Confieso que no puedo considerarme una persona con una red social demasiado amplia. Es más, diría que apenas tengo interacción humana fuera de las horas de trabajo, si no contamos a mi mujer, claro. Y tengo mis dudas de que lo que sucede durante las horas laborales se pueda llamárselo interacción. Soy muy sociable, muy extrovertido, pero la mayoría de la gente me aburre. Y yo los aburro a ellos. No piensen que soy un elitista, ni un intelectualoide que mira a la gente por encima del hombro. No me considero así. Simplemente soy incapaz de interesarme por lo que la mayoría de la gente parece estar interesada. Dietas y gorduras, fútbol y deportes, famoseo y amarillismo, o echarle la culpa de todo a Zapatero, son la mayoría de los temas que discute la población cercana. Eso si no pasamos ya al tema directamente de lo esotérico, de supersticiones y religiones, que eso sí inicia intensos y acalorados debates. Recuerdo, en los años de carrera, que la siguiente generación de prohombres y promujeres de nuestra sociedad estaban infinitamente más interesados en el más allá que en el más acá. ¿Qué carajo importa si existe o no Dios -o los fantasmas- cuando hay tantos problemas que resolver en la convivencia del propio ser humano? Es una pena que, cuando le comentas a alguien algo como «en Filipinas hay una planta carnívora que es capaz de comer ratas» lo más que obtienes es un casi inaudible «vaya» o un «mira qué bien» y a continuación vuelvan a quejarse de que la Campanarios -¿quién coño es la campanarios?- se haya comportado como un bicho en el programa de televisión de la noche anterior.
El cerebro de la mayoría de la gente es impermeable ante las curiosidades de la Naturaleza y del mundo que les rodea. Lo más que puedes obtener es un pequeño destello de interés, generalmente acompañado por una ceja enarcada, que a veces sospecho se trata más de un «te lo estás inventando». Destello que con la misma celeridad que llegó, desaparece. Lo dicho, mis intereses suelen ser ajenos a los ajenos, y a la mayoría de la gente le importará un pito que en el Pacífico, por poner un ejemplo, haya casi veinte mil islas, o que haya tanta diversidad natural que uno no dejaría de asombrarse con los bichos tan raros que habitan y que están especializados a lo que hay en cada isla. Cosas que a mí sí me han dejado con la boca abierta de asombro. La Tierra es una maravilla y el Pacífico contiene una buena muestra de ello.
'Pacífico Sur' es una serie documental de seis capítulos que nos acerca, o lo intenta a aquellos que sientan un poco de curiosidad, la maravillosa fauna, la sorprendente cultura y la curiosa geografía de uno de los océanos más desconocidos que hay en el planeta. Y es que hay que ver la cantidad de bichos raros y extremadamente singulares que han evolucionado a formas tan curiosas a causa de un aislamiento de milenios. Como preguntas recurrentes durante toda la serie tenemos: «¿Cómo llegaron estos seres vivos a estos lugares, algunas veces a miles de kilómetros de islas más cercanas?» «¿Cómo consiguieron adaptarse a éste medio?» Algunas de las teorías son realmente sorprendentes. Como sorprendentes son algunos de los animales que habitan en esas islas. Así, para muestra un botón, tenemos al kákapu, simpático loro nocturno con algo de sobrepeso que haría honor al chiste «¿qué hace un pájaro de 90 kilos en una rama?» y que, por desgracia, está en serio riesgo de extinción y que tal vez, en dos generaciones, quede como una rareza disecada en algunos museos (o como imagen digital en Internet). Como otras tantas especies animales, sometidas al desplazamiento de la colonización humana.
Durante la serie se nos plantea el reto que deberemos asumir para conseguir que esta variedad, esta riqueza natural, que hay en esa parte del mundo sobreviva a los constantes asaltos del hombre contra los ecosistemas del océano Pacífico. Ecosistemas que, por suerte de un fenómeno de globalización anterior, pero muy anterior, al propuesto por el neoliberalismo del capital, influyen significativamente en el resto del Planeta. Uno no debería dejar de sentir nunca cierta vergüenza al descubrir cómo, mientras los países desarrollados siguen esquilmando mares de la otra cara del planeta, o empujan a los menos desarrollados a hacerlo en su nombre, muchos de los pueblos que habitan en esas islas han aprendido a convivir en armonía. Y cómo aquellos pueblos que no lo consiguieron, los Rapa Nui por ejemplo, casi se extinguieron completamente, llevados por el desenfreno y la eliminación sistemática de su bosque primario de palmeras gigantes y, en cadena, sus recursos naturales. ¿Es eso lo que nos espera si seguimos a este ritmo de explotación de unos recursos ya exhaustos?
'Pacífico Sur' es lo suficientemente reciente como para que la estén poniendo estos días en las cadenas de las plataformas satélites. En Canal+ la pusieron hace poco. Para aquellos que no tenemos contratado dicho servicio -bueno, a mí me provee mi padre-, siempre podrán recurrir a las redes de vagos y maleantes que aglutinan a la gente de dudosa integridad moral. Dios los cría y ellos se juntan, dicen. Supongo que también se podrá conseguir por la lícita vía de comprar los DVD originales. Es tu decisión, pero mi recomendación es que dejes los conflictos de conciencia como algo secundario y disfrutes de esta magnífica e interesante serie documental.
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