Solo me queda evitar los temas de última hora para que no me enmarronen demasiado en mis dos semanas y media de vacaciones.
Por tanto, sin motivos reales para deprimirme, me subo en la guagua y escucho otra hora del podcast de Vaughan Radio, que ha sido todo un descubrimiento para mí (gracias a Toni por el chivatazo). Me jode ser el único -eso parece- en el Mundo que no conocía este maravilloso programa, pues a todo el que intento transmitir, siguiendo la cadena de favores, lo bien que está, me suelta un "ya lo conozco" o un "sí que está bien, sí". De una sentada me he descargado ochenta programas, buena parta corresponde a los programas del año pasado (qué maravilla el iTunes para eso) y los he sincronizado en mi iPod de 30 Gb. Cada día intento escuchar un programa o uno y medio. Y aún voy por junio del 2007. Tengo para rato. Y noto que mi patético inglés, en su más patético apartado de listening, va mejorando poco a poco. Tampoco tengo demasiada prisa y la guagua me da tiempo para ponerme al día.
Lo que me gusta del transporte público, como es el caso de la guagua, es la capacidad que me da de aprovechar el tiempo que necesito dedicar para llegar al trabajo, para también aprender cosas nuevas. Cuando no es el programa de Vaughan, es un libro sobre alguna de las casi infinitas materias que despiertan mi interés. Suponiendo, por simplificar, que la mayoría de nosotros emplea unos 45 minutos en llegar al trabajo, por lo que ida y vuelta suponen una hora y media del día (quien no tenga que ir y volver dos veces cada día), y calculando a "ojo de buen cubero" que tenemos unas exigencias laborales que nos obligan a ir al trabajo unos 220 días al año, da lugar a que 330 horas en un año de nuestras vidas las podemos aprovechar para que nuestro cerebro haga ejercicio y no se acartone. Trescientas treinta horas en un solo año. Imagina si eso lo multiplicamos por la cantidad de años que pasamos trabajando (¿cuarenta?). Sinceramente, lo lamento por aquellos que van en coche cada día a su trabajo y desperdician lo bueno que aporta el transporte público. Eso sin contar que, además, la mayoría lo hace en sitios donde aparcar es imposible o muy caro. Y es que el secreto del éxito no está en tener un coche mejor, sino en aprovechar el tiempo en hacer dos cosas: yo voy al trabajo y, además, aprendo algo nuevo cada día. ¿Qué más se puede pedir?
2 comentarios:
Se me ocurren mil perversiones que hacerte durante esa hora y media de viaje...
¿Te va hacerlo en público? ¡Vaya! Espera, que voy a consultar con mi señora esposa, a la que quiero con locura, a ver si nos deja. Pero te vas a tener que esforzar mucho, que de momento estoy encantado con ella y es más que suficiente para mí. Es más, creo que voy a seguir prefiriendo mejorar mi inglés durante esa hora y media, guaguarra. Pero gracias por el ofrecimiento.
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