El documental comienza contándonos, de forma breve, la historia de los inicios del budismo en China y el renombrado templo o monasterio de Shaolin (página oficial), ubicado en la Montaña Song Shan (provincia de Henan). Hace un repaso, también breve, a la figura de Da Mo o Bodhidharma, quien se dice padre el Kung fú (sí, sí, aunque no te lo creas, no fue David Carradine el padre de este legendario arte marcial).
Tras estos someros repasos, con imágenes de gran belleza de la zona y los monasterios, comienza a prestar atención especial a la figura de la mujer en la historia del budismo en China, en general, y al relativo a la práctica del Kung fu de Shaolin, en particular. La primera parte, algo extensa, cuenta la historia de las primeras princesas que acogieron y aceptaron una vida de sacrificios para alcanzar la maestría espiritual, y de los problemas que tuvieron con el sexo masculino para demostrar su igual capacidad para alcanzar la maestría en el arte de la lucha. Tras el repaso a las legendarias princesas, comienza a presentar protagonistas modernas que en la actualidad estudian el budismo chan o zen, aunque principalmente te las presentan como maestras del arte marcial, en los varios templos.
En general es un documental bastante aburrido, en el que se combinan imágenes de ejercicios de lucha con ejemplos de destreza y autocontrol, rematado con breves intervenciones de los y las protagonistas de la historia. El mensaje que intenta transmitir, el de la importancia de la imagen de la mujer en el budismo, acaba aburriendo por reiterativo. Se podría haber conseguido transmitir el mismo mensaje con más fuerza y en la mitad de tiempo. No lo salvan las múltiples secuencias de ejercicios de lucha, que muchas veces se perciben excesivamente sintéticos (claramente se ve que la gente se cae sin tocarlos). Aunque hay que reconocer que produce algo de grima y tensión aquellas en las que ves a los practicantes haciendo sus ejercicios al borde de un precipicio. Hay que tener buenos [póngase lo que corresponda según género] para dar saltitos y mantener el equilibrio a mil metros de altitud. Pero en general, si lo que quiero es ver bailarines practicando kung fu, prefiero las películas de Jackie Chan. O eso o disfrutar, una vez más, de la bellísima y pictórica Hero.
Pues lo dicho: A menos que seas una feminista indolente que necesita cualquier excusa para autoconvencerte de -y dar la brasa con- la igualdad e importancia de la mujer, tanto en el pasado como en el presente y el futuro, y en todas las ciudades y geografías, de lo que no tengo ninguna duda, aclaro, no pierdas el tiempo viendo este documental. Aunque tampoco vas a sufrir un derrame cerebral si lo haces. El tiempo no deja de ser tuyo, y cada cual lo pierde como quiere.
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